La exportación, la gran válvula de escape
Ante la agonía del consumo interno y la inversión pública no quedaba otra: exportar o morir
Tacho Rufino
El año 2010 será recordado por gran cantidad de malas noticias económicas para España, pero si algún sector ha puesto un contrapunto a la general depresión, ése ha sido el exportador. Ante la atonía del consumo interno, no quedaba otra: exportar o morir. Los tradicionales mercados europeos –Francia, Alemania, Reino Unido, Portugal– han ayudado a apuntalar las exportaciones, pero se han abierto otros que, sin duda, deberán verse incrementados como destino de nuestras ventas e inversiones exteriores: China, India y otros países asiáticos, además del tradicional mercado hermano latinoamericano. Tras el brusco desplome de exportaciones e importaciones que se produce tras el estallido de la crisis a partir de 2007, que encuentra su negativo cénit en 2009, 2010 ha asistido a un vigoroso incremento de la presencia de nuestras empresas, productos y servicios en el exterior: la tasa de variación anual de ambas magnitudes –exportaciones e importaciones, que se comportan al alimón– pasa de una caída del 25 por ciento entre 2008 a 2009 a una fulgurante subida del 15 por ciento (lo cual, en su conjunto, supone una variación positiva de más del 40 por ciento). Las buenas noticias provienen sobre todo del sector agroalimentario, que se ha mantenido firme ante la contracción generalizada de otras áreas de actividad, pero no sólo de él. La industria del automóvil española, junto con la de la metalurgia, la química y el refino también han arrojado cifras crecientes. En Andalucía, la recuperación del turismo ha corrido paralela a la citada mejora de las exportaciones del sector primario y agroindustrial, pero también a un fenómeno bastante insólito: la salida desesperada de las constructoras regionales de tamaño medio a mercados del Este de Europa, Latinoamérica o África del Norte, ante la paralización de la producción y venta de casas y obras civiles debidas a la tremenda carestía del crédito y a los obligados planes de ajuste fiscal públicos. Sin duda, el know how adquirido durante dos lustros de enfebrecida actividad inmobiliaria y constructora avalan la capacidad y las probabilidades de éxito. No hay mal que por bien no venga, ya se sabe.
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