Ecos de Leonard Cohen
El controvertido pensador Carl Schmitt estudia aquí la figura del partisano, asociada a menudo a su aura mítica
La ficha
Teoría del partisano. Carl Schmitt. Prólogo de José Luis López de Lizaga. Epílogo de Franco Volpi. Trotta.118 páginas. 13 euros.
Jurista y pensador alemán, Carl Schmitt (1888-1985) arrastrará la mácula de haber servido al corpus jurídico nacionalsocialista (ingresó en el NSDAP en 1933). El autor de la influyente Teoría de la Constitución había descollado ya por su crítica al parlamentarismo falsario, opuesto al verdadero pueblo, y al fallido entente republicano de Weimar. Su pensamiento bebe en Rousseau para defender su idea en torno al pueblo y el rechazo al individualismo de la democracia liberal. Dirá que el Estado verdadero es tan homogéneo que domina la unanimidad en lo esencial (el reborde, en fin, del estado totalitario). De 1933 a 1945 fue catedrático de Derecho en la Universidad de Berlín. Pero en 1937 se fue desapegando de aquel temible armazón: el Tercer Reich. Juzgado en Núremberg, vivirá el resto de sus años apartado de la docencia, pero sin dejar de escribir libros. Entre ellos, la presente Teoría del partisano, de 1963.
Schmitt, a quien Ernst Jünger llamará Don Entiendo, analiza la fenomenología del partisano. A su decir, dicha figura surge como el combatiente que criminaliza al adversario y se propone exterminarlo por todos los medios. De ahí, advierte Franco Volpi, la morbosa vigencia que ello sigue teniendo hoy y cuyo epítome acabará, como equívoco funesto, en el terrorismo (del Bella Ciao del partisano italiano al terrorista de las Brigatta Rosse). El aura partisana, idealizada popularmente en la canción de Leonard Cohen, es el arquetipo del miliciano sin uniforme, siempre móvil y flexible, que se convierte en “soldado político”, entregado a su causa y fiel a su organización; aquel que combate con telurismo, en el sentido de luchar por la propia tierra. Para Schmitt el partisano nace con el español terruñero que se alza contra la invasión napoleónica. Prosigue en modo y forma varia con Lenin, Mao Zedong, Ho Chi Minh y Che Guevara, hasta llegar incluso al combate sucio e irregular de las OAS en la guerra de Argelia. Pensar en el partisano, en fin, es evocar el mito del hajduk balcánico (bandolero en lucha contra el Turco) o en el propio Tito, forjado en la liberación contra los nazis y carpintero de Yugoslavia (se ha olvidado la figura de su edecán y luego defenestrado Milovan Djilas). Partisanos fueron también los maquis españoles. Quizá el último, en versión clásica y popular, fuera el zapatista comandante Marcos.
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