Emery lo tira a la vía (0-2)

Copa del rey

El Sevilla protagoniza un histórico petardazo al caer ante un Segunda B que recordó el episodio del Isla Cristina. No respetar al rival, clave.

Foto: Antonio Pizarro
Foto: Antonio Pizarro
Jesús Alba

18 de diciembre 2013 - 23:20

Estas cosas pasan cuando uno menos se lo espera, pero pasan. Y suelen llegar en el peor momento. En este caso no fue el peor momento deportivo, pero sí en la mayor crisis institucional de los últimos diez años. Con un presidente en funciones aún pendiente de ser ratificado por el consejo de administración, el Sevilla protagonizó uno de los petardazos más sonados de su historia al caer eliminado de la Copa del Rey con una dolorosa derrota en el Sánchez-Pizjuán a manos de un rival de Segunda División B cuando sus seguidores ya hacían cuentas de los cruces que a su equipo le iban a caer en suerte en octavos y en cuartos.

Y todo, por las extrañas decisiones que tomó un Unai Emery que se empeñó en amargarle a José Castro su primer acto público en el encuentro ante los Fieles de Nervión. Crueles guiños del destino, precisamente ante esos socios más antiguos de la entidad, que lo han visto todo y que hoy recordarán sin duda aquella deshonrosa eliminación ante el Isla Cristina, con un 2-3 en Nervión y Monchi en la portería.

Pero esto, aunque el Racing es un equipo con historia, debe ser tomado como más grave que aquel aún recordado accidente de un equipo entonces en Segunda y sin la plantilla que hoy maneja el entrenador de Fuenterrabía, verdadero responsable de la hecatombe. Primero al construir una alineación con varios futbolistas sin ritmo (Cristóforo, Trochowski...), otros fuera de sitio como M'Bia, a la postre otra vez el que encendería la mecha con un penalti y una expulsión, y otros que aún no se han sacudido las dudas de su fichaje, Rusescu.

Con todo, el Sevilla se presentó con un once incapaz de mantener la ventaja de 0-1 que traía de Santander. Y, una vez más, la tan elogiada plantilla confeccionada por Monchi evidenció la falta de un jugador con el que controlar los partidos si Rakitic no está en el campo. Si el Sevilla no cierra los partidos es porque no sabe tener el balón. Así de simple. Con futbolistas que andaban perdidos y muy pocos enchufados, sólo Perotti salió empeñado en meter chispa. Era el único bien escaso que tenía en el campo en una noche que todos confiaban en que fuera languideciendo por la incapacidad del Racing. Pero eso no fue así. Las siestas no valen en el fútbol de competición en ninguna de sus categorías y el rival llegó con dos extremos que iban a dar la lata, Ayina y Kone, y un centro del campo que se comía cada vez que quería a Cristóforo y Trochowski por razones obvias: porque el uruguayo tiene un ritmo no apto para jugar en Europa y porque del alemán se daba por hecho hace un año que no volvería a jugar al fútbol. Iborra hacía lo que podía y Navarro ponía en entredicho el supuesto carácter ofensivo del lateral de la banda opuesta, un desafortunadísimo Figueiras que acabaría coronando su pésima noche con una jugada que ya ha repetido en otro gol en contra, ante Osasuna, no saltar defendiendo un balón colgado en el área.

Ya Javi Varas había apagado un par de fuegos cuando el déficit que llevaba encendiendo las alarmas toda la noche, la posición de Cristóforo, obligó a Cala a salir de su zona y dejó al futbolista de menos tacto y pulso que tiene el Sevilla en la plantilla con un bisturí en el área teniendo que operar. El penalti era inevitable y la expulsión, a criterio del árbitro. La noche ya estaba metida en tormenta y Emery se encontró con que se comía incluso los cambios que tan alegremente había efectuado, con un debutante de 17 años en el campo (que no lo hizo ni mucho menos peor que Bacca) y con la necesidad de salir a la desesperada para evitar una prórroga en la que podía pasar de todo. Y así fue. No hizo falta llegar al tiempo extra para que se consumara el mayor desastre deportivo de la última década. Un jugador con más hambre que todos los locales metió el balón en la portería y dejó abierta otra herida en el sevillismo.

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