La eterna primavera de Praga

CIEN AÑOS DE LA MUERTE DE KAFKA

Kafkiano: el nombre de una discoteca que cerró, una entrevista con Alfonso Guerra tras el 23-F, once relatos de la Orden Literaria William Shakespeare, un escaparate de Generali, un póster de Padilla, huellas de Kafka en Sevilla

Marina y Daniela con un retrato de Kafka en el Edificio Generali, la aseguradora en la que trabajó.
Marina y Daniela con un retrato de Kafka en el Edificio Generali, la aseguradora en la que trabajó. / Ismael Rubio
Francisco Correal

02 de junio 2024 - 06:00

Marina y Daniela caminan por la calle Tetuán, en Sevilla. Las dos estudian Diseño de Moda. Pasan junto al edificio Generali en la esquina con la Plaza Nueva. Aceptan la invitación y entre las dos sujetan un póster muy particular. El rostro de Franz Kafka (1883-1924) que al reportero le regaló Pilar, la viuda y librera de Padilla. La compañía Assegurazione Generali nace en 1831 en la ciudad de Trieste, una de las patrias de James Joyce, que nace en 1882, un año antes que Kafka. El escritor checo trabajó en esa compañía que revolucionó el mercado: fue la promotora del Canal de Suez y sus investigaciones para estimar los daños del granizo propiciaron la creación del Servicio Meteorológico Nacional. Esta compañía presume de que en ella trabajó Kafka. "Que el autor más inseguro y acosado por las incertidumbres se pasara el día entero en una empresa aseguradora no deja de parecer una sátira yídica", escribe Andrés Neuman en el prólogo de los Cuentos Completos (Páginas de Espuma), de Franz Kafka, con traducción de Alberto Gordo.

Kafkiano apareció con posterioridad a kantiano en el diccionario de la Lengua de la Academia Española. Inmanuel Kant es un siglo y medio anterior. El pasado 22 de abril, que coincidía con el antiguo lunes de resaca ahora recuperado por el referéndum, fue el segundo centenario de su nacimiento. Kafkiano ya aparece con la K de Kafka y de Kilo. Como el antiguo barco K de los mapas del tiempo. Es el apellido de Joseph K., el protagonista de El proceso, una de sus novelas más conocidas. Orson Welles la llevó al cine en 1962. Además de dirigirla, montarla y escribir el guión, el cineasta interpretó al abogado que defiende a K., que protagoniza Anthony Perkins.

Su vida, y buena parte de su obra, coincide con la Primera Guerra Mundial y con la Revolución Rusa. Los nazis y los regímenes marxistas prohibieron sus libros. En la enciclopedia Los mil protagonistas del siglo XX (El País), se dice de la palabra kafkiano que se utiliza "para designar la persecución política y el desorden surrealista de los regímenes represivos del siglo XX". Kafka, el agente de seguros, evoca inquietud, desasosiego. Con Van Gogh o Sigmund Freud.

"Demasiado judío para el canon alemán de entreguerras", escribe Andrés Neuman, "demasiado germanófono para la tradición nacional checa, demasiado incómodo para el futuro soviético de su Praga natal". Sus tres hermanas murieron en campos de concentración, el mismo final que tuvo Milena Jesenska, periodista que le tradujo algunas de sus obras y con la que mantuvo una apasionada correspondencia en Cartas a Milena.

Hemos buscado huellas de Kafka en Sevilla. Seguro que nunca le faltan lectores. En virtud de alguna extraña asociación de ideas, le pusieron Kafka a una discoteca que estaba en la calle Faustino Álvarez, paralela a Feria, y que tuvo que cerrar por las denuncias vecinales y las sanciones administrativas. Mañana lunes es el centenario de su muerte. Le faltó un mes para cumplir los 41 años. Murió de tuberculosis, el mal que acabó con genios de la talla de Keats, Chopin, Stevenson o Chejov. En este siglo con y sin Kafka, la Orden Literaria William Shakespeare creada en Sevilla presenta mañana (20 h. Facultad de Ciencias de la Educación) el libro Las metamorfosis. Un compendio de once relatos de tributo al autor checo.

