Casillas, dos homenajes y un entrenador

Platini le entregó la copa a Casillas en 2008; Arconada se la 'entregó' a Platini en 1984. Palop desagravió al portero y Sergio Ramos rindió homenaje a Puerta. Luis de verdad que fue el entrenador del España Fútbol Club y ¿quién se acuerda de Raúl?

Jesús Ollero

29 de junio 2008 - 23:00

Cuando Casillas, el mejor portero del mundo digan lo que digan, recogió el trofeo que corona al campeón de Europa, la historia dio varios giros de los que hacen temblar la voz. Primero, porque la copa era la misma, pero distinta. Segundo, porque España no se la llevaba sin más. Se la llevaba con un fútbol que será recordado y con un estilo muy personal que le hizo recordar su historia y también su desgracia.

Todo parecía nuevo. Hasta la copa. El nuevo trofeo, 18 centímetros más alto y dos kilos más pesado, es de suponer por aquello de poder levantarlo en plan festejo desmelenado, fue diseñado por Arthus Bertrand en 1960 y llamado Henri Delaunay en honor al que fuera presidente de la Federación Francesa de Fútbol e ideólogo del torneo.

Todo se volvió, si no antiguo, sí emotivo. Casillas, de manos de Platini. Platini, de manos de Arconada. La vida retrocedió 24 años. Al Práter desde el Parque de los Príncipes. De París a Viena. El portero que metió a España en una final a la que no estaba invitado sería sin embargo recordado por un error en una falta lanzada por el astro galo. Palop, un portero excepcional cuyo premio era estar en Austria, le quitó a Arconada el mayor peso que jamás tuvo el antiguo capitán de la selección. Se puso su camiseta para recibir su medalla de Platini. Le explicó el por qué. El francés le miro displicente, poco interesado, más centrado en agilizar la ceremonia. Ahí lo llevas, le diría Palop. Como si le hubiera parado un penalti con la camiseta de Arconada.

Sergio Ramos, uno de los andaluces de la selección junto a Reina, Marchena, Juanito y Güiza, le dio el toque más personal a la ceremonia. Por descontado que todos recordaban al ausente, pero el sevillano no recibió su premio con la camiseta de la selección nacional. Se puso una camiseta blanca con la imagen de Antonio Puerta delante y su número 16 detrás. Detalles, al cabo, que dicen mucho de una selección que es mucho más equipo que selección y mucho más grupo que combinado.

Dos homenajes el día en que el fútbol español cerraba un círculo que deseaba cerrar desde hace años. Lo hizo con Luis Aragonés Suárez al mando. El seleccionador del España Fútbol Club, como dijeron algunos cuando llegó. El de la gran sentada. Los mismos que le quisieron echar cuando se torció la clasificación y la ausencia de Raúl aún levantaba ampollas, los mismos que le buscaron sustituto hasta que la Federación lo tuvo hasta apalabrado. ¿Qué hemos ganado con Raúl?, le gritó el seleccionador a un aficionado que le increpó hace algún tiempo. ¡Qué lejos parece ya todo eso! En realidad, nada. La historia quizás no fue justa con Raúl. Pero sí lo ha sido con la generación posterior y con el entrenador más prestigioso que tuvo el fútbol español. Al borde de los 70, la puerta grande es suya.

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