Exigencias condicionantes

Sevilla | racing · el otro partido

Los jugadores se mostraron incapaces de reaccionar tras un empate que cambió la actitud inicial de la afición · Las protestas agudizaron el nerviosismo existente

El Sevilla deja escapar otros dos puntos del Sánchez Pizjuán. / Antonio Pizarro
El Sevilla deja escapar otros dos puntos del Sánchez Pizjuán. / Antonio Pizarro
Daniel Lagos / Sevilla

24 de septiembre 2010 - 05:02

El Sevilla y el Pizjuán siguen sin encontrar la conexión ideal que proporcione una victoria. Ante el Racing, Antonio Álvarez volvió a ceder puntos y la afición aumenta su demanda de mejora, su petición de que las circunstancias cambien para que los goles vuelvan a ser los protagonistas.

El triunfo ante el Málaga pausó algunos debates nacidos en torno a la figura del entrenador y el Pizjuán se volcó ayer con el equipo sin mirar atrás, sin recordar los pasados tropiezos europeos y pensando únicamente en la tabla clasificatoria de la Liga BBVA. Los números no suelen mentir. Aunque Luis Fabiano no esté y tenga que ser Negredo el hombre destinado a provocar el aplauso del público, el poder de una trayectoria positiva no concede críticas.

Y a favor de todo ello estuvo el tempranero gol logrado después de que Toño despejara a Alfaro en vez de el balón. El canterano lleva dos encuentros aportando y posibilita que echar de menos a Navas sólo se considere en su justa medida. La misma a la que Guardiola se refiere cuando habla de Messi. Pero cuando Pinillos adquiere faceta de delantero y el 1-1 aparece en el marcador, todo cambia. Los aplausos se convierten en pitos y lo que parece una búsqueda del liderato se convierte en una muestra de carencias. Y el público echa más demenos a Jesús Navas. Echa más de menos a Luis Fabiano y convierte de nuevo a Negredo en un hombre señalado. No es culpa suya, pero las exigencias crecen cuando la dinámica deja de ser favorable.

No todo lo que acontecía en el segundo tiempo parecía culpa del Sevilla, pero la afición lo asumió así, de la misma forma en que recobró esperanza aplaudiendo la entrada de Luis Fabiano al terreno de juego. O la de José Carlos, aunque ni Lautaro Acosta ni él debían ser los salvadores de un equipo que ya no encuentra el ritmo de los argumentos cuando se ve obligado a buscarlos.

El Sánchez-Pizjuán pasó del ánimo a la protesta. Lo hizo en la medida en que el conjunto de Antonio Álvarez lo posibilitaba en el terreno de juego. Tras los golpes sufridos ante el Sporting de Braga y el París Saint-Germain, ayer los sufrimientos volvieron a encender el clima de la inconformidad. Las exigencias se dispararon de tal manera que incluso Palop sufre los enfados de los espectadores situados tras él.

Algunos, mientras, siguen en su afán de corregir las deficiencias globales a base de ímpetu individual. Perotti se pelea contra el mundo. Lo hace con recursos y habilidad y el público lo sabe. Pero no es suficiente cuando no encuentra la colaboración exigible por parte de sus compañeros. Y la realidad es que el argentino tuvo en sus pies el 2-0 y posiblemente el cierre del duelo.

El desenlace del encuentro ante el Racing volvió a abrir multitud de dudas sobre la solvencia de la plantilla sevillista. Las sensaciones negativas aumentan con cada cita en el Pizjuán y la vulgaridad mostrada en algunos compases del duelo no invita al optimismo. Tampoco lo hace ver a Cigarini y Guarente tomando los mandos de lo que debía ser una renovada parcela de creación sin ningún atisbo de que sean capaces de ello. El sevillismo sigue esperando la ocasión ideal para que regresen los recuerdos pasados. Los que ayer sólo duraron, y bajo métodos mejorables, hasta que Pinillos cambió la historia del choque.

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