Ésta es la alineación de este once narrativo y sus relatos respectivos: Juan Manuel Ávila (Samsa Masana), José Carlos Carmona (La Metamorfosis textil), Antonio Castilla Sánchez (Dama con sombrero y boa de piel), Rafael Cruz-Contarini (Mi querido K), Juan Ramón Escobar (Al lugar donde has sido feliz), Enrique García López-Corchado (Resurrección), José Manuel Higes López (El cambio), Ana M. Montero (¿Qué es lo que hay que saber sobre las mujeres?), Miguel Pereira (Los despertares de Gregorio Samsa), Félix Valiente (¿Qué cojones te pasa?); María José Ventaja Aragón (Obsesión).

Borges titula uno de sus ensayos Kafka y sus precursores. Lo compara con Kierkegaard y dice que "cada escritor crea a sus precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro". La Hemeroteca Municipal me regaló una de las más insólitas secuelas kafkianas. Yo era un joven periodista que firmaba una entrevista con Alfonso Guerra en El Correo de Andalucía el 13 de marzo de 1981. Tres semanas después del 23-F. El titular de aquella entrevista publicada hace 43 años era: "Yo paso más miedo con Kafka que con Tejero".

Kafka y Cervantes. En uno de sus cuentos sostiene que don Quijote era un invento de Sancho Panza

¿Sintió miedo durante el tejerazo? Guerra respondía: "Si le digo la verdad, más que miedo sentí una infinita tristeza. He sentido más miedo leyendo a Kafka o Lovecraft que ante la presencia de Tejero… he hecho más vida dentro de los libros que fuera de ellos, y tal vez por eso siento más miedo literario que físico". Además de diputado y vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra era librero en la librería Antonio Machado que regentaba su esposa, Carmen Reina. Es uno de los personajes de Anatomía de un instante, el libro de Javier Cercas en el que novela su hipótesis de trabajo del 23-F.

Guerra tenía los 40 años de los que nunca pasó Kafka. El centenario de su muerte tiene lugar tres días después de la aprobación en el Congreso de la ley de Amnistía. El Procés ha sido la palabra más pronunciada en la última década en Cataluña y en media España y no precisamente para homenajear al checo. En el titular de marzo de 1981, Kafka se mantendría y el lector podría sustituir Tejero por alguno de los participantes en este esperpento parlamentario mucho más kafkiano que kantiano.

Los Cuentos Completos excluyen obra autobiográfica y tres obras que podrían considerarse novelas: El proceso, El castillo y El desaparecido, que Max Brod, amigo, biógrafo y compatriota de Kafka tituló América. Los cuentos son muy personales. Aparecen símbolos de su tiempo como el periódico y el ferrocarril. Y un curiosísimo y breve relato en el que mantiene que don Quijote es una creación de Sancho Panza. De las obras más populares de Kafka, se incluye La metamorfosis, la pesadilla de Gregorio Samsa en la que se va convirtiendo en un insecto. Aparece con otro título más aséptico, La transformación, tal vez para no confundirlo con Las Metamorfosis de Ovidio (y ya puestos, con Casa Ricardo).

En 1881 nace Stefan Zweig; en 1882, James Joyce; en 1883, Franz Kafka. Unidos el primero y el tercero con Viena y Praga por su lugar de nacimiento; con Zurich el segundo por la ciudad en la que termina el Ulises y donde muere. Un triángulo del corazón de Europa, del imperio austrohúngaro golpeado con el atentado de Sarajevo del 28 de junio de 1914 que desencadenó la Primera Guerra Mundial. Unos días después, Kafka empezó a escribir El proceso. Una Europa entre las dos dentelladas, la del nazismo y la del comunismo. Dos años antes que Kafka, en 1922, muere Proust mientras el checo buscaba el espacio perdido. Es casi coetáneo de Juan Ramón Jiménez (1881) y poco antes de su muerte Unamuno iniciaba su destierro en Fuerteventura.

"¿Qué haremos estos días de primavera que llegan a toda prisa?", se pregunta Kafka en uno de los cuentos. La eterna paradoja de un continente en el que vinieron a la par el mayo francés de 1968 y el traumático final de la primavera de Praga. La eterna primavera. Un mes después de su muerte empezaban los Juegos Olímpicos de París. La historia se repite. El triple salto de la literatura.

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