Milan Kundera: contra el infierno del paraíso
OBITUARIO
El novelista Philip Roth, tras leer el manuscrito de El libro de la risa y el olvido, entrevistó en dos ocasiones a Milan Kundera. La conversación, accesible en Internet, resume el pensamiento del autor checo, los temas que siempre trató en obras como La vida está en otra parte o El arte de la novela. Quien desee saber quién fue Kundera, que acuda a leer ese diálogo que es más que un diálogo. Por supuesto más que una entrevista. Entre esas palabras se razona sobre un siglo que se caracterizó por los actos irracionales. Y se disecciona, desde una visión insólita y agudísima, acerca de qué es la literatura, de qué supuso el totalitarismo en Europa.
Declara Kundera a Roth una frase que contiene todas las frases de las novelas del checo: "El totalitarismo no es únicamente el infierno sino también el sueño del paraíso". Y sigue: "El mal está ya presente en lo bello, el infierno se halla contenido en el sueño del paraíso y si queremos entender la esencia del infierno, deberemos examinar primero la esencia del paraíso a partir de la cual se originó. Resulta extremadamente sencillo condenar los gulags, pero rechazar la poesía totalitaria que conduce al gulag es tan difícil como siempre". La reflexión del escritor explica siglos de historia cultural –del cristianismo al marxismo- y ofrece un planteamiento que despoja a la cultura de sus connotaciones más ingenuas. Esta idea la podríamos extrapolar también al amor o a lo sentimental. De hecho, una tesis crucial para comprender la obra de Milan Kundera es esa: el sentimentalismo es causa de las atrocidades del siglo XX. Se empezó por el romanticismo –con su elenco de poetas y de filósofos - y se terminó justificando crímenes en aras de un bien común. La dignidad de la persona o sus libertades quedaron supeditados a la idea política, siempre superior a cualquier interés o esfera personal.
En la entrevista, Kundera quiebra todo maniqueísmo –esa mirada torpe de Occidente- y nos sugiere que el eco del horror se origina en la voz de las buenas intenciones. De las expresiones bellas –por decirlo con un adjetivo horroroso-. Sólo así se entiende el gulag y el campo de concentración. Sólo así se entiende el discurso aplaudido del tirano, quien nos promete la salvación, el horizonte inmaculado, un mundo supuestamente idílico por el que muchos estarían dispuestos a detener, condenar, oprimir, asesinar. Lo que entendemos por mal no es más que una variación de lo que algunos entienden por bien. Esa es una de las principales aportaciones de las novelas –y los ensayos- de Milan Kundera.
La ficción, el humor y la imaginación fueron los recursos que Kundera tomó para explicar –y enfrentar- los desastres de su siglo –los mismos recursos de Cervantes, siempre admirado por Kundera-. Contra la cultura del totalitarismo, con su realismo social, con sus seriedades. Contra ese infierno del paraíso, el novelista trabajó una obra que va de La broma a La fiesta de la insignificancia.
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