"A Colombine le hacían en su tiempo más homenajes que a Valle-Inclán"
Mar Abad | Periodista y escritora
La almeriense, Premio Miguel Delibes de Periodismo, reivindica en 'Antiguas pero modernas' el magisterio de Rosario de Acuña, Aurora Bertrana, Carmen de Burgos y Sofía Casanova
Se ha empeñado en que conozcamos la voz rotunda y valiente de cuatro pioneras del periodismo -Rosario de Acuña, Sofía Casanova, Aurora Bertrana y Carmen de Burgos- porque, juzga, "son tan modernas y gozaron de tanto reconocimiento en su momento que no se entiende que hoy apenas se hable de ellas. O rescatamos a las mujeres de hace un siglo o las perderemos para siempre".
El reto supuso años de rastreo por hemerotecas, archivos, librerías de viejo y muchas lecturas previas pero Mar Abad (Almería, 1972), cofundadora de la revista digital Yorokobu y ganadora del XXIV Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, estaba especialmente dotada para salir airosa. Su reivindicación de estas cuatro mujeres que fueron sepultadas bajo el peso de la historia oficial la publica Libros del K.O., un sello que es ya referencia en la divulgación del mejor periodismo, se titula Antiguas pero modernas, y ofrece no sólo una herramienta indispensable para estudiosos del reporterismo y la crónica sino también un relato vívido de la historia de España.
Abad, que se ha destacado en sus proyectos digitales por investigar el lenguaje y darle valor al gran arma de los periodistas, las palabras, nos hace escuchar cómo hablaban -y escribían- estas cuatro periodistas y escritoras, y en el making off que cierra el libro podemos escudriñar los secretos del proceso creativo. Se suma así a trabajos tan esenciales como el vademécum de las periodistas del siglo XX nacidas antes de la Guerra Civil de Bernardo Díaz Nosty (publicado por Renacimiento) pero en su caso ofrece cuatro biografías que se leen como novelas cortas, introduciendo al lector en los estudios, las casas y las sociedades en que vivieron estas mujeres.
Nunca recurre a la ficción, todo está documentado, como ocurre con el regreso en 1938 de Sofía Casanova desde Polonia para entrevistarse con el general Franco y demostrarle su admiración. "La censura franquista las quitó de en medio por rojas salvo a Casanova, la periodista que apoyó al bando nacional: ella desapareció primero por ingratitud del franquismo; después, por facha", precisa Abad.
"No podemos entender el feminismo si no sabemos de dónde venimos. Las hemerotecas nos reconcilian con lo que tenemos en común con estas mujeres nacidas aún en el siglo XIX, que hicieron mucho para que hoy podamos votar o tener igualdad de derechos con los hombres, que nos enseñaron cómo defender nuestras ideas sin que nos aplasten", continúa. Su libro reconstruye la Historia desde sus propias voces, de ahí que haya mucha diferencia entre unos capítulos y otros y pasemos, por ejemplo, de la radicalidad y dureza de Rosario de Acuña a la suavidad lírica de Sofía Casanova. También se recoge íntegramente lo que Carmen de Burgos publicó de su magistral entrevista con Emilia Pardo Bazán.
"Este no es un libro feminista o para las estanterías violetas o de mujeres, porque para mí ésta es la Historia con mayúsculas y ellas son tan importantes como lo fueron Valle-Inclán, Cánovas o Sagasta. Al ser las cuatro tan distintas hay un amplio espectro de la diversidad y el librepensamiento. Podemos ver de dónde venimos, que las ideologías de hoy no han surgido de la nada como champiñones".
ROSARIO DE ACUÑA
La primera mujer que participó en un acto literario del Ateneo de Madrid en 1884 es, para Mar Abad, "una intelectual y una referencia mayúscula a finales del XIX y principios del XX". Rosario de Acuña (Madrid, 1850-Gijón, Asturias, 1923) sorprendió a todo un teatro en Madrid cuando en 1876 su obra Rienzi el tribuno fue tan aclamada que el público reclamó, desde el primer acto, saber quién era su autor. "Y salió a saludar una mujer rubia con tirabuzones. Estaban enloquecidos. Ahí se hizo célebre y pasó de ser una desconocida a una de las grandes dramaturgas de este país", explica de esta mujer de méritos equiparables a las más conocidas Concepción Arenal o Emilia Pardo Bazán.
