Entre la habilidad y la trampa

La poderosa interpretación de Naomi Watts (aquí, junto a Samuel L. Jackson) destaca en el filme.
La poderosa interpretación de Naomi Watts (aquí, junto a Samuel L. Jackson) destaca en el filme.
Carlos Colón

04 de julio 2010 - 05:00

Madres e hijas. EEUU, 2009, Drama. 125 min. Dirección: Rodrigo García. Intérpretes: Naomi Watts, Annette Bening, Samuel L. Jackson, Kerry Washington, David Morse, Amy Brenneman. Guión: Rodrigo García.

Cada momento de la historia del cine ha ofrecido al público, antes fundamentalmente femenino, el folletín melodramático con una envoltura diferente que se adecuara a las exigencias de los tiempos. Cuando el cine comercial era grande algunos directores -Stahl, Leisen, Sirk, McCarey- lograron elevar el melodrama extremo a la categoría de arte. Después la televisión lo degradó a la soap opera (ópera de jabón: por los patrocinadores publicitarios) de los folletines televisivos que se degradaron aún más en los culebrones latinos. Hoy el folletín por excelencia es la tele-realidad y sus intérpretes no son los personajes de ficción creados por Jane Wyman, Rock Hudson, Lana Turner o Susan Hayward, sino seres más o menos reales que se llaman Belén, el vecino traidor, Ivonne, Humberto o Nuria B. Dada la imposibilidad de superar este espectáculo y el triunfo del culebrón latino o sus imitaciones hispánicas y el despego del actual público adulto de cine por el melodrama puro, la demanda de emociones extremas, retorcidas historias familiares y dramones folletinescos de hijos abandonados, madres no encontradas, amores imposibles y traiciones es actualmente servida por películas de fina factura, buenas interpretaciones, disfraz realista, apariencia de hondo estudio de caracteres, simulación de análisis de realidades sociales y pretensiones de autenticidad emocional.

El cine indie (producto comercial que aparenta ser independiente) de historias cruzadas (resucitado en versión autorial por Robert Altman con Vidas cruzadas en 1993 y consagrado, entre otros, por Paul Thomas Anderson con Magnolia en 1999 o González Iñárritu con Amores perros en 2000) es la respuesta a la demanda de quienes quieren consumir cine industrial y convencional como si fuera artesanal y auténtico. Los realizadores latinos actualmente triunfantes en Hollywood son maestros en estas falsificaciones o estrategias. Y esta película es un excelente ejemplo de ello: González Iñárritu produce una historia escrita y dirigida por Rodrigo García -hijo de García Márquez- que trata de íntimos dramas -más bien folletinescos melodramas- de mujeres enfrentadas a las más dolorosas variantes de la maternidad: el dolor de una mujer madura que fue obligada a dar en adopción a su hija tras quedar embarazada cuando era adolescente (Anette Benning); el dolor de una hija que fue abandonada por su madre adolescente (Naomi Watts) y hoy es un desierto emocional escondido tras una fachada agresiva y triunfadora; y el dolor de una mujer que no puede ser madre (Kerry Washington).

Rodada con una elegancia hasta relamida y mal trabada argumentalmente, la salvan -porque García es un buen director de actrices- las poderosas interpretaciones del trío femenino, especialmente de la Benning y la Watts. Para ellas son las dos estrellas. Al público preferente de estas películas le gustará especialmente la humanización del duro Samuel L. Jackson. También agradecerá los toques multiculturales e interraciales (ninguna novedad, por otra parte: desde Magnolia a Imitación a la vida son un ingrediente folletinesco). Entre la habilidad y la trampa hay a veces una débil frontera. Sitúe cada cual Madres e hijas a uno u otro lado, según sus preferencias personales.

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