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En el nombre del nombre | Crítica
En el nombre del nombre. VV.AA. Edición de Ricardo Álamo. Deculturas Ediciones. Sevilla, 2022. 152 páginas. 10.00 euros
Toda palabra incluida en un libro puede entenderse como una causa que desarrolla un relato, en el sentido más amplio de la palabra relato. Pero hablamos no sólo del contenido, de lo que leemos en la página. También el apellido del autor o de la autora de una obra desencadena una historia. También esas palabras pueden ser causa literaria.
Esta lectura tan singular es el resumen de En el nombre del nombre, libro publicado por Deculturas Ediciones. Con prólogo de José Luis Trullo y epílogo de Ricardo Álamo –este último responsable de la edición-, el volumen recopila breves textos de diferentes autores. Entre otros, leemos a Miguel Albero, María Alcantarilla, Enrique García-Máiquez, Fernando Iwasaki, Yolanda Morató, Jes Lavado o Rafael Pérez Foncea. No hay una intervención, de estos nombres, que no tenga su gracia, su reflexión, su anécdota convertida en excelente literatura. Por la forma de contar. Por la forma de tratar esa materia literaria que contiene el apellido.
"Inmersión en el yo nominal para qué cosas delata", sostiene Ricardo Álamo. Esa frase es el eje vertebrador del libro. Y eso encontramos. Nos sumergimos en el "yo nominal" de la escritora María Alcantarilla, cuyo apellido, sin desvelar demasiado, ya adelantamos que no es español. El relato de la autora es tan extraordinario –ese final- como asombroso. Una breve historia que sin duda daría juego para la novela. No menos curioso es el testimonio del poeta y ensayista Miguel d'Ors, de quien espero escribir bien su apellido, para así no sumarme a la lista de personas que lo escribieron con errata. Algunos ejemplos nos dejan sin palabras: "D#ORS", "D4ORS", "YORS", "Diors" son variaciones del apellido del poeta, quien, nos promete, no se ha inventado. Todas aparecieron –de la administración a los periódicos, imaginamos- en algún momento de su vida.
Defensa del origen, de lo que uno es y será, de quienes nos precedieron… nos cuenta Enrique García-Máiquez, discípulo de Miguel d'Ors, con quien comparte, además de afinidades literarias y personales, un apellido que propicia confusiones. El error se hace evidente. A García-Máiquez lo suelen bautizar como García Márquez. Pero el poeta no cesa en la defensa de su huella familiar, ya que, como escribe con humor y convencimiento: "Tenemos que dar a nuestro nombre cien años de sonoridad". Suena el apellido de García-Máiquez en nuestra poesía como suena su inteligencia y sabiduría en el narrar de este texto, formidable.
La traductora, poeta y filóloga Yolanda Morató nos relata las numerosas confusiones que ha vivido con sus apellidos. Los dos, en este caso. Primero y segundo. Recuerda la autora anécdotas de niña, y también en el acto de su graduación en la Universidad de Londres, donde la pronunciación por parte de una profesora inglesa jugó una mala pasada. Bueno, varias.
Son estos algunos de los ejemplos, de los muchos que podríamos citar, del libro En el nombre del nombre. Donde se hace literatura –tesis, humor, narración- a partir de aquella palabra que no suele formar parte del relato de los libros.
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