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Breve tratado sobre la estupidez humana | Crítica
Breve tratado sobre la estupidez humana. Ricardo Moreno Castillo. Prólogo de Francesc de Carreras. Fórcola. Madrid, 2018. 120 páginas. 12,50 euros
Historiador de la ciencia y estudioso y divulgador de la filosofía, el matemático y ensayista madrileño Ricardo Moreno Castillo pertenece a esa vieja estirpe de catedráticos de instituto que entendía su labor con un alto grado de exigencia y asistió espantada, desde la primera línea de las aulas, al progresivo deterioro de la educación pública, cuyos males ha denunciado en obras como el Panfleto antipedagógico o La conjura de los ignorantes. Algunas de sus opiniones sobre la enseñanza, como la que previene contra las ideologías en favor de las ideas, que al contrario que las primeras sirven para pensar y no conforman doctrinas inamovibles, reaparecen en este lúcido y bienhumorado opúsculo donde arremete contra "la estupidez y sus derivadas", entre las que el autor incluye la hipocresía, la intolerancia, el fanatismo o la ambición desmedida. Moreno Castillo menciona al comienzo el llamado principio de Hanlon, según el cual "no se ha de atribuir a la maldad lo que pueda ser explicado por la estupidez", pero desde otra perspectiva lo argumentaba mejor el gran Bertrand Russell en la cita que abre el Tratado: "Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se debe a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas".
La duda, en efecto, base del escepticismo, distingue a las personas razonables de los bobos que se consideran en posesión de la verdad, pero esto, matiza el autor, no quiere decir que no dispongamos de algunas certidumbres y frente a ellas se sitúan los dictados de la moda, el papanatismo o el imperio de la corrección política. Con ironía, sentido común y talante combativo, Moreno Castillo parte de otras citas de Cicerón, Goethe, Montaigne o Chesterton para ejemplificar distintas formas actuales de estupidez a la vez que propone, en el epílogo, algunas formas de combatirla. Todos tenemos, dice, algo de tontos, sea en parte o a ratos, pero existe además el peligroso "tonto a tiempo completo". Aunque no sean incompatibles, la estupidez es más dañina que la maldad. No hay, como afirmaba Unamuno, tonto bueno.
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