Oscuro como el amor y la muerte
De libros
Un libro publicado por Athenaica reivindica el lugar de honor que merece Francisco Regueiro en el cine y la cultura españoles
El volumen incluye una enjundiosa entrevista con el director
La ficha
'Francisco Regueiro. La importancia del demonio'. Álvaro Arroba y Fernando Ganzo (eds.). Athenaica. Sevilla, 2017. 186 páginas. 15 euros.
El cine español tiende a maltratar sistemáticamente a sus mejores hijos. Lo hizo, por motivos políticos, con Luis Buñuel; lo hizo también, durante los eternos y oscuros años del franquismo, con todas aquellas voces disidentes a las que sometió al silencio, la censura o el simbolismo metafórico; pero lo siguió y ha seguido haciendo también en democracia a través de otro tipo de políticas tal vez mucho más difíciles de justificar históricamente, esas despiadadas políticas internas de la industria o los productores que han hecho, por ejemplo, que cineastas de la talla de Víctor Erice y Francisco Regueiro (Valladolid, 1934), compañeros de batallas, amigos y vecinos (como cuenta el propio Erice en el texto que abre este volumen), apenas hayan podido rodar en condiciones en los últimos 20 años. Y 20 años, pese al famoso tango, son muchos años para directores que se acercan o superan ya los 80.
No obstante, a pesar de la escasa productividad y de la mala fama (de perfeccionista, de artista en definitiva), Erice cuenta al menos con un lugar de privilegio indiscutible en la historia del cine español, también en la del cine mundial, cosa que Regueiro apenas ha empezado a vislumbrar en los últimos años gracias a la necesaria labor de restauración crítica realizada desde diversos frentes y ámbitos cinéfilos, entre ellos este interesante, generoso y poliédrico libro que Athenaica ha recuperado (con mejoras) para las librerías y bibliotecas españolas después de su aparición original como catálogo de la retrospectiva que el Bafici de Buenos Aires le dedicó al director de El buen amor en su edición de 2017 bajo la coordinación de Álvaro Arroba, a la sazón coeditor junto con Fernando Ganzo.
Un libro plural, misceláneo y, como se dice ahora, transversal, que se ocupa, desde el epicentro de esa amplia, enjundiosa y deslenguada entrevista (de Arroba y Alicia Mendoza) con el cineasta, caricaturista, pintor y escritor vallisoletano que irradia las principales ideas que lo vertebran, de localizar y desentrañar las claves de ese lugar de honor que sin duda merece en el cine y la cultura españoles, en esa encrucijada entre lo clásico, lo popular y lo culto, entre la España negra y esperpéntica, la modernidad y la vanguardia que, como en Goya, Valle-Inclán, Gómez de la Serna o, en su línea más inmediata de filiación, Buñuel, impregna un corpus de largometrajes, trabajos y documentales para televisión, ilustraciones, viñetas, pinturas, guiones o relatos de los que aquí dan cuenta el crítico argentino Quintín (enfrentado en forma de carta urgente y lejana a su obra en un texto descontaminado de lugares comunes de la crítica nacional), José Luis Torrelavega, los también cineastas Daniel V. Villamediana o Gonzalo García Pelayo, los profesores Gonzalo de Lucas y Víctor J. Vázquez, o la periodista Elsa Fernández-Santos, hija del gran crítico Ángel Fernández-Santos, quien fuera amigo y co-guionista de Regueiro en numerosas ocasiones.
Tantas veces despachado (incluso olvidado) como uno más de los miembros del Nuevo Cine Español nacido al amparo de García Escudero y la Escuela Oficial de Cine, astuto invento promocional para airear un poco la casa sin dejar salir a nadie de la finca, el Regueiro esencial que se descubre en películas como Sor Angelina, virgen (1961), El buen amor (1962) y, muy especialmente, en Carta de amor de un asesino (1972), Duerme, duerme mi amor (1974), Las bodas de Blanca (1975), Padre Nuestro (1985), Diario de invierno (1988) y Madregilda (1993) y en los textos que contiene este volumen es un autor singular y sin escuela anclado en fuertes raíces y tradiciones culturales hispanas, un espíritu netamente castellano que traslada el esperpento, lo grotesco, las greguerías de Gómez de la Serna, la imaginería de Solana o Zurbarán, la religiosidad (y su anverso blasfemo), el "surrealismo doloroso" o el sentido trágico de la vida a unas imágenes que funcionan, con mayor o menor armazón estructural y narrativo, como un espejo deformante de la realidad de su tiempo, pero también de las obsesiones de un joven de provincias que le perdió pronto el miedo al pecado.
Y es que, como señala Víctor Vázquez, Regueiro no es tanto un cineasta español como un "artista español que hace cine", nacido del sedimento de la Generación del 27 en una España negra; "el único, en feliz hallazgo del autor, que se ha permitido el lujo de matar a Franco" (Madregilda).
En perfecto complemento a los textos críticos, el volumen incluye también documentos valiosos como las notas originales sobre El buen amor y su preparación de Luciano González y Manuel Peláez, la crítica de Si volvemos a vernos publicada por Marcos Uzal en 1968, un texto de Fernández-Santos (1985) sobre su colaboración en Padre Nuestro, así como una serie de ilustraciones y dibujos de innegable aire goyesco cedidos por el autor incluidos en el libro Ven, ven, Lucifer (1971), escrito en colaboración con Juan Benet, los relatos La muchacha de los cabellos de lino (1975, Premio Sésamo) y Oscuro como el amor y la muerte (1981) y, finalmente, un fragmento del guión inédito de Raskayú, basado libremente en la vida del humorista Miguel Gila, un guión fascinante, "complejo, denso y barroco" que espera a que un productor decente, si es que aún queda alguno, se anime a sacarlo del cajón para ponerlo en imágenes.
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