Una nueva generación realista criada para reverdecer las glorias del club
Final de la Copa del Rey
La Real Sociedad se ha basado en Zubieta, con Oyarzabal como más fiel exponente, para formar un gran equipo aderezado con refuerzos de calidad de fuera
La final más larga de la historia
No por manido, el tópico deja de ser cierto. La Real Sociedad cuenta con una fábrica de jugadorazos en su cantera de Zubieta cuya última hornada, con el internacional Mikel Oyarzabal como referente, ansía reverdecer las viejas glorias de este club histórico, doble campeón de Liga y Copa y uno de los fundadores de la competición española.
Jovencísimos jugadores, curtidos en las categorías inferiores, como Gorosabel, Zubeldia, Le Normand, Guevara, Zubimendi y Barrenetxea (estos dos últimos internacionales sub 21), se han convertido en poco tiempo en pilares del equipo, junto a los más veteranos Illarramendi y Zaldua, y un puñado de acertadísimas incorporaciones, entre las que destacan el campeón del mundo David Silva, Nacho Monreal, Mikel Merino, Isak, Remiro, Portu y Januzaj.
Todos ellos ponen cara a la nueva filosofía, moderna y ganadora, instaurada en la entidad en 2018 por su director deportivo Roberto Olabe y que, en las dos últimas temporadas, ha alcanzado su punto cumbre con Imanol Alguacil, otro "producto" de Zubieta, como entrenador.
Con un estilo de juego técnico y vistoso, un Imanol motivador y cercano al futbolista trata de trasladar al terreno de juego el triple propósito de la Directiva de conseguir nuevos títulos, retener a sus más prometedores talentos y llevar de forma recurrente a la Real a Europa, como ya hizo la campaña pasada en la que clasificó al equipo para la Liga Europa y la final de la Copa del Rey, dejando en el olvido prematuros fracasos anteriores.
Esta obsesión ha guiado a la Real Sociedad de forma pausada pero insistente desde finales de 2008, cuando Jokin Aperribay accedió a la presidencia en un momento crítico, con el equipo en Segunda División y en concurso de acreedores, para recuperar en pocos años la categoría y relanzarlo con una apuesta basada en la cantera y en el histórico capitán Xabi Prieto como emblema de aquella nueva Real de la que la actual es heredera.
La buena gestión de Aperribay, facilitada entre otras medidas por sonados traspasos como los del luego retornado Illarramendi, Odriozola (Real Madrid) y Antoine Griezmann (Atlético), no sólo hizo realidad el sueño de "quitar las pistas" de atletismo del estadio de Anoeta que alejaban a la afición del terreno de juego, sino que permitió una remodelación integral del campo, reconvertido ahora en el modernísimo Reale Arena, orgullo de la afición txuriurdin, que sólo la pandemia ha logrado vaciar.
La modernización de las estructuras del club, su apuesta por las nuevas tecnologías y por el fútbol femenino, nuevos patrocinadores y una mayor presencia en las redes sociales han relanzado a la Real por encima de los 35.000 socios, que han vivido el último año frustrados por no poder acompañar a su equipo en la gran final de Sevilla, aunque en total comunión con él.
Golpes de efecto como la renuncia a mostrar publicidad de casas de apuestas en su camiseta o la invitación cursada la temporada pasada a todo el pueblo de Becerril de Campos (Palencia) a presenciar un partido en el Reale Arena, tras haber eliminado a su modesto equipo de Tercera División en la Copa 2019-20, han multiplicado además las simpatías hacia la Real fuera de Guipuzcoa.
Toda una nueva generación de aficionados que ven ahora cerca la posibilidad de revivir momentos históricos como aquellos en los que, en la épica década de los 80, la Real Sociedad tocó el cielo con dos títulos de Liga, la primera Supercopa de la historia y una Copa del Rey.
Tiempos idílicos en los que nombres como Arconada, Zamora, Satrustegui o López Ufarte alcanzaron niveles de mito, que los Oyarzabal, Merino, Isak y compañía aspiran ahora a emular.
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