Iris M. Zavala: luz del hispanismo
Obituario
El catedrático de Literatura Española de la US recuerda a la autora portorriqueña, fallecida el Viernes Santo a causa del coronavirus
Iris M. Zavala, Premio María Zambrano de Andalucía (2006) y una de las mayores intelectuales y escritoras del mundo hispánico en el siglo XX, hacía honor a su nombre: era luminosa e irradiaba los colores básicos de la vida, como un extraordinario arco iris. Fallecida este Viernes Santo víctima del Covid-19, había nacido en Ponce, Puerto Rico (1936), y tuvo la fortuna de conocer en la Universidad de Río Piedras a los grandes escritores españoles del exilio: Juan Ramón Jiménez, Francisco Ayala, Pedro Salinas… O a María Zambrano en alguna de sus visitas a la isla, invitada por ese gran rector que fue Jaime Benítez, quien recogiera en nombre de Juan Ramón el Premio Nobel.
La Catedrática de Derecho Constitucional María Luisa Balaguer publicó hace ahora un año un ensayo sobre su vida y obra, titulado con el nombre de uno de sus magníficos libros de poemas, Que nadie muera sin conocer el mar (2019), que da buena cuenta de un perfil tan rico y fecundo como inabarcable.
Su grandeza sin límites -aunque generosamente se definía como una mujer de frontera- y su apertura cosmopolita se reflejan en una vida en la que fue dejando su huella por todo el planeta: se doctoró en Salamanca, donde realizó una magnífica tesis sobre el Teatro de conciencia de Unamuno y conoció a Fernando Lázaro Carreter, quien ejerció una saludable influencia intelectual sobre ella.
Luego, fueron escenarios de su vida y su sabiduría lugares tan distintos y distantes como Estados Unidos, México, Países Bajos, Italia, Alemania y España, donde ocupó la Cátedra Ramón Llull de la Universidad de Mallorca y una Cátedra Unesco de la Universidad Pompeu Fabra.
Y siempre estuvo muy vinculada a Andalucía, donde fue investida como Doctora Honoris Causa de la Universidad de Málaga (2004), a la que generosamente donó su gran Biblioteca, y que le concedió el Premio de Ensayo y Pensamiento María Zambrano en 2006, el mismo año que otra gran mujer, Julia Uceda, conseguía el Luis de Góngora de poesía. Tuve el honor de formar parte ese año de un extraordinario jurado, como reseñó la prensa al dar a conocer tan acertada decisión: "El jurado del Premio María Zambrano estuvo presidido por el psiquiatra y escritor Carlos Castilla del Pino. Los vocales fueron el presidente del Consejo Audiovisual de Andalucía, Manuel Ángel Vázquez Medel; el catedrático de la Universidad de Granada Pedro Cerezo; la profesora de la Universidad Pablo de Olavide Rosario Valpuesta, y la profesora de la Universidad de Málaga María Dolores Ramos. Actuó como secretario el delegado de Cultura de la Junta en Granada, José Antonio Pérez Tapias".
No había ocasión en la que la reclamáramos desde Sevilla, Málaga o Granada -donde cultivó una hermosa amistad con el catedrático Antonio Sánchez Trigueros- que no acudiera con la ilusión, la alegría, la chispa y la profundidad intelectual que la caracterizaban.
Tuve la suerte de leer muy pronto a Iris M. Zavala, en los años 70 cuando yo estudiaba filología, y me aparecía en cada uno de los recodos que reclamaban mi atención: sus varias e imprescindibles aportaciones sobre Unamuno (que me marcaron hasta el punto de elegir para mi investigación de Cátedra las relaciones entre literatura, pensamiento y periodismo en Unamuno); sus estudios sobre el siglo XIX (romanticismo, realismo y bohemia); sus aproximaciones al modernismo y Darío; su participación en la Historia social de la literatura española y su impulso imprescindible a la Historia feminista de la literatura española, además de su papel fundamental en la difusión del pensamiento de Mijael Bajtin o sus páginas sobre Cervantes.
Luego, la vida, me concedió el inmenso regalo de conocerla, tratarla y disfrutar -desde los años ochenta- de un cariño mutuo que me enseñó que, por muy elevada que sea la categoría intelectual de un ser humano, lo más importante es que sepa equilibrarla con la necesaria emoción, que ella supo también hacer vibrar en sus novelas y libros de poemas, en sus análisis del tango o el bolero.
De todos los momentos compartidos, quiero hoy recordar uno muy especial, en que presenté con ella, cuando se nos fue otra gran mujer, nuestra querida Lola Luna, su libro póstumo: Leyendo como una mujer la imagen de la mujer. Cuando me lo propuso le dije que tal vez era mejor que lo presentara con ella cualquiera de nuestras valiosísimas compañeras. Pero ella me hizo uno de los comentarios que me han hecho sentirme más orgulloso (y más comprometido) en mi vida: "Manuel Ángel: no es cuestión de sexo, es cuestión de empatía y de ponerse en el lugar de una mujer, habiendo nacido hombre, como se nos ha obligado casi siempre a las mujeres a ponernos en el lugar de un hombre, habiendo nacido mujer. Tú puedes leer como una mujer la imagen de la mujer, y a Lola le encantaría que tú y yo seamos quienes presentemos su libro". Aquella fue una de las grandes experiencias humanas e intelectuales de mi vida.
Andalucía tiene una deuda impagable con su generosidad. Hemos de seguir recordando y leyendo a Iris M. Zavala, para mantenerla viva en su palabra.
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