Detectan fraudes en la etiquetas del pescado congelado
Científicos de los departamentos de biología y educación científica de la Universidad de Oviedo, liderados por Carmen Blanco-Fernandez, Alba Ardura, Paula Masiá, Noemi Rodriguez, Laura Voces, Marcelino Fernandez-Raigoso, Agustín Roca, Gonzalo Machado-Schiaffino, Eduardo Dopico & Eva Garcia-Vazquez, denuncian un posible fraude intencional en un porcentaje mínimo de pescado (1,9%) que puede estar capturándose tanto en aguas africanas como en costas europeas.
El estudio, publicado en la revista Scientific Report, refleja la dura realidad de una zona castigada por elementos contaminantes, sobre todo de componente tecnológico, que, a la postre, termina contaminando a los animales que posteriormente son capturados para ser ofrecidos para la venta al público y su consumo. Este estudio arranca de una colaboración iniciada junto al proyecto Oceanic Karma, los primeros en dar la voz de alarma sanitaria, al detectar elementos contaminante en el pescado africano.
Los investigadores determinan que a pesar del gran esfuerzo de trazabilidad de los alimentos para garantizar un consumo seguro y sostenible, persiste el etiquetado incorrecto en los mercados de productos del mar. Aseguran que es necesario determinar qué impulsa el fraude deliberado para mejorar la autenticidad y la sostenibilidad de los alimentos.
En total se analizaron genéticamente 401 muestras de pescado comercializadas por empresas europeas, obtenidas de 11 lugares diferentes. La extracción de ADN y la amplificación por PCR tuvieron éxito en 365 muestras (91% de éxito): 83 etiquetadas como anchoa, 96 como merluza, 96 como atún y 90 como bacaladilla.
Siete muestras con 'etiquetas trampa'
Los resultados detectaron un etiquetado erróneo en siete muestras, el 1,9% del total de muestras analizadas: dos de anchoa (un producto por muestra), dos de merluza (cuatro productos, uno en una muestra y tres en otra) y tres de atún ( cinco productos en total: uno, dos y dos por muestra). La proporción total de etiquetado incorrecto fue del 0% en la bacaladilla, del 2,4% en la anchoa, del 4,17% en la merluza y del 5,2% en el atún.
Respecto a su origen, cinco de los 11 productos mal etiquetados fueron capturados frente a las costas africanas, cuatro de aguas europeas y dos no tenían información geográfica en la etiqueta.
Después de analizar y discutir respecto a los datos obtenidos en el estudios los autores sacan las siguiente conclusiones, según reflejan en la agencia sinc: "un mayor riesgo de etiquetado incorrecto en productos no reconocibles, un fraude mayor en aquellas especies consideradas más valiosas por parte del consumidor (poniendo 'etiquetas trampa') y el uso de especies en peligro de extinción como Thunnus thynnus, juveniles de atún comercializados como anchoa, y de merluza africana, Merluccius polli, aún no regulada como especie sustituta".
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