"Luchó toda su vida por el librepensamiento. Pertenecía a una familia acomodada -su tío Antonio Benavides fue embajador de España en el Vaticano y con él vivió un año en Roma-, se casó con un militar de mucha pompa y acabó renunciando a todo eso por sus ideas, que defendió hasta el final de su vida y le acarrearon que los sectores eclesiales buscaran marginarla y silenciarla".
Rosario de Acuña se afilió a la masonería con el nombre simbólico de Hipatia. "Se cuidó siempre de defender sus ideas e incluso reivindicó el derecho a cambiar de opinión y la libertad de no posicionarse con grupos o partidos. Eso le costó el destierro, que la llamaran bruja, arruinaran sus negocios y quemaran sus casas".
La autora de El padre Juan, un impactante alegato anticlerical, tuvo que abandonar Madrid y refugiarse en el norte de España , publicando a partir de entonces sus artículos en El Cantábrico de Santander (1901-1906) y El Noroeste de Gijón (1909-1917). En Santander desarrolló su interés científico por la avicultura y las gallinas de su granja, que obtuvieron premios y reconocimiento, se exportaban incluso a Argentina. Sin embargo, se la acosó tanto por sus artículos que tuvo que marcharse a Gijón.
Defendía que las mujeres asumieran las herramientas del conocimiento para contribuir a liberarse y regenerar la sociedad. "Antes de ser hija, esposa y madre eres criatura racional", solía decir Rosario de Acuña, algo revolucionario en su época que le costó campañas contra ella por atea, blasfema y amoral.
En sus últimos 20 años de vida, esta mujer que también fue pionera en coronar montañas se interesó por el obrerismo. "Le arrebataron todo menos su carácter. Es tan conocida su miseria que en 1920 le conceden el Premio Martín Ayuso: una ayuda de mil pesetas para una persona en extrema necesidad", leemos. Mostró un especial respeto por la figura de Pablo Iglesias y cuando murió decenas de obreros asturianos se disputaron el honor de llevar a hombros su féretro.
Sofía Casanova
Su poesía comenzó a difundirse desde los años 20 en la prensa gallega y fue así que Sofía Casanova (Almeiras, La Coruña, 1861-Poznan, Polonia, 1958) llegó a contar entre sus seguidores con el mismísimo Alfonso XII. "Tiene una historia de novela. Siendo aún muy joven en el parnaso madrileño se interesaron por ella y la llevaron a recitarle sus versos al rey viudo, que llegó a financiarle su primer libro", introduce Abad.
La vida de Casanova dio un giro radical cuando Ramón de Campoamor le presentó al académico y filósofo polaco Wincenty Lutoslawski, "un nacionalista fervoroso que quería que engendraran juntos al redentor que liberaría a Polonia de la ocupación rusa y que acabó casándose con ella y llevándola a su país". "La recordamos hoy sobre todo por su obra periodística, pero fue una gran poeta y dramaturga a la que Pérez Galdós convenció para que llevara a escena su drama La madeja, estrenado en 1913 en un teatro repleto de mujeres. Sin embargo, todos recordemos a Galdós, que acudía a sus tertulias, y a Sofía Casanova parece que la hayamos borrado con Photoshop del relato", contextualiza Mar Abad.
Cuando Casanova visitaba España se hacían grandes actos sociales a los que acudían Emilia Pardo Bazán y Carmen de Burgos. En 1914, tras estallar la Gran Guerra, se encontraba en Polonia visitando a su familia y empezó a contar desde el terreno cuanto pasaba. "Fue una de las grandes corresponsales que ha tenido este país", asevera Abad. Díaz Nosty cree incluso que fue la primera corresponsal de guerra si no se atribuye esa condición al trabajo que Carmen de Burgos realizó en Melilla en 1909.
Vivió la Revolución Rusa, donde mataron a dos de sus cuñados, y de ahí arranca una historia de odio feroz al comunismo. Denostó a Lenin desde San Petersburgo en sus trabajos para Blanco y Negro y el diario ABC, donde el 2 de marzo de 1918 se publicó "En el antro de las fieras", su recordada entrevista con Trotsky. "No se revela en él ni la voluntad, ni la inteligencia, nada potencialmente fuerte", escribió Casanova del entrevistado, que no le cayó nada simpático.
Se marchó de Rusia en 1918 con problemas de visión. Las desgracias familiares y la experiencia en Rusia y Polonia acentuaron su conservadurismo. Casanova se convirtió en una voz crítica con el sistema parlamentario y en valedora de la dictadura de Primo de Rivera. En 1925 se apoyó su candidatura al Premio Nobel de Literatura, con Antonio Maura a la cabeza y el aval de Jacinto Benavente, que había obtenido el galardón en 1922.
