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Paradise Hills | Crítica
* 'Paradise Hills'. Fantasía distópica, España, 2019, 93 min. Dirección: Alice Waddington. Guion: Nacho Vigalondo y Brian DeLeeuw. Fotografía: Josu Inchaustegui. Música: Lucas Vidal. Intérpretes: Emma Roberts, Danielle Macdonald, Awkwafina, Milla Jovovich, Eiza González, Jeremy Irvine, Arnaud Valois.
Con guion de Nacho Vigalondo y Brian DeLeeuw, Paradise Hills se reviste de una estética de fábula pop a mitad de camino entre el anuncio de colonia y la portada del último disco de Nick Cave para sumarse, desde España aunque con vocación global, a ese audiovisual fast-food interesado por las distopías como marco acolchado para nuevos-viejos mensajes de empoderamiento en tiempos de feminismo de consumo.
Cuatro jóvenes díscolas son recluidas por sus familias en una extravagante y florida residencia de lujo a orillas del mar con el fin de reeducar su rebeldía y devolverlas al redil del Patriarcado. Bajo la atenta mirada de la gobernanta Jovovich y sus soldados geyperman, nuestras princesitas multiculturales son drogadas y sometidas a terapias varias que las devuelvan a la sociedad convertidas ya en mujeres sumisas, obedientes y casaderas.
La simpleza del planteamiento no levanta vuelo ni coge densidad alguna en un desarrollo dramático sin sentido de la progresión narrativa y con traca final en clave de lucha de clases, lo que aboca al filme de la debutante Alice Waddington a una sucesión de estomagantes y melifluas estampas en tonos pastel para el lucimiento del diseño escenográfico-textil apenas salpicado por unos voluntariosos efectos digitales que no disimulan su condición de serie B hipervitaminada.
Y todo ello en aras de un mensaje de sororidad y liberación de primero de feminismo destinado a ojos poco entrenados y almas cándidas, probablemente preadolescentes, más familiarizadas con los videoclips de Lady Gaga y el anime que con los nombres de Virginia Woolf o Simone de Beauvoir.
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