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¿Qué niño o niña de los 90 no recuerda embelesarse ante la tele viendo El jardín secreto o La princesita? Estrenadas respectivamente en 1993 y 1995, gracias a ellas soñábamos con encontrar pasadizos que nos llevaran a jardines-refugio y compadecimos a los huerfanitos y pobres que, justamente, terminaban teniendo un final feliz. Las dos forman parte de ese imaginario fílmico que tiende a reivindicarse y a recordarse con más ahínco cuando comprendemos que es preciso reajustar nuestras aspiraciones; ahora que llenamos de macetas nuestros pisos de alquiler en continuo ascenso en lugar de ambicionar un modesto jardín.
Es entonces también cuando empezamos a husmear, cuando solemos preguntarnos quién estaba tras esas historias. La misma inquietud llegará a muchos, seguro, por mayo, cuando se estrene la nueva versión de El jardín secreto, protagonizada por Colin Firth y Julie Walters. Elvira Lindo ha dicho de Mujercitas que hasta que no la leyó no fue "consciente" de que las novelas que tanto le gustaban tenían un autor, "y que ese autor podía ser una chica". Pues bien, tras El jardín secreto y La princesita estaba Frances Hodgson Burnett, escritora inglesa (nacionalizada estadounidense a posteriori) que escribió más de 50 libros –la mayoría para adultos, pese al asombro del personal– y 13 obras de teatro, siendo, además, una de las autoras mejor pagadas de su tiempo. No había editorial que la rechazara, sentó precedente en cuestiones de derechos de autor, fue una sufragista convencida y su impronta "en la literatura de finales del XIX y principios del XX es incuestionable".
Esto último lo afirma Blanca Briones González, encargada de la introducción de Preciosa Polly Pemberton, una de sus novelas para adultos inédita en castellano hasta 2018, año en que la publicó el sello asturiano D'Época, que busca impulsar "grandes joyas clásicas que despertaron un profundo interés y un enorme éxito en el momento de su publicación original y que posteriormente han quedado relegadas al olvido e inexplicablemente no han llegado hasta nuestros días".
En la misma línea se sitúa la editorial Alba respecto a Frances Hodgson Burnett, de quien ha publicado dos títulos (El señor de la casa de Coombe, 2016; La formación de una marquesa, 2012) en su colección Rara Avis, dirigida por Luis Magrinyà. "La colección, como su propio título indica, pretende rescatar autores y autoras de los siglos XIX y XX poco conocidos aquí y a veces en sus propios países, y también obras desconocidas de autores y autoras conocidos", explica Magrinyà. "Ninguna de estas novelas [El señor de la casa de Coombe y La formación de una marquesa], por cierto, se encuentra en ediciones vivas en inglés, fuera de las típicas ediciones digitales (en e-book o en rústica). En Italia, la editorial Astoria ha recuperado algunas otras de sus novelas para adultos, pero no me consta que en otros países de Europa se haya hecho lo mismo", concluye.
Si bien hoy es raro encontrarla en algún diario, en vida vivió acosada por la prensa, especialmente desde que publicó El pequeño Lord (el Harry Potter de su época, editada primorosamente en España por Renacimiento, cuya "recepción masiva fue tal que se desató una fiebre por peinar a los niños con tirabuzones y vestirlos con trajes de terciopelo y encaje", según Briones González). Cuando bajaba de los barcos (llegó a hacer 33 viajes transatlánticos) solía encontrarse con periodistas que tal y como le preguntaban por su última novela también lo hacían por su salud (arrastró durante gran parte de su vida una depresión) o por su vida amorosa, no exenta de escándalos.
Se casó por primera vez con su amigo y vecino Swan Burnett tras siete años de larga insistencia por parte de él, "aunque Frances afirmó que no le quería", según Briones; dos años después de su divorcio volvió a contraer matrimonio con Stephen Townsend, quien, se sospecha, le habría "amenazado con revelar detalles de escabrosa naturaleza, acaso alguna prueba de un affaire anterior". Dos años más tarde se divorciaron y fue entonces, en 1907, cuando adquirió una propiedad en Plandome, Long Island, donde cultivó un magnífico jardín (por cierto, El jardín secreto puede encontrarse en Siruela).
Angelica Carpenter, responsable de contenidos del Centro Arne Nixon para el Estudio de Literatura Infantil en la Universidad Estatal de California, ya apuntaba en una entrevista en The New York Times de 2004 que había "una nueva ola de interés crítico en las obras de Burnett" a propósito de la biografía de Gretchen Holbrook Gerzina, Frances Hodgson Burnett: La vida inesperada de la autora de 'El jardín secreto' (Rutgers University Press). Así como pocos podían concebirla más allá de una autora de clásicos infantiles, tampoco como una apasionada de la horticultura y de las nuevas filosofías del espiritualismo, la teosofía y la curación de la mente.
Los finales de sus novelas, de hecho, solían ser felices por "una cuestión de filosofía personal", afirma Briones González. Cuenta que en una ocasión escribió lo siguiente a su hijo menor: "En la vida de cada ser humano debería haber una gran cantidad de espléndidos momentos felices... La idea de que este mundo es únicamente un valle de lágrimas resulta espantosa y debería ser erradicada".
Este optimismo hacía peligrar su consolidación como una novelista seria, manteniéndola "en un tira y afloja entre la artista y la escritora popular, la independiente mujer de negocios y la sacrificada esposa y madre". Se parecía bastante su vida a la de muchas de las protagonistas de sus novelas, en las que suele haber una marcada fijación por la pobreza. Su familia cayó en desgracia tras la muerte de su padre y el peso económico terminó cayendo sobre ella cuando con 18 años se decidió a vender sus relatos a un periódico. Cuesta entender que "una de las mujeres más famosas y notorias de su tiempo", como afirma la periodista Pamela Licalzi O'Connell en el New York Times, sea hoy una rara avis. Bueno, bien pensado, no, no cuesta tanto.
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