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Entrenadores con sello sevillano

Isabel Sánchez, Javier Carrasco, Antonio Herrera y Julián Martínez cuentan su evolución en los banquillos desde dispares puntos de vista.

Juan De La Huerga / Sevilla

01 de julio 2013 - 05:02

De Sevilla sale gente con habilidades para la pizarra. Tanto hablar de la falta de jugadores locales en la cantera del Cajasol y resulta que la ciudad va bien servida de entrenadores con un prometedor futuro por delante. Aquí se exponen cuatro ejemplos dispares, sí, pero todos ellos con el mismo denominador común: la pasión por enseñar sus conocimientos de baloncesto. Isabel Sánchez, Antonio Herrera, Javier Carrasco y Julián Martínez, cada uno de su padre y de su madre profesionalmente hablando, exponen sus experiencias.

Empezando por la dama, en una nube tras la consecución ayer del oro continental con la selección, ya probó en 2012 en el Preeuropeo como ayudante, mientras sopesa su retirada de las canchas tras una prolífica carrera: "Cuando renovaron el cuerpo técnico, contaron conmigo porque había jugado con Lucas (Mondelo) y conozco a las chicas. Me gustó y han vuelto a confiar en mí para el Eurobásket". La aún jugadora/entrenadora reconoce que "me pongo mucho más nerviosa en el banquillo; cuando estás en la pista, el peso recae en ti. En Francia todo ha salido a la perfección, remarcamos los errores en el vídeo, la parte que me toca, subsanar los errores propios. Es muy gratificante y estoy disfrutando como una enana. Es el deseo de cualquier entrenador, estar con la selección y poder enseñar a quienes aún consideras tus compañeras".

Javi Carrasco ha cerrado su segunda temporada como ayudante del Cajasol tras varios años en la cantera. Enamorado del baloncesto desde chaval en los Padres Blancos, pasó por el Náutico, donde empezó a entrenar gracias a su amistad con Tote King, cuyo padre era técnico. Fue sacándose los títulos hasta que lo llamaron para el Caja: "Me dieron la oportunidad Pablo Camacho, Juanma Pino y Arturo Montequi". Tuvo que elegir su forma de vida este licenciado en Empresariales: "Arriesgué y me quedé en el filial como si fuera un becado. Fue consensuado con mi hoy esposa y he tenido la fortuna de crecer en mi ciudad y club, que no suele pasar. No dejé pasar el tren". Siempre dispuesto a ayudar, se marca como reto "seguir aprendiendo a corto y medio plazo. He tenido la suerte de estar con Plaza y Aíto, una evolución constante y rápida. Ésa es la línea, pero no sólo depende de mí. A largo plazo, ojalá pudiera ser primero de la categoría que fuera o asumir otro papel en un club. No puedes quemar etapas antes de lo previsto".

De enhorabuena está Antonio Herrera, pileño que ha recorrido la península entera, Portugal incluida, para formarse. Conoció a Plaza en su etapa en el Madrid y el catalán lo ha elegido de segundo en el Unicaja: "Soy entrenador y esto forma parte de eso, igual que trabajar en categorías inferiores o en una selección. Es un paso para mejorar. Es como un máster y lo voy a aprovechar mucho más después de tener la experiencia de ser primero. Que Plaza haya pensado en mí es un orgullo, un privilegio y una responsabilidad. Estoy convencido de que saldrá muy bien", subraya Herrera, quien dice que "en absoluto tengo la espina clavada por no haber estado nunca en el Cajasol. Llevo fuera desde 2003 y nunca me ha condicionado estar cerca de casa. Voy a trabajar donde me quieran, aunque a uno le encantaría vivir y entrenar en su ciudad. Moncho Fernández es un privilegiado en Santiago".

Julián Martínez se buscó la vida fuera de casa con el baloncesto femenino. ¿Un mentor baloncestístico? "Sí, Juan Naranjo, el Chori, alguien cercano que me aportó a nivel deportivo y personal". Tras ser segundo de George Dikeoulakos en el potente Galatasaray -habían ganado todos los partidos en la Euroliga, se lesionó Penny Taylor y perdieron la semifinal y el tercer y cuartos puestos-, voló por libre para hacer campeón copero y liguero al Belfius Namur. "Sí, esto da para comer. Vives al filo de la navaja porque no hay mucha seguridad en el trabajo, pero como cualquier profesión", sostiene el sevillano, cuyas aspiraciones van más por "afianzar y desarrollar proyectos en los que te involucras, cómo se forma a la gente abajo, cómo llegan, cómo hacer que vaya más gente al pabellón, actividades sociales...".