Mantuvo siempre los lazos con la casa real y al proclamarse la Segunda República regresó a Polonia. Su marido, ante su incapacidad de engendrar varones, la había abandonado y fundó otra familia pero ella se mantuvo siempre en contra del divorcio. "La santa misión de la mujer, su envidiable destino, es ser compañera del hombre y madre de sus hijos", reivindicaba.
Regresó en 1938 para conocer al general Franco y mostrar su apoyo al Gobierno de Burgos. "Al final de su vida todos la repudiaron, ni el franquismo al que apoyó ni los intelectuales que la admiraron y se sintieron traicionados", rememora Abad.
Aurora Bertrana
Muy conocida en el ámbito de las letras catalanas, Aurora Bertrana (Gerona, 1892-Berga, Barcelona, 1974) escribió sobre las culturas tenidas por primitivas, se cortó en los años 20 la melena a lo garçon, fundó en Suiza la primera banda femenina de jazz y, aunque siempre quiso escribir, estudió violonchelo por la oposición de su padre, el reconocido escritor Prudenci Bertrana.
Con su marido, el ingeniero suizo Denys Choffat, vivió tres años en la Polinesia francesa y a su regreso publicó su obra más célebre, Paraísos oceánicos (1930), donde ofrecía una mirada desinhibida sobre los comportamientos sexuales y amorosos en las islas. En 1935 realizó sus reportajes sobre Marruecos, donde criticó el colonialismo y descubrió los paisajes del Atlas.
"Durante la Segunda República se interesó por la política y llegó a militar en Esquerra, que le ofreció ser candidata a la alcaldía de Barcelona. Cuando vio que lo que querían era usarla para captar el voto femenino pero no la dejaban hablar abandonó la política y se empeñó en financiar una universidad para las mujeres obreras donde se las instruyera de noche, cuando terminaran de trabajar", cuenta la autora.
La guerra civil trastocó la carrera de Bertrana -su marido se unió al bando franquista y ella se exilió en Suiza y luego en París-. Regresó en 1949 a Barcelona para centrarse en las memorias y novelas: fue finalista al Premio Planeta en 1956 con La aldea sin nombre y en 1970 el director Francesc Rovira Beleta adaptó su novela La larga agonía de los peces fuera del agua, que interpretó Joan Manuel Serrat.
Carmen de Burgos
Mar Abad considera a su paisana todo un símbolo "y la más grande" de estas pioneras. Carmen de Burgos Seguí (Almería, 1867-Madrid, 1932) está considerada la primera periodista profesional española y firmó libros imprescindibles como La mujer y sus derechos, "pero para mí lo más revolucionario que hizo fue sacar fuerzas de no se sabe dónde y, tras separarse de su marido borracho y maltratador, con el que tuvo cuatro hijos de los que sólo le sobrevivió la hija pequeña, cambiar por completo su vida, salir de Almería, hacerse maestra y escritora y dejarnos un legado intelectual fantástico".
De Burgos entró en 1903 a trabajar en el Diario Universal con el seudónimo Colombine, que consolidó en poco tiempo como su marca personal, y en 1909 cubrió para Heraldo de Madrid la situación de los soldados españoles en Melilla durante la guerra del Rif. Hiperactiva y brillante, fue también un ejemplo de autonomía personal en sus relaciones amorosas, y con 41 años se unió a Ramón Gómez de la Serna, que tenía 19. Vivieron juntos dos décadas hasta que Colombine descubrió que él tenía un lío amoroso con su hija María.
Activista del divorcio desde principios de siglo, hizo también campañas periodísticas a favor del voto de la mujer y contra la pena de muerte. "Clara Campoamor es fabulosa pero se recuerda al que culmina la gesta y corona la cima. Sin embargo, olvidamos a los que vinieron antes y Carmen de Burgos allanó el camino desde principios del siglo XX, reuniéndose en Londres con las sufragistas. La mujer moderna y sus derechos, escrito en 1927, es un libro no igualado a día de hoy", destaca Abad, que guarda entre sus tesoros personales una primera edición firmada de la biografía que dedicó a Larra, Fígaro (1919). "A Colombine le hacían más homenajes que a Valle-Inclán", resume la autora de Antiguas pero modernas para expresar la importancia de esta mujer que al sentir que llegaba su final en 1932 afirmó: "Muero feliz, porque muero republicana".
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