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James Bond
Era un año curioso el de 1962. Comenzaba la década de las protestas y de las reivindicaciones con el rodaje de Something's got to give, la película inacabada de George Cukor debido al fallecimiento de Marilyn Monroe. Hasta julio, aparecieron cinco filmes que se convirtieron en clásicos con el paso del tiempo: Dulce pájaro de juventud, El cabo del terror, El hombre que mató a Liberty Valance, Hatari! y El milagro de Ana Sullivan. Pero la gran fecha fue el 5 de octubre, cuando los espectadores pudieron ver por primera vez a ese gentleman británico socarrón, apuesto, elegante y estiloso en el vestir (esmoquin icónico en ristre) que se presenta encañonado y prosigue jugando a las cartas con su presentación para la Historia. "Bond, James Bond", pronuncia el fisicoculturista Sean Connery con un cigarro en los labios (ese hábito cambiará con el paso de las décadas por razones obvias).
En ese fundacional Agente 007 contra el Doctor No (El satánico Dr. No en Latinoamérica), producida por Harry Saltzman y Albert R. Broccoli y dirigida por Terence Young, aparecen ya todos los secundarios legendarios que han salido en la saga Bond durante más de medio siglo a mayor gloria de Ian Fleming, el autor de las novelas: M, con el rostro de Bernard Lee y que posteriormente se convertiría en mujer gracias al carisma de Judi Dench; Lois Maxwell flirteando como Moneypenny con nuestro héroe (nunca una tensión sexual no resuelta duró medio siglo) durante los primeros 14 filmes; la chica Bond por excelencia, es decir, Úrsula Andress saliendo del mar cual sirena plateada (para muchos, nunca superada por las tropecientas partenaires posteriores); ese primer villano exótico, lunático y negativo con delirios de grandeza al que da vida Joseph Wiseman; el protagonismo de los coches (antes del Aston Martin y del Bentley, James conduce aquí un Sunbeam descapotable, suficientemente rápido para librarse de sus perseguidores); las localizaciones all over the world; el diseño de producción del magnífico Ken Adam; y, cómo no, los acordes de esa guitarra eléctrica oscura y nerviosa de Monty Norman que fue un tanto modificada por John Barry (ambos pleitearon por la autoría del James Bond Theme y ganó Norman).
Sin embargo, ese intendente sufridor, de nombre clave Q (muy pocos recuerdan el nombre normal del personaje: mayor Boothroyd), no apareció hasta Desde Rusia con amor, cuando Desmond Llewelyn, el inolvidable intérprete de Newport (Gales), comenzó su racha de Récord Guinness que finalizó con El mundo nunca es suficiente. En total, 17 apariciones robapantallas en escenas que van desde el chiste fácil hasta el juego de palabras más ingenioso pasando por el slapstick más jocoso. Así, Llewelyn pudo compartir plano con todos los actores Bond menos con Daniel Craig. El triste motivo: su fallecimiento en accidente de tráfico en Village of Berwick (East Sussex), un mes después de que se estrenara El mundo nunca es suficiente, cuando conducía, no un Aston Martin tuneado, sino su propio automóvil, un anodino Renault Mègane, que se estrelló contra un Fiat Bravo.
En 24 películas oficiales (la vigesimoquinta se estrenará el 14 de febrero de 2020 después de la espantada del director, Danny Boyle, que ha sido sustituido por Cary Fukunaga), el agente 007 ha usado un sinfín de gadgets y armas proporcionados por Q que le han servido para salir airoso de situaciones extremas. Y siempre con una sonrisa. A continuación, destacamos 10 de ellos por su diseño visionario, su extravagancia o sus sorprendentes aplicaciones prácticas:
La penúltima película de Roger Moore en la piel del eterno agente secreto es una de las mejores de la saga por su ritmo trepidante, escenas espectaculares, sentido del humor y el carisma de los secundarios, sin olvidar la preciosa canción All time high, de Rita Coolidge, que estuvo muy cerca de ser nominada al Óscar (la Academia ninguneó siempre a las canciones de la saga Bond y solo han sido nominadas las dos últimas, Skyfall, de Adele, y Writing's on the Wall, de Sam Smith. Ambas ganaron y mitigaron en parte esa injusticia histórica). El arma favorita de uno de los matones de Muftí -contratados por Kamal Khan para matar a Bond en el palacio flotante de Octopussy- es el yoyó-sierra, una pieza redonda con dientes serrados unida a un cable de acero no apta para Manny Manitas. James tendrá que emplearse a fondo para escapar de ella con vida.
