El Betis, pendiente de Mel

Todo el beticismo desea la victoria, más por su entrenador que por el equipo porque el futuro de aquél está comprometido. El madrileño apelará a una defensa de cinco y Rubén Castro será suplente.

Javier Mérida

04 de diciembre 2011 - 07:33

La actualidad lo ha conducido a un callejón tenebroso. Sólo muy al final se vislumbra algo de luz y para que ese ojo se abra debe salir triunfante de la batalla que hoy librará frente a Osasuna en el Reyno de Navarra. No nos referimos al Betis, sino al hombre que maneja sus hilos desde el banquillo, Pepe Mel, al que un contubernio de esaboriciones ha colocado en el punto de mira.

La semana sólo ha dado para hablar de eso. Ni siquiera se ha recordado que el madrileño dio en Osasuna sus primeras patadas a un balón como futbolista de Primera División, cedido por el Real Madrid y antes de hacerlo en el Castellón, su catapulta para arribar al Betis, donde se acuñó aquello de "No diga gol, diga Mel". Ese mismo hombre, con más edad y menos pelo, pero más bético, muchísimo más bético, se juega hoy la posibilidad de abundar en el sueño que lograse cuando fue llamado para sentarse en el banquillo verdiblanco.

Exculpar a Mel de la racha que asuela al Betis sería tan torpe como injusto. Si el que maneja la cosa no tiene responsabilidad alguna tras nueve partidos sin ganar con la exigua trufa de un empatito, apaga y vamonós. Pero, por supuesto, ni es el único responsable ni el principal y razones a buen seguro irán aflorando si en Pamplona, esta tarde, ocurre lo que ningún bético quiere que ocurra. Porque ésos que hoy mayoritariamente lo cuestionan albergan casi más razones que el propio Mel y que el sufrido beticismo para que éste continúe siendo su entrenador, tal es el estado caótico al que han conducido la situación con sus actuaciones y declaraciones, cada cual más zafia y desatinada que la anterior.

Es la realidad. Mel se la juega hoy más que el propio Betis, al que le quedaría un ancho recorrido antes de que mayo decida quiénes descienden a los avernos. Pero el técnico madrileño no va a pensar en él. Lo hará en el Betis pese a una semana en la que quizá haya trabajado deportivamente mejor que nunca pese a un estado anímico zarandeado por unos irresponsables cuya impericia va camino de resultar gravosa y hasta fatal para la entidad.

Ya con los cielos muy oscuros asomó el Betis por una Pamplona gélida pero libre de cualquier precipitación, fruto también de esa crisis que obliga a un viaje combinado de tren y autobús de seis horas de duración, justo las que significan tomar el AVE a las cuatro en Santa Justa y arribar al NH Iruña Park de Pamplona dobladas las diez de la noche. Lógicamente, todos esperan ver a Mel en Córdoba. Y en el Calderón. Pero eso sólo será si en Pamplona media una victoria o un empate que se adobe del adjetivo reconfortante y que haga aconsejable la continuidad de un hombre que, dicho sea de paso, mantiene al Betis en su objetivo.

Y ese hombre, José Mel Pérez, va a retocar algunos aspectos de su equipo en el Reyno de Navarra. Y lo va a hacer por convencimiento propio y no porque se lo diga ningún advenedizo o enchufado. Como ya lo hizo en Cornellà frente al Espanyol aunque le saliese mal y como, aun invisibles, ha ido dando vueltas de tuercas en su equipo sin la fortuna de hallar esa tecla que se le resiste. Su laboratorio ha desprendido humos de todos los colores estos días y hasta con tres centrales ha dispuesto su defensa, aún en la duda hoy de si la apuesta será de salida o emulará al gran Chaparro, que pertrechaba así a su equipo cuando ganaba, sufría de forma extrema y se quedaba sin aire, seña ocasional de identidad que ya acuñara el trianero en su estreno en Villarreal.

Aquí ganó Chaparro dos veces en un ratito y lo hizo jugando como le dio la gana: al contraataque y al ataque, a la mentirijilla y a corazón abierto. Por eso da igual como lo haga hoy su colega Mel. Lo que tiene que hacer es hacerlo.

Sí parece que se va a caer del once inicial Rubén Castro. El canario parece como ido, con la cabeza fuera del fútbol y en esto el que no piense en redondo, no vale. Y menos para batallas de esta índole. Quizá el banquillazo de quien mejor lo conoce le pudiera sentar bien y calidad tiene el goleador bético para salir desde el banquillo y liarla.

El resto no diferirá mucho de lo ensayado estos días, en los que Mel, a buen seguro, que ha dibujado en su mente mil y una veces los contraataques de San Mamés hace poco más de dos meses. El vértigo de Jonathan Pereira, el más que nunca referente Santa Cruz, las conducciones de Beñat y hasta la profundidad de Nacho...

Claro que enfrente no tendrá al entonces cándido Athletic sino a un equipo brioso, directo, canchero, rápido, muy atlético... De Osasuna se puede hablar igual si al fútbol le quitamos el balón, que sus virtudes nada tienen que ver con él, da igual que jueguen Ibrahima o Kike Sola, que su juego será directo con Nino tratando de aprovechar por lo que allí caiga. Tampoco es que Mendilibar tenga bajas significativas, si bien Masoud, Echaide, Sergio y Marc Bertrán no serán de la partida. Pero se recupera Raitala, quien evitará que Roversio se alinee de lateral.

Total, da igual. Osasuna siempre jugará igual, como solía el Athletic hasta la bendita locura de Bielsa. Diecisiete veces ganó al Betis en su estadio, en ocho perdió, contando las dos más recientes, y sólo en dos empataron ambos contendientes. Un resultado, las tablas, que igual al final del partido incluso abrazan los dos, ese equipo pamplonica que navega por encima de su fútbol y ese Betis que está a un peldaño de despeñarse. Y es que es lo que todos piensan que ocurrirá si Mel no sale por su propio pie de esta fría cita.

A la contra, arropado atrás quizá con tres, con mucha gente en el medio y más arropadito que solía, con las líneas juntas, y tratando de marcar primero y hasta poder cambiar un plan a regañadientes. Así se espera hoy a este Betis aquí en Navarra con todo el mundo pendiente de Mel. Ese hombre que habla en pasado pero que si hoy es capaz de llevar a sus hombres a la victoria se antoja con mucho futuro.

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