El regreso de Juan Sierra
Coeditan El Paseo y el Cicus
La exquisitez y calidad de este poeta de la generación del 27, vinculado a la revista sevillana 'Mediodía', quedan fijadas en el volumen de sus obras completas a cargo de José María Rondón
Sevilla/Fue un poeta y escritor de la generación de la revista sevillana Mediodía y su ánimo por lo nuevo lo convirtió en miembro de pleno derecho de la contundente generación del 27. Sin embargo, por descuido o negligencia su producción no recibió en los últimos años la atención editorial y cultural que merecía y de ahí que las Obras Completas de Juan Sierra que coeditan El Paseo y el Centro de Iniciativas Culturales (Cicus) de la Universidad de Sevilla, en una encomiable edición del periodista y escritor José María Rondón, constituya uno de los más felices rescates literarios del año que acaba.
Los lectores tienen de nuevo acceso a sus poemas y prosas en una propuesta acorde con su calidad, "que es mucho mayor de la que se le atribuye", juzga David González Romero, director de El Paseo. Y es que, desde su último título publicado póstumamente -la reunión de sus poemas realizada por La Veleta en 1992- sólo podía leérsele gracias a las librerías de viejos o en poemas sueltos, generalmente, los de temática religiosa o cofrade. Ahora, este volumen de más de 600 páginas "trata de devolver a Juan Sierra de forma integral al campo de juego literario", según José María Rondón, y para ello reúne los cinco libros que publicó junto con material suelto o que permanecía inédito en su archivo personal. La obra comprende sus cuatro poemarios (María Santísima, 1934; Pasión y cáliz de Sevilla, 1944; Claridad sin fecha, 1947, y Álamo y cedro, de 1982); su libro de prosas (Sevilla en su cielo, 1984), más un conjunto inédito de poesías y artículos periodísticos "reunidos gracias a una intensa labor hemerográfica y a la generosidad de sus tres hijos, Juan, Ignacio y Joaquín, en cuyas manos está el legado del autor", añade González Romero. Todos los poemas proceden de sus ediciones originales, salvo María Santísima, para la que se ha elegido la tercera y última de sus versiones -que salió en 1970 en México D.F.- al ser "de plena satisfacción" para su autor.
En su texto introductorio Juan Sierra, exquisito en la penumbra, Rondón reivindica a Sierra como uno de los fundadores de Mediodía, la revista literaria cuya idea inicial hay que atribuir a Alejandro Collantes de Terán. "A Juan Sierra siempre le interesó el importante calibre cultural de una aventura que puso en hora a las letras sevillanas con lo que se hacía fuera de ella, en España y en Europa. Ese ánimo por lo nuevo les costó a sus integrantes cierto desprecio de sus contemporáneos -les llamaban los manicomiables, recordaría Sierra en más de una ocasión- y una dura supervivencia como publicación, dados los graves problemas económicos que atravesó. El propio Romero Murube señaló que se vendían veinte y se regalaban quinientos... Pero su valor literario está fuera de toda duda: no fue ninguna casualidad que los poetas del 27 eligieran Sevilla para homenajear a Góngora", insiste Rondón.
Como todos los miembros del Grupo Mediodía, Juan Sierra se instaló a favor del bando de los sublevados al estallar la Guerra Civil; "algo nada extraño si se tiene en cuenta su buena posición social y su entorno familiar: era hijo de un general de artillería". Al estallar la contienda, Sierra sumaba ya 35 años y hacía más de una década que había sacado su plaza de funcionario del Ministerio de Hacienda. Pero nunca hizo carrera en el régimen, como sí ocurrió con otros compañeros de generación. "De la lectura de sus artículos periodísticos cabe fijar una evolución desde un cierto entusiasmo inicial, perceptible en las piezas que publica en el periódico F.E. que rescatamos en esta edición, a una general indiferencia por los asuntos políticos, si exceptuamos una evidente incomodidad con la dictadura ante las dificultades, por ejemplo, para leer a Machado y Lorca", contextualiza Rondón.
"Siempre se dice que la revista Mediodía fue una vuelta al orden frente a los excesos de la experimentación vanguardista. Cuando llegó la guerra todos ellos, Llosent, Romero Murube, José María del Rey, Diez Crespo, Laffón, Halcón y el propio Sierra hicieron una revuelta al orden, como muchos otros venían haciendo en Madrid, y en adelante sólo mantuvieron un sotto voce de su antigua alegría. Quizás Sierra no supo acomodarse a los nuevos tiempos que había abrazado y se dio media vuelta al barrio de San Gonzalo", considera González Romero.
