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Adiós al hombre que más pimienta echaba a los derbis

Fallece Ruiz Sosa, un futbolista que inscribió su nombre en oro a través de muchos capítulos de la vida del Sevilla · El funeral será esta tarde en su Coria natal (16:30)

Ruiz Sosa, flanqueado por otros ex jugadores, Ramoní y Arza, en el homenaje a éste de junio pasado.
Luis Carlos Peris / Sevilla

13 de diciembre 2009 - 05:02

Un cáncer de páncreas demoníaco acabó con la vida de un futbolista que fue emblemático en la historia del Sevilla cuando contaba setenta y dos años de edad. Manolo Ruiz Sosa es, indudablemente, un futbolista muy principal en la historia de un club que fue su club, su único club, y que está, de propio derecho, en el escaparate principal de su club, que es, ha sido y será por siempre el Sevilla Fútbol Club.

Coriano desde que viese la primera luz el 10 de abril de 1937, Manolo nació para, simple y llanamente, jugar en el Sevilla, en aquel club que copaba toda la importancia en unos años, los cincuenta, en que era santo y seña de una inmensa zona de influencia. Curtido en los partidos que se jugaba entre los diversos equipos que conformaban esa Baracaldo del Sur que siempre fue Coria, arribó en el año 54 en un Sevilla juvenil que jugaba sus partidos en el Subcomité, un campo aledaño al viejo Nervión, y que era dirigido por dos figuras tan señeras del club como Guillermo Campanal y Pedro Alconero.

En aquel equipo tuvo Manolito -Ruiz Sosa fue Manolito hasta ayer mismo, el día de su última despedida- tanto predicamento que, tras una cesión a su Coria querido, fue objeto de deseo para un Helenio Herrera que iba llevar al Sevilla hasta el subcampeonato de Liga en una 56-57 que iba a ser indudable punto de inflexión en la historia del club sevillano.

Puede decirse que Helenio Herrera fue un hombre clave en la vida de Manolo Ruiz Sosa, pues así que fue quien lo hizo debutar en el primer equipo del Sevilla, no iba a ser de otra manera que el que le daría el mayor sofocón de toda su carrera. Después de haber sido piedra angular de un Sevilla que combinó los claros con los oscuros, Ruiz Sosa iba a ser uno de los futbolistas que conformara la lista de la mejor España que vieron los tiempos, la que iba a afrontar el Mundial de Chile en 1962.

Era Helenio Herrera el hombre que manejaba aquellos muñecos y tras una inacabable concentración donde el Nervión emboca el mar, en la paradisíaca localidad vizcaína de Algorta, H.H. dejaba a Manolito fuera de la lista de convocados para el Mundial de Chile. Y por ahí se perdió nuestro hombre, ya que sacó la lengua a pasear y nunca más iría a defender la camiseta patria. Cinco veces fue internacional absoluto Ruiz Sosa y en todas coincidió con un amigo del alma con el que había colisionado en varios derbis de distinto signo, Luis del Sol. Y es que Manuel se tomaba los partidos con el Betis como se los hubiese tomado cualquier sevillista, sobre todo tras aquel 2-4 que fue la piedra inaugural de la bombonera blanca. Un 1-4 en Heliópolis con gol suyo fue una tarde que ni soñada por aquel coriano que afrontaba cada derbi como si en él le fuese la vida.

Punto determinante en la vida de este coriano que ayer nos dejaba fue cómo se tomaba los partidos con el Betis y, sobre todo, los emparejamientos su amigo del alma. Admirador a carta cabal del bético, se da el caso anecdótico de que las cinco internacionalidades del coriano, más otra con la B, fue con Del Sol como compañero, su objetivo en tantos enfrentamientos. Que hay que ver la cantidad de veces que el coriano quiso ponerle grilletes a su amigo y la de veces que el amigo supo desbridarse de ellos.

Puede decirse que el día más grande de nuestro hombre fue en un España-Argentina librado en Nervión el 11 de junio de 1961. Fue cuando dejó sin opción alguna al gran Sanfilippo para que nuestro equipo saborease por vez primera a qué sabe ganarle a los argentinos. Inglaterra, Austria, Argentina y Marruecos en dos ocasiones son las participaciones de Manuel con la absoluta, mientras seguía defendiendo la camiseta blanca del Sevilla para vivir en junio del 62 la mayor frustración jamás conocida, la de perder una final de Copa que estaba ganada ante el Madrid de Di Stéfano y… de Luis del Sol, una especie de alma gemela con la que tantas veces coincidió para lo bueno y para lo malo.

Jugó con el Sevilla desde el 56 al 64. Ese verano del 64 se fue a un Atlético de Madrid que acababa de ser asumido por un presidente que entraría en la historia, Vicente Calderón. Tras la contratación de los béticos Colo, Luis y Martínez, Otto Bumbel decidió trasvasar a Manolo del Sevilla al Atlético y de rojiblanco ganaría la Copa del 65 y la Liga del 66. En el 68 se iría al Granada y una grave lesión le pondría fin a su vida de futbolista. Luego fue entrenador ejerciendo en equipos como Jaén, Oviedo, Córdoba o Granada, ejerció de auxiliar en su Sevilla del alma a las órdenes de su amigo Luis Aragonés desde 1993 a 1995, estuvo en el equipo que Monchi configuró para hacer grande al Sevilla hasta que hace tres años se jubilaba y ayer nos decía adiós el hombre que, más que ningún otro, supo echarle pimienta a cuanto derbi librasen el Sevilla y el Betis, su enemigo más encarnizado.

Esta tarde, a las cuatro y media, se oficiará en la coriana Parroquia de La Estrella el funeral. Luego, una de las leyendas sevillistas descansará para siempre en el cementerio de su tierra más querida.

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