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Sin Dios. Bernardo Díaz Nosty. Editorial Renacimiento, colección Espuela de Plata. Sevilla, 2023. 296 páginas. 21,90 euros.
En el vasto repertorio de genocidios silenciados y arrinconados en la indiferencia de la Historia, el del pueblo selk’nam destaca por su crueldad y su rango de representatividad en América Latina. Los selk’nam, descendientes de los primeros habitantes de la Tierra del Fuego que acamparon en la región cuando, al final del Pleistoceno, aún estaba unida a la Patagonia, fueron el pueblo amerindio más numeroso de la Isla Grande hasta finales del siglo XIX. Entonces, colonos argentinos, chilenos y británicos perpetraron el exterminio de la población, que se prolongó hasta las primeras décadas del siglo XX y que se saldó con un genocidio de ejecución tan eficaz como terrible: los últimos selk’nam, descendientes de los pocos que sobrevivieron a las matanzas y fueron deportados a distintas áreas del continente americano, fallecieron en los años 70. Además de los colonos ganaderos y buscadores de oro, mercenarios alentados por los estados implicados participaron en una ejecución en masa que adquirió para los criminales tintes de competición deportiva, a la manera de prácticas de tiro. Especial relevancia tuvieron en esta empresa las distintas misiones religiosas que, como la de la Candelaria, se asentaron como primera avanzadilla para la erradicación de las costumbres selk’nam: ante la negativa rotunda de los habitantes legítimos de abrazar la nueva fe, y en pleno auge de las desquiciadas teorías racistas que campaban a sus anchas entre las élites intelectuales europeas, se decretó un grado de humanidad insuficiente entre los aborígenes, cuya caza quedó así exenta de veda. En 1889, la Exposición Universal de París mostró a sus visitantes dos familias selk’nam como ejemplares enjaulados de tan fascinante estirpe.
La limpieza y rapidez con la que se completó el genocidio hicieron de los selk’nam pasto del olvido, entre la leyenda y la nómina de accidentes colaterales que atesora la civilización occidental. Sólo recientemente ha podido disponer el lector de una bibliografía amplia e interesante (cabe destacar entre los últimos títulos Selk’nam. Genocidio y resistencia de José Luis Alonso Marchante, publicado el año pasado por la Editorial Txalaparta) a la que se incorpora ahora Sin Dios, la novela del escritor, profesor y periodista Bernardo Díaz Nosty (Valladolid, 1946) que recientemente ha publicado la Editorial Renacimiento en su colección Espuela de Plata. Resulta harto interesante, de entrada, el modo en que Díaz Nosty ha optado por escribir una novela (la tercera en su trayectoria literaria) dotada a su vez de un riguroso, extenso y a la vez ameno aparato documental, incluido el abundante material gráfico, en una estimulante puesta a prueba de las convenciones al uso. En cuanto a la ficción, el autor lleva a Punta Arenas a finales de los años 20 a un soldado español, Juan Pertierra, desertor del acorazado España y desahuciado por tanto de la Historia; allí conoce a la selk’nam Veronika Milch, adoptada por un matrimonio de colonos alemanes, con quien comparte una historia de amor fiel a la mejor tradición de las novelas de aventuras. A través de Milch, otra desterrada sin brújula, Pertierra conoce la sangrienta extinción de los selk’nam y emprende una investigación no exenta de peligros en la que Díaz Nosty, reconocido investigador académico en la Universidad de Málaga, recrea con suficiente distancia la que él mismo pudo desarrollar en Chile cuando conoció de primera mano la triste suerte de los selk’nam. Así, mediante una narración en primera persona que no duda en evocar a Melville y Conrad, la documentación encuentra su cauce más oportuno en una obra que rinde homenaje sincero a las posibilidades testimoniales de la ficción. En todo caso, Díaz Nosty aprovecha los instrumentos propios de la novela y la investigación periodística para calibrar un relato de poderosa significación divulgativa.
Así, acontecimientos como la matanza de la misión de la Candelaria en 1886 o la brutal represión de las protestas obreras en la Patagonia a comienzos de los años 20 encuentran en Sin Dios el mejor cauce para su exposición merced a la voz rota y desamparada de Juan Pertierra, al igual que personajes históricos como el padre Martin Gusinde (principal difusor de las teorías raciales que justificaron el genocidio) y el cazador de origen alemán Julius Popper, a quien se considera primer ejecutor en el genocidio de los selk’nam. Los agentes en juego, eso sí, están construidos con las suficientes paradojas y contradicciones que sólo la novela es capaz de sintetizar en su revisión de la realidad: “A medida que fui depurando una historiografía de visiones contrapuestas, encontré luces y sombras que habían fijado en la memoria, de forma casi indeleble, los protagonismos centrales, que no siempre se compadecían, a mi modesto entender, con el sentido lógico de los acontecimientos y pedían ser tratados con el disolvente universal de la narrativa”, explica el propio Díaz Nosty en su prólogo. El resultado, conmovedor e ilustrativo, invita a recordar que el corazón de las tinieblas es aún más vasto de lo que intuíamos.
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