A Sierra siempre se le ha leído parcialmente, situando el foco en la vertiente religiosa de su producción. "Por un lado", apostilla Rondón, "es bien cierto que sus poemas dedicados a las imágenes devocionales sevillanas tienen una calidad que está a años luz de lo que generalmente se ha escrito sobre el tema. Basta leer el poema que le dedica al Cristo del Calvario en Álamo y cedro para descubrir al que, con toda probabilidad, sea el mejor poeta de la Semana Santa de Sevilla. Pero a toda esa artillería sumó otros muchos intereses, a menudo de surco autobiográfico, que expresó con un claro dominio de las formas clásicas o con un irracionalismo de sello personal".
Esta edición confirma que, más allá de la excelencia de su poesía de tono sagrado, en la obra de Sierra aparece como hilo conductor una incansable reivindicación de lo puramente humano. "Igual que agita los recuerdos de infancia y juventud, como el poema que dedica a su madre o las bombardeos de la Guerra Civil, explora el deseo, descubre el amor o celebra y añora la amistad... Él encontró en la escritura la mejor manera de estar en el mundo", afirma Rondón.
Es clave el rescate que se ha realizado de la antología Sevilla en su cielo, publicada en 1984 y su único libro en prosa, donde fija literariamente una de las visiones más acertadas de la ciudad. Para González Romero, Sevilla en su cielo "está a la altura de La ciudad de Chaves Nogales o de los grandes textos dedicados a Sevilla de Romero Murube en calidad literaria, temáticas y reflexiones". Las prosas reunidas también atienden a la presencia de la escritura de Sierra en periódicos de Sevilla y Madrid desde los años 30, donde se revela como un particular analista político y como un fino crítico cultural.
Ante el material reunido no resulta extraño que, cuando Jorge Luis Borges visitó la capital andaluza en 1984 con motivo de un seminario organizado por la UIMP, preguntara por él y dijera que lo consideraba "el mejor escritor de Sevilla". Sobre su huella vanguardista, el propio Sierra llegó a confesar que escribió su primer libro de poemas, María Santísima (1934), influido por Gerardo Diego aunque probablemente el poeta cuyo magisterio más acusó fue Juan Larrea, con quien coincidió en sus postulados vanguardistas, al margen de sus compañeros de la revista Mediodía. Sierra comenzó a escribir "por los amigos que me rodeaban" y su debut con María Santísima fue publicado por Mediodía a expensas del autor.
Exquisito siempre en la amistad, Sierra sintió profundamente la muerte prematura de Collantes de Terán (con treinta y pocos años) y estuvo cerca vitalmente de Romero Murube, Rafael Porlán, Rafael Laffón, Eduardo Llosent, Manuel Halcón, Pablo Sebastián... "También forjó relaciones con algunos de los miembros de la Generación del 27, como Jorge Guillén, Rafael Alberti y Gerardo Diego, de los que queda rastro en cartas y documentos personales. Lector voraz, fueron muchos los clásicos castellanos que admiraba y llegó a enumerarlos en alguna entrevista: Cervantes, San Juan de la Cruz, Garcilaso, Quevedo, Fray Luis de Granada, Fray Luis de León... Y también citó el impacto que le produjeron Rilke y Thomas Mann, además de los poemas de los hermanos Panero (Juan y Leopoldo), Luis Rosales, Lorca, Cernuda, Alberti, sin olvidar los ensayos de Ortega y Marañón", resume Rondón.
Un buen número de sus poemas inéditos se conservaban archivados en el despacho del poeta, en su casa del barrio León, donde los editores hallaron recortes de periódicos y páginas mecanografiadas en diversas carpetas, y el boceto de sus dos últimos libros: Álamo y cedro y Sevilla en su cielo. De ahí procede además el material incluido en el cuadernillo gráfico del volumen: medio centenar de imágenes que revelan sus etapas vitales y aspectos relevantes sobre las ediciones, como las ilustraciones que la artista Elvira Gascón hizo para la edición mexicana de María Santísima. También se reproducen documentos que arrojan nuevos datos sobre su biografía (su etapa militar, por ejemplo) o sus aventuras literarias de juventud, como una "postal galante" firmada junto a Laffón y Romero Murube que da cuenta de la cena con la actriz Pola Illéry o una carta dirigida a Porlán donde le informa de que había concluido "un argumento para guión de cine".
Otras imágenes inéditas o poco conocidas de los integrantes de Mediodía confirman, según Rondón, que Juan Sierra poco o nada tiene que ver con esa imagen casi de "ermitaño" que de él a menudo se ha ofrecido pues cuidó al máximo sus amistades y, al final de sus días, se convirtió en una referencia para los jóvenes escritores sevillanos que acudían a su casa en busca de consejo.
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