Nueva consideración del mundo
El descubrimiento de Europa | Crítica
Crítica publica 'El descubrimiento de Europa', obra del historiador Esteban Mira Caballos, donde se ofrece una visión inusual del descubrimiento de América y de la importante presencia de indígenas y mestizos en Europa, hasta ahora minusvalorada.
La ficha
El descubrimiento de Europa. Esteban Mira Caballos. Crítica. Barcelona, 2023. 480 págs. 24,90 €
El descubrimiento de Europa de Esteban Mira lo es no sólo por el motivo aludido en el subtítulo de la obra: Indígenas y mestizos en el Viejo Mundo. También lo es -un descubrmiento- por cuanto el número y la consideración de estos súbditos ultramarinos de la corona hispana no habían entrado en el conteo de hechos noticiosos, de aspectos relevantes de aquella hora del mundo. La revelación, pues, es de doble naturaleza, y su alcance, como nos advierte el autor en las últimas páginas, está muy lejos de conocerse. Lo que se ofrece al lector en esta obra es, por tanto, una fascinante investigación que abrocha el completo círculo de las relaciones entre ambos continentes, y con particular detalle en las vidas y movimientos, en el perdurable influjo, que la presencia de nativos y mestizos del Nuevo Mundo tuvo en Europa.
Hay otra cuestión, también novedosa, en la que insiste Mira. El descubrimiento de América fue también una invención de América y un acuñamiento de la figura genérica del “indio”. Antes de la llegada de los europeos, los indígenas estaban muy lejos de concebirse como “americanos” o como nativos de una misma tierra. A este respecto, recordemos que Panofsky señala un fenómeno parejo para la misma época. Según el historiador del arte, el Renacimiento (un Renacimiento en el que será hecho capital el hallazgo de un mundo nuevo y distante) fue la primera ocasión en que el mundo antiguo se consideró como una masa homogénea, recogida bajo un mismo nombre: la Antigüedad, la sacra vetustas de los humanistas. Esta condición genérica de “indios” les será de enorme utilidad, y será utilizada con gran provecho, como se muestra en estas páginas, por los súbditos ultramarinos de la corona, toda vez que comiencen a aplicarse con eficacia las leyes y disposiciones reales que, desde los reyes católicos, prohíben su esclavitud e impiden su maltrato, y que serán declarados libres con las Leyes Nuevas de 1542. Como es sabido, la aplicación de estas normas contó con numerosos fraudes e impedimentos, fruto de la lejanía y la lentitud de las comunicaciones entre la metrópoli y la América hispana. A pesar de ello, será un número creciente de indígenas, como aquí se destaca, quienes reclamen su libertad, exitosamente, a uno y otro lado del Atlántico.
Esta es, acaso, la parte más fascinante de la investigación de Mira. Cómo los indígenas americanos, llegados a Sevilla, en primera instancia, como esclavos, seguirán llegando como servidumbre, como pequeños artesanos o como grandes señores de la nobleza española. Y todos con un notable conocimiento de las leyes que los amparan frente al arbitrio de los indianos, de las cuales harán uso abundante, como demuestra el autor, en su estancia metropolitana. En este sentido, Mira también subraya el trato irreprochable que la corona dispensa a la nobleza indígena cuando llega a la corte, y ello por una cuestión de naturaleza política, puesto que es a través de esta nobleza, y de sus estructuras de poder, anteriores a la conquista, como la corona implantará y fortificará su presencia al otro lado del océano. Este hecho político, de indudable perspicacia, se basa, no obstante, como recuerda el autor, en el procedimiento mismo con que se formaliza la llegada de los españoles a América, y que no fue sino una exitosa política de alianzas (Bernal Díaz del Castillo da cuenta suficientemente de la astucia política de Cortés), contra los imperios precolombinos.
Es así como los descendientes de Moctezuma y de Pizarro, de carácter mestizo, obtendrán títulos de nobleza y un formidable caudal en la metrópoli. Y es de este mismo modo como el extraordinario Inca Garcilaso alcanzará el prestigio militar y literario que hoy le conocemos. También incluye Mira Caballos otros “casos singulares”, como aquel Diego Colón apadrinado por el hijo del almirante, que tan útil resultaría en la comunicación con los indígenas, puesto que una de las intenciones expresas del autor es la de entresacar de la tiniebla histórica a esta diligente y audaz masa de españoles de ultramar que modificaron, para siempre, la antigua concepción del mundo y el modo mismo de vivir del viejo continente.
Europa americana
Otro de los aspectos de interés que ofrece este libro, es aquel que recuerda dos hechos obvios y sin embargo preteridos: el dilatado influjo cultural que ejercerá América sobre el imaginario de los europeos, no sólo en cuanto a las ensoñaciones utópicas que van de Moro a Voltaire, sino a los conocimientos medicinales, botánicos y sociales -vale decir, antropológicos- que ofrecerá a la consideración del mundo; también en lo concerniente a los radicales cambios que obrará en la contextura social europea, tanto por la profunda mutación alimenticia que se derivaría de América, cuanto por la propia capacidad de alimentar a la población que proporcionará, por ejemplo, la patata. Añádase a esto la impresionante ampliación del idioma que esta nueva realidad supone, y que Carpentier, para definir su concepto de “lo real maravilloso”, refería a la correspondencia entre Cortés y el césar Carlos, cuando el conquistador confesaba que el escueto idioma de la metrópoli le resultaba insuficiente para nombrar y describir la colosal maravilla del Nuevo Mundo. Este es otro de los “descubrimientos” de Europa que Mira Caballos incluye en su excelente libro.
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