Atreverse a pensar

Gran historia visual de la Filosofía | Crítica

Blackie Books presenta en España la sugerente enciclopedia gráfica en la que Masato Tanaka y Tetsuya Saito proponen un recorrido por conceptos y personajes clave de la filosofía occidental

Definición del concepto "nihilismo".
Definición del concepto "nihilismo".
Luis Manuel Ruiz

26 de abril 2020 - 06:01

La ficha

Gran historia visual de la Filosofía. Masato Tanaka y Tetsuya Saito. Traducción de Ernest Weiker. Blackie Books, 2020. 354 páginas. 21 euros.

Que la Filosofía es paradoja ya lo dejó sentado Ortega y Gasset en una pequeña introducción al asunto, mayormente en el sentido etimológico: pues, si bien la mayoría de la gente se conforma con la opinión más adocenada y común ("consuetudinaria", dice él), es obligación del pensador ir más allá del criterio mayoritario, en busca de otra opinión que esté por debajo, "más firme y verdadera, esto es, para-doxa". Pero no hay que remontarse a tales sutilezas filológicas para constatar que, en efecto, el ejercicio de esta milenaria actividad se encuentra rodeado de contradicciones y claroscuros. Hay uno que, aparte de llamar claramente la atención del neófito, es el que va a ocuparnos en esta reseña: ¿es la Filosofía un bien de la élite o puede despacharse a todo el mundo? ¿Es la Filosofía académica o popular? ¿No usa un lenguaje incomprensible, reservado a unos pocos, que excluye con su pompa y aparato al común de los mortales? ¿No se ocupa de cuestiones alejadísimas de las preocupaciones del día a día? Pero, por otra parte, ¿no se pregunta por la vida todo hijo de vecino? ¿No es la duda ante el destino, y el deseo de encontrarle un desenlace, una tesitura en la que tarde o temprano nos vemos todos, obligándonos, aun involuntariamente, a seguir el vuelo de la lechuza de Atenea? En resumen: ¿cabe una Filosofía de masas o ha de ser forzosamente erudita?

La cuestión, como todo en esto, no está resuelta. Volvamos con Ortega: para él, parecía clarísimo que la práctica del pensamiento resulta obligatoria en todas las cabezas y que todos filosofamos, querámoslo o no, cada vez que nos planteamos si debemos casarnos, decantarnos por un trabajo, irnos a vivir a Alemania, elegir carne o pescado. En realidad, la democratización de la razón constituye una de las premisas fundamentales de la Ilustración, según la cual el intelecto es idéntico en todos los seres humanos y, por consiguiente, todos ellos tienen, más que el derecho, la obligación de servirse de él: sapere aude. Siguiendo esta línea, la Filosofía ha venido siendo asignatura obligatoria en los bachilleratos durante dos siglos, so excusa de que debía preparar al individuo para el desarrollo del pensamiento individual y la posibilidad de contribuir, así, al bien común mediante la participación democrática. La Filosofía, dicen los ilustrados y el Ministerio de Educación, es de todos y para todos. Aunque esté escrita en un idioma de hierro que pocos, muy pocos, consiguen penetrar de veras.

Portada de la edición de Blackie Books.
Portada de la edición de Blackie Books.

Esta certeza ha venido amparada, en los últimos decenios, por la proliferación de un fenómeno editorial que no parece casar con la situación más bien menesterosa que la Filosofía padece como asignatura en los institutos. Resulta que ahí fuera, en las tiendas, los talleres, el café y la cola del banco, la Filosofía interesa. Que hay gente que, a pesar de no haber recibido formación pertinente, querría enterarse de lo que Hegel y Nietzsche, Platón y Epicuro, dijeron sobre el mundo y lo que le afecta. Para ello, en la Francia de los años sesenta (a rebufo del postestructuralismo, las bufonadas de Foucault y Derrida y las pedradas en Saint-Michel) se inventó todo un género nuevo, el de la divulgación filosófica: libritos de rápido consumo que nos prometen revelarnos los intríngulis de una cuestión, un autor, una época, en comodísimos bocados que servirse entre comida y comida, parada y parada de autobús, la oficina y casa. Podrían citarse ejemplos a manos llenas, de los que dispenso al lector: le remito simplemente a las promociones de quiosco, donde encontrará como muestra coleccionables sobre Grandes Pensadores o Las Grandes Ideas de Nuestro Tiempo entre estampitas de fútbol y la última pieza de la maqueta del galeón.

El creciente interés por la Filosofía contrasta con la precaria situación que padece como asignatura

Lo último en sumarse a esta marea ha sido el cómic, arte popular por excelencia. Aprovechando la inercia de ese best-seller planetario que ha sido Filosofía en viñetas, de Michael F. Patton y Kevin Cannon (DeBolsillo), donde se nos ofertaba un recorrido por los principales hitos especulativos de Occidente en clave más bien desenfadada, Blackie Books, editorial de una singular audacia a la que hay que agradecer rarezas sin cuento, presenta en España un original japonés con un objetivo similar. Masato Tanaka y Tetsuya Saito han elaborado, más que un manga (los hay también: véanse las versiones correspondientes de El Príncipe o Así habló Zaratustra), una especie de enciclopedia visual donde se recogen, ordenadas cronológicamente, las teorías cardinales de la Filosofía y las biografías de quienes las concibieron. El afán pedagógico sobrevuela el proyecto: con el fin de hacer digeribles conceptos tan estomagantes como différence o juego de lenguaje, armonía preestablecida y argumento ontológico, los autores se han servido de un ocurrente ejército de figuritas que, acompañadas de las consiguientes flechas y esquemas, desbrozan el camino entre abstracciones y consiguen reducir las ideas a sus coordenadas básicas. El resultado no puede ser, muchas veces, sino la simplificación excesiva; pero así y con todo, debemos darle la bienvenida: quizá gracias a ella muchos que buscan introducirse en este jardín no tan espinoso como parece encuentren así la abertura correcta. Valga esto como invitación para todas aquellas víctimas de obras más sesudas y desesperantes: aun hay tiempo de atreverse a pensar.

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