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Ambivalente omnipresencia

Las apariciones de Rakitic por todo el campo el sábado empiezan a apuntar a una influencia excesiva del suizo. Pasó más tiempo en zona defensiva al iniciar jugadas que él mismo acababa.

Ivan Rakitic, durante el partido del sábado ante el Levante.
Jesús Alba / Sevilla

28 de enero 2014 - 05:02

El impresionante despliegue físico y futbolístico que realizó Ivan Rakitic el pasado sábado condicionó tanto el comportamiento de su equipo que resulta difícil analizar el último encuentro del Sevilla pasando por alto el rendimiento activo de su capitán. Prácticamente, esto es extrapolable a cualquier partido, pero, por la forma de plantear los encuentros de Unai Emery, tiene más incidencia en casa, y, por encima de todos los partidos hasta ahora, ante los de Caparrós esta dependencia fue mucho más acusada.

Sin ánimo alguno de elevarlo a crítica, sí conviene diseccionar las consecuencias, positivas y negativas, de otorgar tantísima importancia dentro de un equipo al maravilloso juego y fenomenal estado de forma de un solo jugador. Ciertamente, Rakitic está a un nivel superlativo y el Sevilla se beneficia de ello en cada partido por la pericia de su entrenador, que se ha acercado a lo que más interesa a su equipo con el equilibrio de hacerlo jugar algo más adelantado fuera de casa y con más posesión de pelota cuando toca jugar en el Sánchez-Pizjuán.

Pero lo cierto es que ante el Levante en muchos momentos el Sevilla dio la sensación de que Rakitic lo hacía todo. O casi todo. Pese a contar con dos centrales con una excelente salida de balón como Pareja y, sobre todo, Fazio, el suizo-croata iniciaba a menudo la jugada en el área propia, en una posición incluso más retrasada que los centrales y recibiendo directamente de Beto. Pero es que a la vez se lo podía ver acabando las jugadas en el área de Keylor Navas, siendo una especie de superhombre que se movía por todas las zonas del campo y al que todos los compañeros buscaban.

Evidentemente, esto no es malo y es cierto que Rakitic le da mucho al Sevilla a nivel de creación de juego. Por no hablar de la ejecución en las jugadas a balón parado. Pero surgen algunas preguntas que también pueden dar alguna pista de las razones por las que el Sevilla encajó tres goles en su estadio en un partido ante el Levante. Alguno dirá que si el Sevilla no ganó fue por Keylor Navas y llevará toda la razón del mundo, pero quizá sea simplificarlo demasiado y tener poca amplitud de miras.

Según las estadísticas y los campogramas que ilustran las zonas de influencia activa de un jugador, en este caso Rakitic el sábado, se puede comprobar que el capitán tuvo el balón un 41,67% prácticamente en campo propio, de los cuales un 20% puede decirse que fueron en zona defensiva, que correspondería a los centrales más que a un organizador, mucho más si se trata de un partido en casa. ¿Qué ocurre? Que ese tiempo que Rakitic pasaba fuera de su zona repercutía en los metros que debía cubrir el otro mediocentro. Emery explicó que eligió a Carriço en vez de a Iborra o M'Bia porque tiene más capacidad táctica para guardar la posición, pero se da la circunstancia de que el portugués, precisamente quizá por eso, es el menos dinámico y al que le cuesta más realizar cruces largos con muchos metros libres. Cuando Rakitic se descuelga hacia delante podría entenderse que lo ideal fuera un pivote puro de posición, pero si se descuelga tanto hacia atrás se hace el recorrido inverso. Lógicamente, el balón se arriesga menos en esas posiciones, pero también es cierto que son metros en los que son más peligrosas las pérdidas.

Rakitic, habitualmente un futbolista muy sacrificado en lo físico, recorrió el sábado una distancia superior a los doce kilómetros y fue, sin duda el jugador que más desgaste hizo por su omnipresencia. Además, llevó a término el 86% de los pases que intentó (65 de 76), algunos sensacionales y de larguísima distancia. Unos datos espectaculares que explican su presencia en todos los rincones del campo y que piden -también- un ajuste para equilibrarlo.

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