El traje de buceo JIM es más grande que un traje de buceo normal. El casco posee cuatro cristales, las extremidades son muy grandes y los brazos están equipados con pinzas de porte agresivo. Recibe su nombre de Jim Jarratt, que en 1935 utilizó un traje acorazado para localizar el transatlántico hundido Lusitania a 100 metros de la costa irlandesa. A día de hoy, el JIM se usa para tareas de rescate a más de 91 metros.
Daniel Craig usa dos relojes Omega distintos: antes de tener la licencia para matar, porta un Seamaster Co-Axial Planet Ocean. Después, un Seamaster 300M Diver. Pero esta no es la primera vez que aparece este peluco en la saga. Los productores Michael Wilson y Bárbara Broccoli llegaron a un acuerdo con la marca en 1995 para que fuera el reloj oficial del debú de Pierce Brosnan (Goldeneye), que ya no se lo quitó hasta el final, saliendo en las cuatro películas del actor irlandés y cumpliendo diferentes funciones de salvamento. Y eso que Bond, en las novelas y en las primeros filmes, gastaba Rolex.
Blofeld encarga al profesor Metz que construya un satélite de diamantes. El arma refracta la luz solar para crear un rayo láser gigante capaz de evaporar submarinos, detonar misiles y destruir ciudades enteras. Blofeld lo usa para exigir el desarme nuclear, extorsionar a las superpotencias del mundo y ofrecer el satélite al mejor postor. Lo de siempre.
Quizá el artilugio más icónico de la etapa Connery. No en vano, Goldfinger está considerada por los expertos como el mejor filme de la saga. Este mortal sombrero negro de copa para doma clásica, con una aleación ligera, pero muy fuerte en el borde del ala, es una de las armas más peligrosas jamás empleadas por un secuaz. El sombrero le permite a Oddjob alcanzar a objetivos situados hasta a 90 metros de distancia y poder lanzarlo con fuerza suficiente como para decapitar una estatua de granito. Ideal para espantar a los pesados que te echan la mano por el hombro en las bodas.
Otro de esos objetos que forman parte de la Historia del Cine. El asesino Francisco Scaramanga (el mítico y altísimo Christopher Lee, que aceptó el papel buscando salir desesperadamente del ataúd) usa una pistola de oro de 4'2 milímetros diseñada probablemente en Macao por el armero portugués Lazar. Los componentes del arma pueden desmontarse y hacerse pasar por objetos cotidianos: un mechero, un bolígrafo, una pitillera y un gemelo. Lazar también fabrica las balas de oro blando de 23 quilates que emplea el arma. Pero solo permite un disparo. ¿Podrá la Walter PPK de Roger Moore con esta brillante pistola?
En Empresas Auric, Goldfinger posee un láser industrial para cortar con precisión las láminas de oro. Es capaz de proyectar una mancha en la Luna y de cortar las compuertas de seguridad de las zonas de carga de Fort Knox. En uno de los momentos más tensos en la larga vida del agente secreto, el malo ata a Connery y utiliza el cacharro para tratar de quitarle su hombría y algo más. Nunca vimos sudar tanto a 007. En Muere otro día, vigésimo filme de la saga que tiene múltiples guiños a la Historia Bond, nuestro héroe se vuelve a encontrar con el dichoso artilugio.
La Máquina Da Vinci es un sistema quirúrgico de 1,3 millones de dólares que permite a los médicos examinar y operar a un paciente mediante brazos robóticos. El MI6 usa el aparato para estudiar a Bond tras sus 14 meses de cautiverio en una cárcel norcoreana. Asimismo, la Máquina de los Sueños consta de una máscara envolvente que, junto a otros componentes, produce un estado semejante al sueño. Esto permite que el organismo se repare y regenere a mayor velocidad.
El enorme éxito de La Guerra de las galaxias provocó que Bond viajara al espacio. Y antes de ponerse el traje de astronauta, probó la cabina centrífuga de las instalaciones Moonraker de Hugo Drax, que simulaba la fuerza de la gravedad que siente un viajero del espacio multiplicada por 20. Moore, gracias a su pistola de dardos, sale airoso de este cacharrito de la feria magnificado.
Aunque la sección Q suele modificar vehículos y equipos creados por otros fabricantes, en el caso del Jet Pack se limitó a comprar un artefacto ya existente. En 1959, el Ejército de Estados Unidos firmó un contrato con Bell Aerospace para desarrollar una mochila propulsora. Poco después, Bell presentó una máquina capaz de volar 21 segundos, pero los americanos la desecharon por peligrosa. Q, sin embargo, consideró que era perfecta para que los agentes de campo la emplearan en ciertas circunstancias. En Operación Trueno, James usa el Jet Pack para huir de unos pistoleros de Spectra en el chateau francés de uno de sus miembros. Y, cómo no, Muere otro día recuperó el legendario aparatejo, que estaba olvidado en un almacén ante la perplejidad de Brosnan.
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