El Betis de Mel y Bosch, en descenso (5-0)

Atlético de Madrid-Betis · la crónica

Los verdiblancos se entregan a su suerte ante el Atlético en la jugada inicial y, tras tener la pelota para nada, se hunden en la segunda parte.

Foto: EFE
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Juan Antonio Solís

27 de octubre 2013 - 22:50

Pasó lo que mucho béticos temían con la espinosa visita al Vicente Calderón y el Betis de Mel, también el de Bosch, Guillén y Stosic, regresó esta madrugada de Madrid en el calabozo de los puestos de descenso, un escenario desconocido desde que en la primavera del 2011 volvió a su entorno natural, la Primera División, embarcado en aquel AVE de regreso de Tarragona. Entonces, la entidad heliopolitana, como otras veces sucedió en su singularísima historia, recuperó la categoría como un cohete, impulsada por el único carburante válido en este negocio llamado fútbol: los futbolistas. Y al frente de ellos, Pepe Mel.

Hoy, esa turbina que mueve toda SAD, el rendimiento deportivo, no está a la altura de lo que demanda el peso específico de la entidad dentro del fútbol español. El Betis no carbura, no va. Por eso ha ganado dos partidos en las primeras diez jornadas. Tan poco fútbol destilan los rayados en verde y blanco, que el Atlético de Madrid le hizo cinco goles jugando a medio gas, sin apretar a fondo.

Encajó el Betis un gol en la primera jugada del partido y recibió el quinto en la última acción. Entre una y otra jugada, estalló una dolorosa realidad: sólo dos equipos son hoy peores que los heliopolitanos en una devaluada Liga, plagada de jugadores que hace una década militarían en Segunda.

Nadie se lo quería creer, pero al final, la realidad dicta que este Betis que dignificó el fútbol sevillano la pasada campaña, ganándose con toda justicia el pasaporte europeo, apenas compite. Lo hizo en el Bernabéu, y en casa ante Valencia y Villarreal. Pero la Liga tiene una ley inapelable. En su discurrir, las carencias van aflorando. Todo el mundo acaba retratado. Y tres meses de competición han desnudado a un plantilla descompensada, con no pocos puestos que no han sido reforzados a pesar de los numerosísimos fichajes.

Es hoy el Betis un claro ejemplo de que la palabra "fichaje" no equivale a "refuerzo". Y ese mensaje es el que pareció airear el propio Mel desde que entregó al árbitro la hojilla con los once titulares y los siete suplentes. Tan cogido con alfileres está el equipo que hay que seleccionar los momentos en los que ir a muerte, competir de verdad. Y ayer no parecía el día. Otra historia será el jueves, en casa, ante el Levante. Ahí, sí.

Ese mensaje decía, sin decirlo, el equipo que saltó a la hierba. Y por eso pareció inevitable que en la primera jugada el Betis se entregara a su suerte. Saque de centro del Atlético, pared involuntaria de Jordi Figueras con Koke y séptima asistencia del nuevo internacional en el campeonato. El beneficiado, Óliver Torres, que celebró su titularidad de la mejor forma.

Otra vez el Betis inició un partido perdiendo, para dar la razón a quienes defendían que había que tirar lo de ayer y concentrar el escaso carburante para la visita de Caparrós y sus espartanos.

Por si fuera poco saltar al campo en zona de descenso, en plena crisis de juego y resultados, echando de menos al gran referente ofensivo y desestabilizado por ese debate sobre los culpables -creado por quienes aman al Betis, no se olvide-, el Betis, encima, empieza 1-0.

Ese gol de Óliver le dio la pelota a los béticos. Simeone recelaba de la velocidad de Vadillo y Cedrick y no concedió un solo contragolpe. Se dejó querer a la voz de mando de Godín y Gabi, confiando en la velocidad y potencia de ese crack que ya es Diego Costa. Y si el brasileño -o español, qué más da- no lo puso todo casi imposible justo antes del descanso, fue porque Sara sacó su brazo izquierdo y desvió un balón que se colaba.

Ya estaba lesionado el argentino en ese lance. Sufrió un golpe en la cadera en una salida ante el propio Diego Costa y tuvo que dejar su sitio en la portería a Andersen. Junto a él salió tras el descanso Jorge Molina, que relevó a Reyes.

Mel buscó entonces más presencia rematadora con dos puntas, porque la primera parte fue una palmaria demostración, una más, de que este Betis sin Rubén Castro -y sin Beñat, ni Campbell, ni Pabón- se pierde en un fútbol hueco, artificioso e inocuo. Un 4-3-3 sin medios que rompan desde atrás, con un ariete muy verde y dos extremos muy vigilados desde ese gol inicial.

El partido entró en cierta pachorra bajo los pases en corto de Matilla, la anarquía de Igiebor, el efectismo de Juanfran, las malas decisiones de Vadillo. Y la triste realidad de Chuli, engullido por dos centrales de la jerarquía de Miranda y Godín. Hasta el minuto 47 no remató el Betis, un tirito de Juanfran a las manos de Courtois.

Vista la oposición, el Atlético decidió zanjar el pleito para pensar ya en el Granada, apretó más arriba en la segunda parte y el Betis terminó de derrumbarse él solito. Villa, que está para sopa y buen vino, sentenció con dos chispazos en los minutos 52 y 57. La última media hora se hizo eterna para los que sienten en verde y blanco. La manita aviva el fuego de un debate que urge sofocar cuanto antes, el jueves ante el Levante. Lo dicenlas alineaciones y las rotaciones. Lo dice la tabla: el Betis no sabe competir hoy y por eso ha caído a zona de descenso.

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