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Caravaggio | Crítica
Ya en el prólogo de Artur Ramon se nos advierte de un paralelismo entre el arte cinematográfico Pasolini, su áspera visualidad, influida por el magisterio de Longhi, y la pintura de Caravaggio, cuya originalidad pictórica, limpia de una persistente leyenda adversa, el profesor Longhi vuelve a situar aquí en el terreno de lo artístico, sin olvidar, en todo caso, el origen de aquella vinculación obra/vida, referida a Caravaggio, y que debemos situar en las páginas que Bellori dedicó al pintor milanés en el mismo XVII. Ahí se establecerá un vínculo entre el aspecto descuidado, entre el comportamiento turbulento de Merisi (este era el apellido de Caravaggio) y su ejecutoria artística. A lo cual se añade aquello que Felibien atribuyó a Nicolas Poussin, y que señalaba a Caravaggio como un heraldo destructor de la pintura.
Según Longhi, la novedad de Caravaggio fue tanto la creación de “cuadros” mediante la técnica del espejo, cuanto el uso de la cámara oscura, que convirtió las sombras, el espacio vivo en el que medran, en un personaje determinante. Otra de sus características, sin duda la más escandalosa, sería el exceso de parecido entre el modelo y lo pintado (“troppo vero” diría Inocencio X sobre su retrato velazqueño). Y es de notar cómo Longhi cifra el temprano influjo de Caravaggio en Velázquez, Sánchez Cotán y Zurbarán -extrañamente, no menciona a Murillo- a través del prior del hospital de la Consolazione, nativo de Sevilla. ¿Por qué esta prevención ante lo “realista”, que vinculaba la pintura con la pintura flamenca y sus naturalezas muertas? Porque la pintura, según Bellori, no debía copiar la realidad, sino trascenderla en un embellecimiento que participaba de la realidad, pero que buscaba y ponderaba la hermosura.
La novedad de Caravaggio, y el motivo de su incomodidad, es un marcado realismo, que extraía sus modelos de la humanidad más fatigada y ruin. Esta forma “norteña” de aproximarse a lo creado volverá con el Romanticismo, una vez evaporada la rígida idealidad neoclásica. Merisi, en todo caso, ha creado también una realidad plenamente barroca, de profunda abstracción, como es el espacio. Un espacio a oscuras, sin duda. Pero no un espacio vacío, como recuerda Longhi. Esa nueva oscuridad es la que modela, expone y organiza la corpulencia fantasmal del hombre.
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