Pólvora contra esteladas en la Sevilla quejosa
Crónica
Las horas previas a la final de la Copa del Rey mezclan en el centro a las aficiones con turistas y vecinos, mientras que en la Fan Zone todos se sienten ganadores
Una fiesta del fútbol en Sevilla. Pólvora contra esteladas. Las plazas y calles más turísticas del casco antiguo tomadas por aficionados valencianistas y barcelonistas. El Este de España en el Sur. Los primeros son mayoría desde que cayó la noche del viernes. Petardos, petardos y más petardos. Se mezclan con la madre primeriza que saca a su bebé a dar una vuelta, las despedidas de solteros que no decaen desde el arranque de la primavera, el joven cansado de que los turistas le paren para acariciar a su cachorro, los festivaleros con caras de recién levantado tras la primera jornada de conciertos en la pradera del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), y grupos de niños con las cruces de mayo.
Otro buen porcentaje de aficionados de ambos equipos pasaron las horas previas a la final de la Copa del Rey en las Fan Zone instaladas por la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) en los aledaños del estadio Benito Villamarín. Escenario con música a todo volumen, barras con cerveza en vaso de plástico y carpas de grandes dimensiones para mitigar los 30,6 grados que marcaba el termómetro de la Aemet situado en el aeropuerto de San Pablo a las cuatro de la tarde. La final deja un impacto económico de 12 millones de euros (el festival de diez). Una delicia para el sector servicio, una pesadilla para los vecinos. La única concordia que hay en la ciudad es la que firmaron el 24 de marzo de 1903 la hermandad de la Macarena con la del Gran Poder. La Sevilla quejosa.
En un recorrido entre Santa Catalina y la plaza de la Magdalena nos encontramos con tres valencianistas en el interior de un bar debatiendo sobre la posible alineación de Marcelino; una terraza de veladores compartida por las aficiones de ambos equipos que hacen recuento antes de poner rumbo a Heliópolis; una pareja de amigos con la camiseta del club de la ciudad Condal que buscan la Giralda con las indicaciones que les da el móvil, y un par de familiares que se ponen de acuerdo en la esquina de Cuna con Rivero para verse antes del comienzo de la final.
En las carpas hay otra atmósfera. Todos se sienten ganadores. Los valencianistas quieren tocar plata tras once años sin hacerlo. Fue en la final ganada al Getafe en el Vicente Calderón. Los barcelonistas quieren más títulos. ¿Quién se aburre de ganar? Ambas aficiones tuvieron que esperar una cola para acceder a sus respectivas Fan Zone. En la carpa habilitada por el Valencia (junto a la gasolinera de la avenida de Las Razas) se alternaban los cánticos, los disfraces de fallera o Pontífice y hasta un puesto de chicharrones. “Por supuesto que vamos a ganar, para eso me he traído a mis tres niños hasta Sevilla. Lo vamos a celebrar”, comenta Claudia, que salió de la capital del Turia en coche junto a su familia de madrugada. Fuera del recinto, los aficionados se repartieron por las distintas terrazas de veladores de Reina Mercedes. Aquí no hay tracas.
Junto a la ciudad deportiva del Real Betis Balompié estaba la Fan Zone del Barcelona. La mayoría de sus aficionados llegaron en avión, tren o su propio vehículo, ya que proceden de provincias andaluzas o extremeñas. Los controles son estrictos en mochilas, riñoneras o bolsos. Muchas esteladas. “Queremos el doblete. La derrota en la Copa de Europa ya está olvidada. Estoy convencido de que vamos a ganar”, nos relata David, que anda ataviado con una peluca blaugrana. Eran pocos los que se atrevían a tomarse una bebida debajo de las sombrillas instaladas en el exterior de la carpa. Una final de fútbol es una fiesta y Sevilla es quejosa. Todo en orden.
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