Bonito no ganaba; sólido ya son tres (1-2)

Liga bbva

El Sevilla se quita parte del mal sabor copero con una victoria de prestigio ante el piropeado Villarreal. Los hombres de Emery supieron llevar el partido a su terreno para sacar provecho de su mejores armas.

Bonito no ganaba; sólido ya son tres (1-2)
Bonito no ganaba; sólido ya son tres (1-2)
Francisco José Ortega

21 de diciembre 2013 - 17:45

La mutación del Sevilla de Unai Emery lo sigue llevando a la zona más noble de la tabla clasificatoria. Después del petardazo de la Copa del Rey ante el Racing de Santander existía mucho interés por comprobar cómo repercutía éste en la plantilla nervionense, pero la reacción no pudo ser más brillante. Amparado en esa solidez con la que se viene manejando en los últimos tiempos, el cuadro sevillista ganó en una plaza extremadamente complicada como Villarreal y lo hizo con solvencia, con autoridad incluso. Es cierto que no volvió a jugar un fútbol brillante, que la pelota ha pasado de ser raseada todas las veces a estar demasiadas ocasiones por los aires, pero los resultados están ahí para darle la razón al método escogido ahora en detrimento del anterior.

Porque no hay que ser un matemático del nivel de Pitágoras para sacar las pertinentes conclusiones. El Sevilla se llevó poco más de un año sin saber lo que era ganar un partido fuera de casa, nada más y nada menos que un año natural, y ahora ya acumula tres triunfos consecutivos como forastero. Había quien decía que lo hizo ante el Espanyol o el Granada, rivales muy endebles al parecer para quienes gustan de ver la botella medio vacía, pero llegó el momento de rendirle visita al piropeado Villarreal y los hombres de Unai Emery fueron capaces de salir triunfadores donde no lo hicieron ni Real Madrid ni Atlético de Madrid, lo que da idea de la dificultad de asaltar semejante plaza.

No iba a ser un paseo, estaba claro, y más aún por el lastre que debe añadirles a las piernas de los futbolistas el desastre copero apenas tres días antes. Pero Emery demostró que había estudiado perfectamente al Villarreal de Marcelino García Toral y optó por la acumulación de hombres por el centro para complicar los intentos de combinación de los bajitos que visten de amarillo. Carriço volvió a integrar la pareja de medios centro con Iborra para que Cala y Fazio se ubicaran como defensas centrales pendientes de Uche y del juego de Giovani a las espaldas de los centrocampistas. Además, Rakitic también echaba una mano desde arriba y tanto Coke como Fernando Navarro apoyaban desde los costados. Menos lo hicieron Reyes, particularmente el utrerano, y Vitolo. Bacca, mientras, se ocupaba de pelearse con los defensas casi en solitario y muchas veces hasta de superarlos.

Ése fue el esquema de partida por parte de Emery, sabedor de que el Villarreal trata de buscar esas zonas a las espaldas de los pivotes para lanzar desde ahí a los huecos que se originan por detrás de la defensa. Y el Sevilla, tras un arranque titubeante, comenzó a sentirse cada vez más cómodo en esa tarea destructiva. Siempre aparecía una pierna providencial para interrumpir los intentos locales y la libreta de anotaciones no engaña. Beto sólo sufrió de verdad en una buena llegada de Trigueros al filo de la media hora del partido.

El portugués lo solventó con una buena intervención, pero sería conveniente referir que ya entonces el Sevilla había sacado provecho de su excepcional fútbol de estrategia. Porque la altura de los sevillistas, que colocan a dos gigantes como Fazio e Iborra en las dos zonas del área rival, unida a otros buenos rematadores como Bacca, Cala, Vitolo y hasta Coke, es ya un aval más que suficiente para sacar beneficios de todas las faltas y saques de esquina. Más aún si éstos son puestos en juego por especialistas como Rakitic y Reyes.

Los visitantes, por tanto, tenían ya un tanto de ventaja a su favor gracias a un cabezazo de Cala y cada vez que Gil Manzano decretaba una falta o un nuevo córner el Villarreal en pleno comenzaba a temblar. Bacca pudo anotar el segundo en un pase de Iborra en otra falta frontal. Pero, sobre todo, la imagen del Sevilla era la de un equipo muy seguro de lo que estaba buscando y de la manera con la que tenía que llegar a ese objetivo. Nada de jugar por abajo y de arriesgar, balones arriba y que las perdidas se produjeran cerca del área de Sergio Asenjo. En definitiva, que el Villarreal no pudiera golpear en las contras, su gran especialidad.

Marcelino trató de equilibrar esa superioridad de peones rojos en la zona central y metió tras el descanso a Pina por el extremo Aquino. Pero tampoco eso alteró a los hombres de Emery, que siguieron con el mismo plan y que tras el arreón inicial de los amarillos debieron agrandar la ventaja cuando dispusieron de varias faltas y córneres consecutivos. En uno de ellos Bacca estrelló un cabezazo en el larguero con todo a su favor.

No fue en esa ocasión cuando anotó el colombiano, pero sí lo haría cuando aprovechó un error de Musacchio en una jugada lanzada por Rakitic. El Sevilla cada vez se sentía más superior a través de esa solidez y de las ayudas de todos sus futbolistas del eje, pues incluir a Reyes en ese aspecto sería casi un sacrilegio. Ni siquiera el sufrimiento final que originaría el penalti y expulsión de Cala tras un error de Coke en la salida del balón, justo lo que no quería Emery, iba a deslucir esta demostración sevillista en Villarreal, pues la pelota estuvo casi siempre muy lejos de Beto en esos minutos finales. El Sevilla ha elegido el camino correcto, el de la solidez, y ahí están los números para corroborarlo. De no ganar fuera durante más de un año a hacerlo tres veces seguidas.

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