Carolina Marín, la superheroína de voluntad inquebrantable
Huelva/Carolina Marín ha sido reconocida este miércoles con el Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2024, una distinción sólo al alcance de las leyendas del Deporte. La onubense es una leyenda viva por un palmarés que la coloca como la mejor de la historia en el bádminton, pero además por encarnar admirables valores y hacer gala en repetidas ocasiones de un enorme afán de superación ante muchas adversidades.
Carolina Marín (Huelva, 1993) es una superheroína de voluntad inquebrantable, querida y admirada por ser vivo ejemplo de valores como el esfuerzo, la ambición y la resiliencia. Su descomunal carácter competitivo, su desbordante ilusión y ejemplo de lucha la han convertido en uno de esos pocos elegidos que escriben la historia con sus pasos.
Tras el popular lema propio del ‘Puedo porque pienso que puedo’ está la faraónica construcción en lo físico, técnico y mental de una superdeportista que se ha reinventado todas las veces que ha sido necesarias, que se ha levantado tras cada derrota y cada revés, en el deporte y en la vida, y ha triunfado muchas veces.
Ella sola en la pista, pero con el respaldo de todo su equipo de trabajo, ha abierto para todo un país una vía hacia un deporte hasta entonces escasamente conocido y practicado. Como un Moisés ha separado las aguas de los océanos para que otros la sigan con fervor.
Con 30 años es toda una maestra en el arte de la resurrección. El año pasado disputó al final de un Mundial y este está ganando torneos tan prestigiosos como el All England de camino a los Juegos Olímpicos de París 2024, pero aún quema un infierno de tres años, en los que encadenó calvario tras calvario.
En 2019 se rompió por completo su rodilla derecha. En julio de 2020 falleció su padre y en 2021 tuvo las mismas fatales consecuencias en su rodilla izquierda. Eso le impidió competir en el Mundial disputado en su casa, en Huelva, en el Palacio de Deportes que lleva su nombre, donde fue feliz proclamándose campeona de Europa en 2018.
Tuvo reconstruirse desde los cimientos, ser prudente, paciente y a la vez seguir alimentando su espíritu competitivo para no desfallecer. Su rostro es el del éxito pero también el de un ave fénix. Grandes titanes del Olimpo del deporte ha caído irremediablemente a causa de las lesiones, que han puesto el punto final a sus carreras.
Es el enemigo que más teme cualquier deportista y Carolina Marín le ha mirado a los ojos en dos ocasiones y se resiste a que no sea ella quien decida cómo despedirse del deporte en activo. Ahora mismo ese momento parece lejos, porque muestra una gran versión de sí misma y con toda la convicción del mundo va a por medalla en París.
La historia de Carolina comienza en Huelva, en la barriada de Santa Marta, donde esa niña que iba a clases de flamenco dio un giro transcendental a su vida sin saberlo entonces al cambiar los taconeos por raquetazos, los volantes del vestido por los que hace volar a gran velocidad. Acompañó a una amiga por probar en los entrenamientos del Club Bádminton IES La Orden y comenzó su meteórica carrera hacia la cima.
Su capacidad de aprendizaje en lo técnico, su potencia física, su carácter ganador sorprendió a sus entrenadores. Paco Ojeda, actual director deportivo de la entidad, vio en ella un diamante en bruto que comenzó a pulir y que continuó siendo tallado en el Centro de Alto Rendimiento Joaquín Blume de Madrid con su técnico desde entonces a la actualidad, Fernando Rivas. Su padre deportivo guió a esa joven con una nueva vida en Madrid, con sus progenitores, familiares y amigos a cientos de kilómetros.
Con 21 años ganó su primer Mundial y desde entonces sus hazañas son innumerables. Fue oro en los Juegos Olímpicos de Río (2016), trimcampeona mundial (Copenhague 2014, Yakarta 2015, Nankín 2018) y también subcampeona mundial (Copenhague 2023).
Además es siete veces campeona de Europa (Kazán 2014, La Roche-sur-Yon 2016, Kolding 2017, Huelva 2018, Kiev 2021, Madrid 2022 y Saarbrüken 2024) y campeona de los Juegos Europeos de Tarnow (2023). A esto suma numerosas victorias en torneos de todo el mundo, donde es un ídolo de masas.
Paradójicamente la reina del planeta bádminton no proviene de ningún de esos países, en su mayoría asiáticos, que son potencia en esta disciplina, con millones de practicantes. Ella es la excelencia y la excepcionalidad.
Huelva es gracias a ella, y también a su club de origen, tierra de bádminton, una escuela de campeones. Carolina consigue que la provincia es conocida por un motivo más que su historia, sus paisajes y gastronomía. Ella es emblema de un lugar que ama, de la que es su mejor embajadora.
Está enamorada de su ciudad, de su gente, del barrio obrero, de la playa del Portil, de El Rocío, de sus gambas y su jamón. Es aquí donde descansa la guerrera, donde despliega la sonrisa más amplia, donde todo cobra sentido antes de iniciar nuevas aventuras.
Carolina es una pionera, como lo fueron en su momento en el deporte español Ángel Nieto (motociclismo), Severiano Ballesteros (golf), Manolo Santana (tenis) o Francisco Fernández Ochoa (esquí). Pero esta vez esta pionera llegó a la gloria antes que los hombres.
Es un referente indiscutible, como lo es su gran ídolo, Rafael Nadal, con quien comparte una nómina inigualable de éxitos, una personalidad arrolladora en la pista y también la cruz a cuestas de las lesiones. Pero ambos siguen haciendo camino al andar.
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