Endémico déficit de fútbol
Míchel se enfrenta al mismo problema que sus antecesores en el cargo, la excesiva dependencia de las individualidades y la falta de concepción colectiva del juego · Pocos creadores y muchos atacantes, lastre
En los análisis del Sevilla actual se ha instalado el denominador común de poner el foco en la intensidad. Si el equipo gana, es porque ha estado intenso y ha tenido carácter y determinación. Si pierde, es porque los jugadores no han sabido responder a las exigencias de su entrenador. Sin embargo, pocas veces se caen en que desde años el Sevilla, como equipo y como plantilla, viene sufriendo un mal de fondo, que ya se puede calificar de endémico, y que tiene más que ver con la concepción global del fútbol como deporte colectivo. Quizá sea oportunista este análisis tras una derrota muy mediatizada por las bajas, los dos goles encajados muy pronto y la, también hay que decirlo, falta de fortuna: en el 0-2 del Valladolid y en las diversas ocasiones que, incluso con el déficit de fútbol, es capaz de crear este Sevilla. Pero también es oportuno un análisis cuyo planteamiento había rondado alguna vez los acercamientos a la realidad del Sevilla sin terminar de plasmarse de lleno.
¿Qué partido tiene en la retina el aficionado del Sevilla de Míchel que pueda calificar de redondo? Lo recurrente es hablar del triunfo sobre el Madrid y el partido con el Barcelona pese a la derrota. También el derbi. Se trata de los tres partidos en los que no hace falta recordarles a los jugadores que hay que salir concentrados y con intensidad. ¿Qué pasa en los otros partidos, en la rutina de la Liga?
Las individualidades
Desde el ciclo glorioso de Daniel, Luis Fabiano y Kanoute, el Sevilla tuvo una gran dependencia de unas individualidades que eran capaces de resolver por sí mismas cualquier inconveniente y eso ha ido lastrando la concepción colectiva en las sucesivas etapas. La realidad ha explotado cuando la plantilla, en una bola de nieve inversa, ha ido decreciendo su calidad conforme los fallos de la planificación y las eliminaciones europeas han ido minando la economía del club.
El peso de las estrellas ha ido pasando de unas figuras a otras y ahora el Sevilla depende de que estén en el campo Negredo, su goleador, Rakitic, el único capacitado -parece ser- para llevar el peso creativo del juego, o Jesús Navas en su mejor versión. Pero incluso con todos estos futbolistas sobre el césped, al equipo de Míchel le ha pasado como al de Marcelino o Manzano: no hay un plan de juego que cubra las carencias individuales. Y eso se manifiesta mucho más si faltan varios titulares y los suplentes buscan a quién echarle el balón en forma de patata caliente. Incluso habiendo un plan, éste se ha basado en buscar con avidez las alas para propiciar un goteo constante de centros al área, un plan previsible y fácilmente contrarrestable por cualquier rival.
Todos estos técnicos han manifestado públicamente la necesidad de la implicación de sus jugadores para plasmar un fútbol concebido desde el empuje, el frenesí, la presión y la búsqueda del rival, un fútbol sin pausa llevado al extremo que también tiene que ver en el exceso de lesiones musculares. Y en todas esas plantillas han faltado líderes en la medular capaces de mandar en los partidos y de darles el tempo adecuado.
Pero sobre todo han faltado conceptos básicos del fútbol: movimientos sin balón, coordinación en la presión, automatismos en las jugadas de ataque... Y ello ha derivado en una simplificación del juego del Sevilla, fácilmente identificable por los técnicos y futbolistas contrarios. Con Míchel sí hay al menos un plan a balón parado y el Sevilla ha marcado diez de sus 25 goles entre Liga y Copa así, si bien están incluidos cuatro penaltis.
El centro del campo
Las aguas pueden volver a su cauce en cuanto Míchel recupere efectivos y Rakitic vuelva a comandar el juego. Pero sin él, al equipo le ha faltado frescura y creatividad, otro mal endémico que responde al exceso número de atacantes, extremos o mediapuntas de desborde -de escaso gol y menos cultura defensiva-, en contraste con los pocos medios creativos y de posición inteligentes tácticamente. Medel, que cada vez recuerda más a Zokora, se hace insustituible por esa deriva del equipo, y va a cumplir su cuarto partido de sanción...
Con Campaña en un extraño ostracismo, cuando no está Rakitic sólo Reyes, ejemplar ante el Valladolid, parece tener capacidad de generar fútbol, de ver líneas interiores. Criticado por arriesgar y perder balones, muchas veces va un paso por delante en su idea futbolística y se ha estrellado con el estatismo general: el año pasado ya acabó aburrido... No todo es la defensa, ni la intensidad. A veces hay que parar el balón, incluso frenar la grandilocuencia de altos objetivos. Pero esto es otra historia.
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