"Al sistema le viene bien que pensemos que todo es horrible, que no hay futuro"

Brenda Navarro. Escritora

La autora mexicana habla en 'Ceniza en la boca' (Sexto Piso), entre otras cuestiones, de las dificultades de las familias que migran

Brenda Navarro, fotografiada en la librería Caótica de Sevilla.
Brenda Navarro, fotografiada en la librería Caótica de Sevilla. / Antonio Pizarro
Gonzalo Gragera

09 de abril 2022 - 18:22

El hermano menor de una familia salta desde un quinto piso y se suicida. Así arranca Ceniza en la boca, la nueva novela de la escritora Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982), en la que habla de las dificultades de las familias que migran, del desarraigo cultural y social, del dolor ante la pérdida inesperada de un ser querido, de lo traumático de estas experiencias.

–Su libro, con ese inicio tan revelador, atrapa desde la primera página.

–Eso buscaba. Tengo formación en escritura audiovisual, y ahí nos dicen siempre que hay iniciar con un conflicto para que los lectores se interesen por las historias. Además, me parece interesante saber si logro mantener esa tensión de un inicio a lo largo del desarrollo de la novela, el desafío más grande que tiene una escritora.

–Los protagonistas, que viven en una situación precaria, buscan una felicidad en la familia, en el trabajo, en el cambio de país. Pero esa felicidad siempre se trunca. ¿La posición social te determina?

–No lo había pensado así. Yo sí creo que la condición social determina hasta dónde puedes moverte. En México pasa. Y en España lo he notado. Si eres una persona racializada, la gente te ubica en un escalón social, el de los cuidados, la limpieza… Piensan que las personas latinoamericanas, o de otros países, tienen que estar abajo en la escala social. Sin embargo, también creo que está empezando a ser para todo el mundo así. Ya no importa el origen. El sistema está intentando que sintamos que no hay futuro. Creo que ahí hay una trampa. Al sistema le viene bien que sintamos que todo es horrible.

–¿Por qué una trampa?

–Aquí va a salir un poco mi formación en Sociología. Desde 1982, cuando vienen todas las políticas neoliberales, que nos dicen que no se puede sostener el estado de bienestar, hay un discurso que nos insiste en el ‘esto es lo que hay’. Se ve mucho en Madrid, por ejemplo. También lo veo en la adolescencia, y con los universitarios. Piensan que deben tener muchísimos másters, formarse muchísimo, para ver si consiguen un futuro que ya no parece tan palpable. Con la pandemia también nosotros, como adultos, tenemos que aferrarnos a lo que nos estén dando porque no sabemos qué va a pasar. Nos imaginamos, por supuesto, un futuro peor. El sistema se aprovecha de ese miedo dando lo mínimo, insistiendo en que al menos tienes prácticas no remuneradas; aunque precario, pero tienes un trabajo… Es perverso.

"El agarrarnos a una identidad, como se agarra a algo un niño que empieza a andar, nos hace sentir menos solos"

–¿Uno es de donde vive? Como apunta la protagonista.

–Uno es de donde construye el sitio en el que quiere vivir. Esa es la gran metáfora que traté de hacer con la protagonista, que está en un momento en el que tiene que decidir si reconstruirse o no. Creo que eso nos pasa a todos, aunque no seamos migrados.

–Ese momento en el que nos formamos en nuestras identidades. Si soy, por ejemplo, del Sevilla, si soy del Betis.

–Hay un fenómeno que hacen los niños cuando empiezan a caminar, y es que tienen miedo y se agarran. Pero si tú les das un boli, y están agarrando algo, aunque vayan solitos, caminan con mayor seguridad. Es un poco esa la idea: cuando sentimos que sabemos de dónde venimos es porque estamos agarrando nuestras identidades. Esto nos hace sentir un poco menos solos.

–Escribe con un estilo torrencial, con los diálogos insertados en el párrafo...

–Eso tiene mucho que ver con Casas vacías, mi anterior novela. En ella la segunda voz tiene también esta oralidad, digamos, muy mexicana. Yo tenía un poco de miedo de repetirme, pero luego me di cuenta de que era el motor mismo de la novela. Este lenguaje torrencial también tiene que ver con esta irrupción que estamos teniendo las personas latinoamericanas, y seguramente de otros lugares, dentro del castellano. Eso fue lo que quise meter en la novela: estamos irrumpiendo en la cultura. A mí me gusta que esta novela sea un reflejo de muchos lenguajes. Porque está en mexicano, pero también está en colombiano, y en boliviano, y en catalán, y en inglés. Es una apuesta por el lenguaje.

–Muy elocuente y agudo el retrato con el que describe a una pareja de la protagonista: un hombre concienciado de estupendos ideales, pero incapaz de saber cuidar a su gente más cercana.

–Me parece que es un retrato de Europa. Ese mundo que dice que quiere ayudar, que quiere ser buena persona, pero sin demasiada autocrítica. Por otro lado, quise jugar con esas contradicciones en los personajes de la novela.

"Vivimos un momento individualista y vemos el amor como algo mercantil. Estamos empezando a no amarnos"

–Hay otro discurso que subyace: la crueldad con la que se trata al diferente. ¿Por qué reaccionamos así?

–No estoy muy segura, pero mi hipótesis tiene que ver con la creación de los estados nación. Los estados nación se forman como un grupo con unos códigos culturales muy estructurados y establecidos, un grupo heterogéneo. Por tanto, cuando llega alguien externo significa un peligro.

–“Yo le mentía siempre, no por mentirosa, sino porque me gustaba ser otra con él”, escribe en la novela. ¿El amor nos impulsa a ser aquello que no somos?

–Creo que sí. Al menos en el inicio. Esto, por otra parte, me parece un gran mal. Y una reflexión: no soy pro-familia tradicional, de hecho soy antitradicional, pero sí creo que estamos en un momento tan individualista… en el que ya estamos empezando a ver el amor como una actividad casi mercantil. Si no eres exactamente lo que quiero que haya en este pack, te vas. Y empiezas a tener todas estas relaciones poliamorosas, etc. El amor, en cualquiera de sus dimensiones, genera conflicto. Y cada relación afectiva genera dolor. Parece que en las nuevas generaciones no se quiere ver esa parte. Estamos aprendiendo a no amarnos.

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