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LAS PELÍCULAS ESPAÑOLAS DE 2018
2018 confirma el desencuentro y la distancia entre el cine español que se consume en las salas y aquel que más nos ha interesado, un abismo entre popularidad, diversidad, riesgo y calidad que parece abrir aún más el hueco entre los modelos industriales mayoritarios, diseñados y avalados por los grandes grupos mediáticos, y las derivas de ese otro cine español que apenas circula por los festivales bajo el atento radar de la crítica especializada.
Un vistazo a las cifras oficiales del ICAA revela el siguiente ranking de recaudación: Campeones Campeones(con 3.280.000 espectadores y 19 millones de euros de recaudación) lidera las diez primeras seguida por Superlópez, El mejor verano de mi vida, Perfectos desconocidos, La tribu, El cuaderno de Sara, Yucatán, Sin rodeos, Los futbolísimos y Todos los saben. A saber, comedias con elenco y formato televisivos, fórmulas de éxito remezcladas, cine infantil-juvenil y apenas una cinta de prestigio (Todos los saben) avalada por su director (Farhadi) y un reparto estelar (Cruz, Bardem, Lennie o Darín).
Tendríamos que irnos hasta el puesto 63 (¡!), y dejar atrás títulos de interés aunque por debajo de la expectativas como El reino (18), Carmen y Lola (31), Las distancias Las distancias(37), Quién te cantará (41), Petra Petra(44) o La enfermedad del domingo (55), para encontrar la mejor película del año, Entre dos aguas, de Isaki Lacuesta, que apenas ha conseguido 80.000 euros y 13.000 espectadores después de ganar la Concha de Oro en San Sebastián. Otra prueba más de que sin grandes nombres o un gran grupo mediático a las espaldas cada vez resulta más complicado llegar a unas cifras que recompensen la calidad en la taquilla, tal y como le ha ocurrido también a títulos interesantes como Ana de día, Yo la busco, Comandante Arián, A estación violenta u Oreina (ciervo).
En esta encrucijada dual, toca señalar aquello que ha sido verdaderamente excepcional, casi siempre en los márgenes o con escasa visibilidad, cine del presente libre y valiente, sensible y dispuesto a dialogar con las formas. Aquí van nuestras diez favoritas:
1. Entre dos aguas, Isaki Lacuesta
El nuevo filme de Lacuesta se revela como un western hiperrealista y trágico que moldea el paso del tiempo como poderosa fuerza narrativa y poética. El regreso a los personajes y lugares de La leyenda del tiempo asume la ficción como motor mítico para hablar del desarraigo, la orfandad o la falta de oportunidades en un paisaje, el de la Bahía de San Fernando, que funciona como marco resonante de viejos esquemas dramáticos y del que Lacuesta y sus cómplices, los hermanos Israel y Cheíto Gómez Romero, extraen auténticos fogonazos de verdad, emoción y lirismo.
2. El viaje a Kioto, Pablo Llorca
Ningún cineasta más independiente, libre, austero, tozudo, secreto (esta película apenas se ha visto en el SEFF) y lúcido que Pablo Llorca, ninguno capaz de acercarse a la realidad española con tanta claridad y transparencia, con tanta depuración narrativa carente de estilo. Los hijos de la Movida corren ahora caminos paralelos entre la nostalgia y el fraude, entre la entrega al trabajo y vivir de las rentas. Y en el centro de esta falsa comedia de costumbres, madres controladoras aferradas a un estatus y un tiempo que ya pasó por encima. Es difícil contar más con menos.
3. Viaje al cuarto de una madre, Celia Rico
Elementos mínimos, atención por los pequeños detalles, ritualización del espacio, sublimación de lo autobiográfico: la sevillana Celia Rico debuta con un filme donde el esencialismo de Ozu resuena en un hogar que vive los instantes previos a una emancipación entre madre (Dueñas) e hija (Castillo) que se sabe definitiva. Los afectos, los gestos y los silencios se entrelazan en un tejido orgánico donde los objetos también hablan y la memoria se inscribe de manera poderosa.
4. Mudar la piel, Ana Schulz y Cristóbal Fernández
La Historia de España y la historia familiar se anudan en este fascinante documental sobre los propios límites de la representación. Ana Schulz revive el recuerdo del amigo (espía) de su padre, Juan Gutiérrez, negociador entre el Gobierno y ETA en los años de plomo, como misterio y agujero negro que convierte el filme en un juego de suplantaciones y ocultamientos. Y bajo el trazado de un thriller, emerge, poderosa, la historia de una amistad masculina a prueba de traiciones.
5. Apuntes para una película de atracos, Elías León Siminiani
León Siminiani no renuncia a la auto-ficción pero se abre ya al encuentro con la realidad de una manera más natural y sincera: su relación con el ‘Robin Hood de Vallecas’, famoso butronero, se salda en un relato a dos voces que funde autobiografía, pasión por el cine de robos y reconocimiento del otro en un juego autoconsciente en el que el cine se hace ante nosotros.
6. Ainhoa, yo no soy esa, Carolina Astudillo
A partir de un valioso material de archivo familiar y de sus diarios personales, Carolina Astudillo reconstruye la vida anónima y malograda de Ainoha Mata con ayuda y contrapunto del ideario teórico feminista (Plath, Pizarnik) para desvelar las capas de un retrato íntimo repleto de verdad, desgarradora sinceridad, fracaso e interrogantes por el que se cuela también la historia (social) de la España de los 70 y 80.
7. En las estrellas, Zoe Berriatúa
Zoe Berriatúa suma una nueva entrega a su involuntaria condición de cineasta maldito a pesar de su innegable vocación popular. La relación padre-hijo, la superación del duelo y el viaje a la fantasía caminan de la mano en un relato desacomplejado que recupera el viejo sabor clásico y analógico de la ciencia-ficción y el poder de los cuentos como terapia de sanación. La vieron apenas 3.000 espectadores.
8. Con el viento, Meritxell Colell
El debut de Mertixell Colell supone también un reencuentro con las raíces y una expiación de la culpa a partir del regreso al hogar familiar tras la muerte del padre, un regreso impulsado por el viento, la expresión corporal como sustituto de la palabra y unos afectos entre mujeres de distintas generaciones a los que les cuesta salir a flote. Colell fragua con ellos una mirada telúrica y un punto de vista íntimo de alcance universal.
9. Nosotros y la música, Carlos Rivero
De expiar el dolor de la separación y hacer de la autobiografía un hermoso relato sobre el tiempo trata también este viaje de pareja espigado a lo largo de los años. El blanco y negro y los rótulos ponen la distancia justa sobre el acecho de la nostalgia, y la hermosa música de Jonay Armas se cuela por los pliegues emocionales de una crónica que tiene tanto de diario como de obsequio.
10. Wan Xia, la última luz del atardecer, Silvia Rey
En su corto (y futuro largo), Silvia Rey subvierte y expande la mirada documental para acercarse a un centro de mayores chino del barrio de Usera (Madrid) desde el extrañamiento paranormal, la proposición y el juego reflexivo, partiendo de los elementos, los rituales, los espacios y las creencias de esos exiliados para modular con ellos una insólita y divertida incursión en lo desconocido y los designios del más allá.
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