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Emery dispone de mil combinaciones (4-0)

Copa del rey: sevilla - granada · la crónica

La versión B del Sevilla no sólo se clasifica con comodidad contra el Granada sino que, además, hace pasar un buen rato a los suyos. Los blancos, colectivamente, se ganaron el derecho a contar más en el futuro.

El gesto de Gameiro para acomodar su pie derecho y dirigir el balón hacia un lado imposible de Roberto demuestra su gran calidad técnica en el golpeo del 1-0.
Francisco José Ortega

15 de enero 2015 - 05:02

El Sevilla convirtió en un agradable espectáculo el trámite de corroborar su clasificación para los cuartos de final de la Copa del Rey. Los menos habituales para Unai Emery le lanzaron un mensaje al técnico de que puede contar con ellos para el futuro y lo hicieron con un fútbol rápido e intenso a pesar de la claridad del marcador.

No tardó el Sevilla en disipar cualquier duda sobre si la eliminatoria estaba definitivamente resuelta o aquel gol de Lass en Granada sobre la hora le iba a dar algo de emoción. Emery había confeccionado un once con muchas novedades, lógico, pues sólo Carriço y Fernando Navarro repetían como titulares respecto al que arrancara en el mediodía del domingo en Almería. A los ojos de los más profanos se podía hasta producir alguna inquietud por los nombres que se combinaban en esa alineación del técnico vasco, pero nada más lejos de la realidad. A la hora de echar a rodar el balón esos futbolistas hasta gustaban, particularmente a la hora de hacer que el balón circulara con fluidez.

Es verdad que la presión del Granada era bastante deficiente, pero Kolodziejczak, particularmente, echaba la moral abajo de los visitantes con la clase que tiene el francés a la hora de buscar los espacios por detrás de la primera línea del rival. Cuando no se buscaba la protección del pase atrás a Sergio Rico para empezar de nuevo, el Sevilla tocaba con habilidad e incluso corría riesgos en ese afán por salir siempre de atrás con el balón controlado. Fernando Navarro, además, ofrecía una autopista por su banda para combinar desde ahí con Denis Suárez o con cualquiera de las alternativas que se ofrecieran desde zonas más centradas. También Deulofeu, Iago Aspas e incluso Gameiro garantizaban esa posesión permanentede unos anfitriones que se sentían a gusto sobre el campo. Y lo transmitían a sus aficionados, que a pesar del frío y del resultado de la ida disfrutaban con lo que estaban viendo sobre el césped.

El Granada, en cambio, entendió muy pronto que aquello no iba con ellos. El equipo de Joaquín Caparrós bastante tiene con pensar en el partido de Liga más inmediato, aunque sea el Atlético de Madrid el rival que le depara el calendario. Más aún cuando le llegó un aluvión de centros y de saques de esquina por parte de un Sevilla que evidenció desde el principio su afán por no tener que sufrir en ningún momento en una cita que se podía poner desagradable en caso de algún contratiempo inesperado.

Con semejantes planteamientos era bastante lógico que el marcador se pusiera aún más favorable a los blanquirrojos con prontitud. La primera opción le llegaría a Iago Aspas en el minuto 6, cuando Gameiro lo habilitaba dentro del área para que pudiera quitarse el mal sabor de boca de las opciones que supo buscarse en la ida y que no acabaron en gol sencillamente porque el fútbol es así. El gallego tampoco acertó en esta ocasión, pero daba igual, no tardaría mucho en evidenciar que no participa porque el entrenador considera que tiene mejores opciones y no porque él no tenga calidad. Iago Aspas era uno de los ejes por los que el balón circulaba con rapidez y enorme precisión.

Así, precisamente, llegaría el primer gol del litigio. Ni siquiera se habían consumido 20 minutos cuando Fernando Navarro otea el horizonte y ve que Gameiro lanza uno de esos desmarques al filo del fuera de juego que lo encumbraron en sus tiempos del Lorient. Pase perfecto del lateral catalán al sitio justo y no menos bella es la definición de un Gameiro que coloca el interior del pie para desviar la pelota a la red. El Sevilla ya estaba por arriba y cualquier posibilidad de un susto se antojaba entonces como una auténtica quimera.

Más utópica sería aún cuando, diez minutos después, una de las numerosas acciones a balón parado que siempre ejecutó Deulofeu con una enorme calidad se dirigió hacia la testa de Iago Aspas. Remate con mucha intención del gallego en una parábola que deja al bajito Roberto sin opciones de alcanzar el balón. El Sevilla había finiquitado aquello, si no lo estaba ya desde seis días antes en Granada, con prontitud.

El resto del partido tenía que servir como un entrenamiento, como la posibilidad de ir ajustando piezas entre los menos habituales en las alineaciones de Unai Emery con vistas a los momentos, que los habrá, en los que se hagan necesarios. Por ejemplo, Sergio Rico evidenciaba sobriedad y no tener ningún problema para sacar la pelota con el pie cuando los granadinistas osaban acercarse a él; Diogo Figueiras buscaba asociarse con Deulofeu por la banda derecha; Kolodziejczak demostraba que sabe jugar al fútbol y que la cuestión, peliaguda por cierto, es conseguir que se convierta en un central en sus automatismos; Fernando Navarro corroboraba que siempre rinde de manera notable; Coke disponía de un partido más para sentirse cada vez más a gusto como un medio centro; Deulofeu volvía a reivindicarse con un fútbol más maduro y profundo en ese camino para dejar de ser imprevisible para sus propios compañeros; Denis Suárez sigue buscándose a sí mismo para volver a encandilar gracias a su clase y ahora pelea muchísimo más; Iago Aspas demostraba que es mucho más que un goleador y que es un segundo delantero con habilidad para abrirle caminos a sus compañeros; y de Gameiro qué se puede decir que ya no se sepa por su calidad cuando dispone de espacios.

La versión B del Sevilla funcionó e incluso se hizo bastante divertida para los aficionados que acudieron al Sánchez-Pizjuán en una de esas noches que muchas veces se convertían en un calvario para quienes osaban a desafiar al frío en las gradas del estadio. La consecuencia es que el Sevilla jugará los cuartos de final y que Emery sabe que dispone de mil combinaciones posibles.

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