La sensibilidad y el talento triunfan sobre el tópico
The Farewell | Crítica
La ficha
**** 'The Farewell'. Drama, EEUU, 2019, 100 min. Dirección y guión: Lulu Wang. Fotografía: Anna Franquesa Solano. Música: Alex Weston. Intérpretes: Awkwafina, Tzi Ma, Jim Liu, Gil Perez-Abraham, Diana Lin, Yongbo Jiang, Shuzhen Zhou.
En principio da pereza que el punto de partida del argumento de esta película sea la reunión de unos familiares no siempre bien avenidos y separados por abismos culturales convocados por la muerte anunciada de una madre a la que se le oculta su situación. Desde el "están aquí, llegaron ya / a la llamada del amor / está muriendo la mamá / todos al fin llegaron ya / de todas partes del país" de La mamma de Aznavour hasta ese mamarracho de luxe de luxellamado Agosto –basado en una novela premiada con el Pulitzer adaptada a obra de teatro que ganó el Tony antes de convertirse en la película que logró para la Streep y la Roberts sendas nominaciones al Oscar, pero no por tan premiada menos retóricamente falsa y hueca– pasando (en este caso el moribundo era el papá) por La gata sobre el tejado de zinc –a la que solo el explosivo magnetismo de Taylor y Newman salva del amaneramiento seudo realista de Tennessee Williams– y un buen puñado de películas más, la reunión familiar en torno a la muerte inminente es un tópico sobreexplotado. Pero, como demuestran en su nivel más alto –Ozu es Ozu– Cuentos de Tokio o El otoño de la familia Kohayagawa, no hay temas tópicos agotados si es el genio o el talento quienes los filman.
En el caso de la directora de origen chino nacionalizada estadounidense Lu Lu Wang no hay genio, pero sí talento y sensibilidad. La película que la dio a conocer, Posthumous, jugaba con la muerte como curiosa galerista de un artista fracaso que triunfa cuando se cree que ha muerto. Ahora la muerte segura de la matriarca china reúne a toda su familia, incluida una nieta emigrada y criada en Estados Unidos, personaje-guía a través del que la directora analiza, desde un punto de vista muy personal y autobiográfico, el choque cultural referido sobre todo a las actitudes ante la muerte, contenidas hasta la aparente represión en China. Este personaje-guía, en que evidentemente Lu Lu Wang refleja sus mismos sentimientos basándose en una historia familiar real –incluso algunos parientes chinos de la directora se interpretan a sí mismos–, irá descubriendo que la contención en la expresión de los sentimientos no significa que estos no existan. Estudio de culturas y caracteres narrado con sensibilidad, naturalidad, un fino sentido del humor que puede bordear lo negro sin caer en él y algunos efectos dramáticos inesperados nunca grandilocuentes. Pero lo cómico, lo irónico y lo dramático se funden y confunden armoniosamente en lo que Conrad llamó "esa media luz de la vida". Lo tópico así pierde su rutina de falso drama para reflejar el esplendor de lo humano en su cotidianidad. No hay historias más grandes que las que se desarrollan a nuestro alrededor, ocultas por las rutinas cotidianas, y es el don de algunos artistas presentarlas ante los ojos de los espectadores sin falsearlas. Nada que ver con esas retóricas películas occidentales de ajustes de cuentas ante un lecho de muerte tipo las antes citadas. Todo lo contrario. Aquí priman los sentimientos más comunes en los que, pese a lo difícil de nuestra naturaleza, priman más, afortunadamente, el cariño, la compasión, la ternura y la cohesión familiar que los rencores y odios que tanto gustan a nuestros dramaturgos y cineastas.
La directora logra dotar de verdadera humanidad las interpretaciones de todo el reparto, singularmente la de la joven Awkawfina, una conocida y provocativa rapera que interpreta con sorprendente sensibilidad y contención al alter ego de la directora desde su idéntica condición china-estadounidense, y especialmente la veterana actriz china Zhao Shuzhen, que en gran medida hace suya la película.
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