¿Estrategia o motivación? Ambas, zanja Sánchez. "Decantarte por una es un error. Las jugadoras deben estar motivadas para prestar atención a la pizarra. Y al revés, si no lo están, no vale de nada". La labor de ayudante hace que "tengamos un trato más cercano a las jugadoras; más en mi caso, que son compañeras y amigas, por eso soy más directa y nos beneficiamos todos. Si hay algo duro que deban escuchar, se lo digo. No estoy para echar la bronca, sino para dialogar. Me gané el respeto como jugadora y ahora como entrenadora. Tengo 96 internacionalidades y sé qué siente en la piel cada una". A Isa le fascina esta labor y no descarta seguir: "Me he llevado una alegría porque me siento muy bien, ha despertado en mí una parte que me gusta. Ojalá siga vinculada al baloncesto", asegura la hispalense afincada en Salamanca. "Sólo falta que me pongan un monumento allí tras seis años y ganar todos los títulos. Hasta he sido rey Gaspar en la última cabalgata".

Carrasco, abonado desde niño y con recuerdos vivos "animando en San Pablo a Anderson, Scott, Raúl Pérez, en el play off en el que eliminamos al Madrid", argumenta sobre su personalidad que "soy tímido en ciertos aspectos sociales, no me gusta ser el centro de atención, pero en la cancha es distinto. Soy entrenador, me gusta enseñar a los jugadores". Acerca de cómo crece un ayudante, afirma que "lo más importante es ser fiel al primer entrenador, al club y a la idea y filosofía que se quieran establecer. Si haces propio lo que el técnico quiere, puedes evolucionar porque lo interiorizas; si piensas que tu planteamiento es el correcto y no crees en él, los jugadores no son tontos y se dan cuenta. En el futuro ya tendrás tu método".

El aprendizaje para un preparador no varía, arguye Herrera, entre primero y segundo: "La formación tiene que ser igual. Somos entrenadores. Las facetas son distintas, pero somos técnicos y debemos estar capacitados para una función u otra. Ahora haré una labor más específica. La diferencia está en la toma de decisiones. Siempre hay una posible mejora a través del trabajo que implica el conocimiento del jugador. El primero ve algo en los entrenamientos y en los partidos que será distinto a lo que observe el segundo".

Los títulos son una alegría para Julián, aunque "el reto es el próximo curso, tener un grupo que vaya más holgado, no contar sólo con seis o siete jugadoras, sacar niñas de Namur con proyección. Eso es más interesante que ganar con siete buenas". Martínez no duda sobre las diferencias entre dirigir a chicas y chicos. "El ritmo es otro; los espacios son mayores; la mentalidad. La jugadora sufre más, es más voluble. El estrés incide más en el femenino y constantemente hay que darles seguridad. Son más sensibles, reaccionan más a cualquier momento de agresividad. Los estados de ánimo pueden variar sin razones aparentes, aunque no tiene por qué ser negativo. Escuché que el hombre cuando juega bien, se siente bien, mientras que la mujer se tiene que sentir bien para jugar bien. Y es cierto".

Reniega el cajista de la opinión extendida de 'a este equipo lo entrena cualquiera': "Es un error gravísimo. Es necesario un entrenador con sus reglas y su filosofía para mejorar juntos. Es más, cuanto más talento y egos haya en un vestuario, más difícil será dar su sitio a los jugadores. Si Del Bosque no tiene méritos, apaga y vámonos". Abunda en la idea de ser constructivo: "Hay que abandonar la tendencia de criticarlo todo y no aportar, establecer debates que enriquezcan. Y no ser resultadista, no puedes tener a un equipo infantil defendiendo en zona, sino intentar que los chavales aprendan, vean el baloncesto de forma global y crezcan paso a paso".

"No tiene por qué", responde Herrera sobre si el ayudante es el poli bueno. "Debe ser un contrapeso del primero y tener una capacidad de adaptación importante para que los jugadores vean un equilibrio entre los dos. Seré un privilegiado porque ya conozco a Plaza y sé que delega y da responsabilidad a sus ayudantes". El técnico piensa que en Sevilla no falta formación. En verano hay cursos de primer y segundo nivel. Hoy, con el alto nivel de información de los entrenadores, cada uno aprende en función de su esfuerzo".

Madrid, Almería, Portugal, Galicia... ¿Se aprecian los matices culturales? "En nuestro país hay diferencias a la hora de concebir el trabajo en general, no sólo el baloncesto. He pasado por muchas ciudades, eso te enriquece y hace que tu adaptación sea muy grande", dice el ex del Básket Coruña.

La mejora del técnico va aparejada, según Martínez, "a su pasión, a su capacidad de observación y la buena fe de los entrenadores que lo rodean". Y no se muerde la lengua ante la dificultad de ser profeta en su tierra: "En Sevilla es imposible... Y ahí lo dejamos". Sobre los roles del primero y el segundo, advierte que "el ayudante es quien le da la cantinela diaria al jugador, algo que el entrenador no tiene por qué hacer, se dedica a las pinceladas y a conversaciones más amistosas".

Abundando en el localismo, el preparador del Belfius cree que "aquí se forma muy mal; hay una generación de jugadores sin suficiente pasión y eso es un reflejo de los entrenadores que ven. Esto se hace por devoción, no por cobrar".

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