"Sería un error trasladar los restos de Machado a Sevilla"
Álex Chico. Escritor
El extremeño Álex Chico parte de la figura de Walter Benjamin para un libro que indaga en las huellas de la barbarie y la gestión de la memoria
Todo apunta, aunque hay voces que sugieren el asesinato como la causa de su muerte, que Walter Benjamin se suicidó, aterrado con la idea de ser capturado por los nazis, el 26 de septiembre de 1940 en un hotel de Portbou, en el Alto Ampurdán. En Un final para Benjamin Walter -el nombre con el que las autoridades españolas rebautizaron al pensador en su certificado de defunción-, Álex Chico (Plasencia, 1980) recrea ese episodio para explorar cómo el pasado altera los territorios e impregna el presente, cómo somos las historias que nos han contado. De la huella de la barbarie y la gestión de la memoria trata esta novela, editada por Candaya, que su autor presentó la pasada semana en el Bookstock.
-Usted habla de Walter Benjamin como de un destino o una condena: en uno de sus primeros poemas usted ya lo citaba.
-Es curioso, porque me ha pasado ya en otras ocasiones con otros autores, como José Antonio Gabriel y Galán. Lees al cabo de los años aquellos textos y comprendes cuánto te han influido en tu vida esos escritores. Con Benjamin me ocurrió: llevaba bastante avanzada la novela cuando me di cuenta de que mi primer poema llevaba una cita de Benjamin. Hay autores en los que nos quedamos sujetos sin percatarnos de ello.
-Desde luego, Benjamin es un personaje fascinante. Hay en su biografía tantas capas y lecturas como en su obra, y usted, por ejemplo, se encontró con muchos testimonios que decían que su muerte no se debía al suicidio, que había sido asesinado.
-Efectivamente. El caso de Benjamin es uno de estos sucesos donde hay una teoría oficial, que es perfectamente creíble, y tiene otra narración detrás, un aura de misterio, que no permite saber a ciencia cierta lo que sucedió en su muerte. Hay una serie de preguntas sin resolver que quedarán así. Es una suerte de final que le queda bien a Benjamin, porque parece que uno muere de la forma en que ha escrito durante su vida: ese fallecimiento concuerda con buena parte de su obra.
-Hannah Arendt, amiga de Benjamin, quedó impresionada por el cementerio donde se le enterró. Ella decía que era uno de los sitios más hermosos que había visto nunca.
-Y es verdad. En España estamos tan acostumbrados a tanto cementerio de hormigón, de nichos tan impersonales, que agradeces un espacio abierto a la naturaleza que es como un balcón con vistas al Mediterráneo, como un barco a punto de zarpar. Es uno de los cementerios más impresionantes que conozco de España, donde no hay tantos bonitos como en Alemania o Francia. Allí sientes, por la naturaleza que envuelve el lugar, que no hay tanta separación entre la vida y la muerte.
-Entre los muchos temas que aborda el libro, usted se pregunta por qué se debe hacer con los restos de autores como Benjamin o Antonio Machado, que murieron lejos de su tierra y han quedado como símbolos de episodios determinantes de la Historia.
-No sé qué papel está jugando el gobierno alemán con el cuerpo de Benjamin, pero sí sé que en España se está intentando desde hace un tiempo repatriar los restos de Machado. Yo creo que eso es un error: si tenemos a Antonio Machado en un cementerio de Sevilla cuando estemos en su tumba recordaremos a uno de los mejores poetas de la literatura española, sí, pero si permanece enterrado en Collioure recordaremos también su condición de exiliado republicano, los sucesos trágicos que le llevaron a marcharse de su propio país. En Collioure te das cuenta de que no sólo ha muerto un gran escritor, sino también alguien que estaba huyendo del fascismo. Y si lo traemos aquí puede que esa parte histórica, dramática, se diluya. Con Benjamin pasa algo parecido, porque piensas en las razones por las que murió en Portbou.
-En el libro habla de cómo esos sucesos trágicos calan e impregnan un territorio, hasta el punto de que uno siente cómo esas energías siguen ahí.
-Es un concepto muy de Benjamin, el de aura. Decía el poeta chileno Raúl Zurita que los lugares están sucios de miradas previas, y es verdad, hay enclaves que están cargados de memoria. En Portbou parece que nos queda mucho pasado por delante, el sitio habla de la Historia reciente de todo un continente. Los lugares de frontera tienen ese toque de ser sospechosos, de estar llenos de secretos, y Portbou es una localidad muy pequeñita donde si estás atento a los vestigios encuentras un pasado que te interpela, que habla de ti, y por eso te asusta.
-Resulta simbólico que Portbou sea el pueblo con la media de edad más alta de Cataluña.
-Eso revela la decadencia que ha vivido ese pueblo, que tuvo cierta importancia por las aduanas y el ferrocarril, y que al perderlos la población cayó en picado. Desde el año 88 en ningún censo sube el número de habitantes. Es un enclave muy interesante a nivel psicogeográfico, porque además es donde más sopla la tramontana de toda Cataluña.
-Un final para Benjamin Walter cuenta también la experiencia de supervivientes de campos de concentración como Primo Levi o Imre Kertész, y habla de la dificultad que tuvieron para escribir y la culpa que sintieron.
-Para mí ese es un tema no resuelto, que me apasiona y sobre el que he reflexionado bastante. Durante un tiempo estuve escribiendo sobre campos de concentración y literatura, especialmente sobre Auschwitz. Leyendo a autores había dos cosas que parecían una constante. La imposibilidad del lenguaje es lo que decía Adorno, que resultaba imposible escribir poesía después de Auschwitz, cómo transformar en lenguaje una experiencia tan terrorífica como la que vivieron los judíos en los campos de concentración, como si el lenguaje no fuera suficiente, como si no pudiera acompañar a aquellas personas. Y luego estaba la culpa del superviviente. Es una cuestión de la que no se ha hablado demasiado porque es muy delicada. Los supervivientes hablan, pero hay una parte en la que parece que están callando, cierta sensación de algo que queda en secreto, tal vez por vergüenza, por haber sobrevivido a ese niño que estaba en la litera de abajo. No podemos imaginar cómo se gestiona un recuerdo tan traumático. Primo Levi, por ejemplo, supera un episodio tan terrible como Auschwitz y se acaba suicidando en su casa de Turín cuando ya estaba a salvo.
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