Una de las mejores comedias de los últimos años

HIT MAN | CRÍTICA

Adria Arjona y Glen Powell en la cinta.
Adria Arjona y Glen Powell en la cinta. / D. S.

La ficha

***** 'Hit Man'. Acción, Estados Unidos, 113 min. Dirección: Richard Linklater. Guion: Richard Linklater, Glen Powell. Música: Graham Reynolds. Fotografía: Shane F. Kelly. Intérpretes: Glen Powell, Adria Arjona, Austin Amelio, Retta, Molly Bernard, Anthony Michael Frederick, Mike Markoff.

La libertad y audacia con que Richard Linklater se enfrenta al cine -a todo el cine: de imagen real y animado, documental y de ficción, cortometraje y largometraje, realista y fantástico, independiente y genérico- paga el precio de la desigualdad de su obra. Su extensa filmografía alcanza sus cumbres en las películas relacionadas con el paso del tiempo en las que filma a sus personajes, interpretados por los mismos actores, a lo largo de los años (la trilogía formada por Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer, filmada por etapas en 1995, 2004 y 2013, Boyhood -su obra maestra- que filmó durante 12 años). También muestra lo mejor de su creatividad cuando juega con la imagen real y la animación, y con lo documental y lo ficcional, en un tono libérrimo e inclasificable que solo podría, si acaso, describirse -por ser el inventor de los falsos documentales trufados de ficción- como felliniano: son los casos, muy distintos entre sí, de Waking Life, Una mirada a la oscuridad, Bernie, Apolo 10 ½. Una infancia espacial. Pero también conoce bajones -unos más hondos y otros menos- como Movida del 76, SubUrbia, Newton Boys, Escuela de Rock, Una pandilla de pelotas, Fast Food Nation, La última bandera o Todos queremos algo. Algunas de las cuales, sobre todo las comedias, no carecen de defensores.

Hit Man, asesino por casualidad es otra apuesta audaz en la que Linklater parece querer llevar al límite su juego con los géneros cinematográficos creando una comedia negra -género que abordó con excelente resultado en la negrísima Bernie- que se fundiera con el cine negro o el thriller -género que también tocó, esta vez con pésimos resultados, en Newton Boys- logrando equilibrar lo negro, lo humorístico y hasta lo romántico con un magnífico resultado. El guión, coescrito por Linklater y Glen Powell, también productor además de intérprete, parte de un personaje real que los guionistas desarrollan con una inventiva y un talento que sortea los muchos peligros que la hibridación de géneros conlleva (aunque si leen la vida del personaje que inspira la película, comprobarán que la vida no solo imita al arte, siempre lo supera).

Un profesor de filosofía (un excepcional Glen Powell) que lleva una vida cómodamente previsible tiene otra ocupación: ayudar a la policía como gancho haciéndose pasar por un asesino a sueldo para detener a quien requiera sus servicios. Cuando una mujer (una debidamente seductora y ambigua Adria Arjona) presuntamente maltratada requiere esos tan especiales servicios puede que surja el amor y puede que el juego de simulación se haga realidad, puede que verdaderamente ella sea una víctima o, quizás, puede que él se convierta de verdad en un asesino, puede que ella sea una émula de Jean Simmons en Angel Face o de Barbara Stanwyck en Perdición. Utilizo tantos puede para evitar spoilers porque esta comedia negra, además de hacer reír, tiene su tanto de suspense.

Linklater logra hacer verosímil lo inverosímil cumpliendo la primera regla de toda comedia que juega con lo excesivo, el despropósito y hasta el delirio: hacer creíble el disparate. Logra también dar credibilidad -entre carcajada y carcajada- a la trama negra conforme las dos identidades del profesor se van convirtiendo en una sola. Y logra incluso inyectar por sorpresa algún puntito de emoción, lo que ya parecería imposible en una comedia negra al límite del disparate con no pocos pespuntes cínicos. En lo que tiene de juego con los géneros y con las máscaras de una personalidad, la película también es, de alguna forma, un gozoso experimento sobre los límites del cine y de la tolerancia del espectador como cómplice de un juego. Incluida la fascinación de los espectadores por los asesinos a sueldo, elevados a la categoría de mártir jansenista por Melville en Le samourai (El silencio de un hombre).

Pese a lo dicho, y a tratarse de Linklater, no se trata de una película solo para cinéfilos. Recuerda los tiempos en los que, como se autodefinía humorísticamente La Codorniz, era posible el cine más audaz para el espectador más inteligente. Una de las mejores comedias de los últimos años.

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