Bacalao, cerveza y fútbol
Fútbol sevillano
Seis futbolistas de Sevilla y Betis se ponen el mandil para ejercer de maestros y de aprendices a un tiempo ante el alumnado del curso Talento Cruzcampo
Sevilla y Betis, unidos por la Fundación Cruzcampo
Galería de fotos del Sevilla y el Betis, en la IV edición del programa Talento Cruzcampo
En dirección a Torreblanca y bajo el sol de mediodía, tres escoceses miran despistados hacia dentro de la Fábrica Cruzcampo. Lucen sus kilts identificativos con los que acudirán a La Cartuja este jueves a defender el pabellón de San Andrés. El Jota, donde sirven de siempre buena cerveza con bacalao salado, quedó muy atrás y sienten curiosidad por el revuelo de cámaras, periodistas, chavales... Los futbolistas del Sevilla y el Betis están apadrinando el IV Talento Cruzcampo, un curso de becas de formación social para jóvenes con prurito de ser hosteleros, ya sea como maestros cerveceros o como jefes de cocina.
A los seis protagonistas, acostumbrados a las cámaras y los micrófonos más unos que otras, les piden su consejo a los jóvenes alumnos. Óliver Torres recordó la dureza de los inicios para que no desfallezcan. "Siendo de una familia muy humilde, alguien confió en mí como ahora hace Cruzcampo con estos chavales, me llevó a Barcelona, lo pasé muy mal, lloré mucho solo, pero ahora estoy aquí y todo cobra sentido. Al final se ve el fruto del sacrificio, el esfuerzo, la constancia... Hay que ser mejor persona y mejor profesional. Cada paso que damos tiene un porqué".
"Yo les diría que no pierdan la ilusión, es clave en cualquier aspecto de la vida, tanto en el deporte como en cualquier fin que uno se proponga", prosiguió la verdiblanca Nuria Ligero. Turno para el nuevo fichaje del Sevilla, Pedrosa, que incidió en la importancia del trabajo colectivo como parte de todo aprendizaje: "En el ámbito deportivo o en el de la hostelería, primero lo que te va a hacer un compañero si tienes un día malo es ayudarte, te puede hacer subir tu autoestima en busca de los objetivos comunes, porque solo uno no puede".
Borja Iglesias habló del doble canal entre aprendiz y maestro, extrapolable a cualquier campo: "De las cosas más bonitas es que te reconozcan tu trabajo y sentir que puedes ser inspirador y ayudar y que puedes aprender también a los demás". Cristina Martín-Prieto, ariete del Sevilla, habló de tirar vallas abajo en pro de los desafíos: "Ellos también van a sentir desafíos cuando salgan de aquí. Si es su objetivo cocinar en un buen restaurante que luchen por ello, que derrumbando muros se consiguen las cosas". Y Aitor Ruibal rompe un poco la retórica protocolaria con un toque de realismo y humor. "Muchas gracias por invitarme. Me dijeron que había cerveza y dije, yo voy seguro". "Vivimos y vamos a presión y cuesta, vamos a decirles a los alumnos que aprovechen esta oportunidad que les están dando", dijo ya más serio.
Para que todo no quede en huera palabrería, unos y otros se colocan los mandiles, se lavan las manos -a Borja no le sale el luto de las uñas porque es solidario y de manicura francesa- y se ponen manos a la obra. El chef de Cruzcampo los divide en tres equipos en los que se mezclan los colores: el blanco inmaculado de los sevillistas, en consonancia con el blanco de los alumnos de la Fábrica Cruzcampo, y el verde agua de los béticos, que destacan sobre el fondo espumoso de la ruidosa asistencia. Es día de fiesta en el aula cervecera y Borja Iglesias parte el bacalao de los autógrafos.
Precisamente bacalao es lo que debe cocinar el gallego. A baja temperatura siete minutos, no más, que es pescado. Comparte equipo con la sevillista Cristina, que realiza la compota de naranja.
A Ruibal y Pedrosa les toca hacer en collera los tomates cherry con esferas de queso payoyo. Rojo y blanco en perfecta armonía con un toque de aceite de albahaca. Todo producto de la tierra. Y Óliver Torres y Nuria Ligero serán los que terminen de montar y presentar los platos, el último toque antes de pasar a la lección más esperada: tirar una cerveza como Dios manda.
El extremeño, poco cervecero, sufre con su primera tirada. La espuma se le desborda del inevitable vaso de sidra que se ha hecho preceptivo sobre el otrora hegemónico tanque de Duralex. A la tercera fue la vencida. A Borja Iglesias le llega la espuma casi a la barba. El buen humor es el hilo conductor al son del chorro dorado que surge del tirador antes de que rompa en blanca espuma, y pasan de las 13:30. Ya es la hora de la cerveza.
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