Esa infancia que sólo en la memoria existe

EL SIGLO DE RAFAEL MONTESINOS

Casa natal del escritor en la calle Santa Clara.
Casa natal del escritor en la calle Santa Clara. / Juan Carlos Muñoz
Charo Ramos

30 de septiembre 2020 - 06:01

El Cicus acogió anoche la presentación de Los años irreparables y otras prosas autobiográficas y la familia de Rafael Montesinos, que no pudo acudir al acto, envió un mensaje de gratitud a los futuros lectores y, "por su apasionado obrar, a los editores que han hecho posible que sus palabras autobiográficas sean recordadas en estos tiempos tan dados al olvido". Se referían al editor espiritual (Rafael Roblas) y material (David González Romero, de El Paseo, que coedita el libro con la Universidad de Sevilla, representada por su rector, Miguel Ángel Castro, y el director del Cicus, Luis Méndez). La familia no dudó en calificar Los años irreparables "como un antídoto indispensable en esta edad digital, miedosa, pandémica y envejecida prematuramente", escrito en prosa en 1952 por "un niño poeta joven que no deja de reflexionar sobre el tiempo, el olvido, la memoria y el amor".

Para González Romero, "estamos ante uno de los mejores cantos a la infancia y la adolescencia en las letras esapañolas, a la altura de los firmados por Cernuda, Alberti o Julián Ayesta en calidad poética y tensión emocional". En el centenario del escritor, Rafael Roblas ha buceado en el archivo familiar y extraído un material fotográfico riquísimo que supera el tiempo cronológico del libro y refleja los años 50 en que Montesinos lo escribió en Madrid.

El propio Roblas destacó en su intervención que "todavía su prosa es muy desconocida" y avanzó que con El Paseo van a recuperar su incursión en la literatura infantil, el Diccionario de palabras mágicas. En esta edición de Los años irreparables, precisó, han depurado y corregido la de 1952, "censurada despiadadamente", y la primera edición completa de 1981, publicada por la Universidad de Sevilla e inencontrable salvo en librerías de viejo. Luego se hicieron dos reediciones más y se intentó reestablecer el texto "pero no había quedado una edición redonda". Con poco aparato crítico, "para dirigirla a un lector general", la obra incluye numerosas sorpresas inéditas: un epílogo de 1958, un prólogo de 1989, prosas autobiográficas como Cuaderno de Alájar, textos y apuntes periodísticos... que confirman, según Roblas, que Montesinos bebió de lo mejor de la literatura universal.

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