Almodóvar e Iglesias: Músicas cautivas
Música de cine
Quartet Records edita una caja con 11 CD con la totalidad de las bandas sonoras compuestas por Alberto Iglesias para el cine de Pedro Almodóvar, de 'La flor de mi secreto' a 'Dolor y gloria'
Ficha
Pedro Almodóvar & Alberto Iglesias: Film Music Collection. Caja. 11 CD + Libreto 60 págs. Quartet Records. 50 euros
Veinticinco años avalan la relación entre Pedro Almodóvar y Alberto IglesiasPedro AlmodóvarAlberto Iglesias como una de las colaboraciones creativas más sólidas y estimulantes del cine contemporáneo y, si me apuran, de toda la historia del cine. Juntos han consolidado un personal modelo de narración fílmico-musical que, incluso en su constante transfiguración al servicio de las necesidades de cada proyecto, y siempre bajo el desbordante potencial iconoclasta y los temas y figuras recurrentes del cineasta manchego, materializa una fuerte identidad propia al nivel de aquellas de Herrmann-Hitchcock o Rota-Fellini.
Sus once películas juntos (cinco de ellas ganadoras del Goya Goyaa la mejor música original: Todo sobre mi madre, Hable con ella, Volver, Los abrazos rotos y La piel que habito) dejan ver y oír un paulatino dominio e integración del tejido musical original en el engranaje narrativo y visual, una mayor cohesión de elementos, texturas y sentidos antes dispersos, una trama cada vez más orgánica y compacta que disuelve, comunica y sutura las partes en un todo expresivo.
Viendo y escuchando de nuevo estas películas y sus bandas sonoras, se comprueba ese progresivo camino de afinación, asimilación y fusión de lenguajes, la traducción sinestésica de un universo (visual/temático) en otro (musical), la consolidación de ciertas técnicas, del uso de la música como ensamblaje entre escenas al enlace de tiempos, que van siempre un poco más allá de los habituales recursos de caracterización de personajes y temas, delimitación tonal o delineado más o menos ajustado al cronómetro de acciones concretas que han ocupado tradicionalmente a las relaciones músico-cinematográficas.
El propio Iglesias señala algunos rasgos estilísticos de esta colaboración en sus poéticas notas incluidas en el libreto de la caja: "Una alineación de la fantasía con la realidad, de la facilidad con el obstáculo, de lo fugaz con lo detenido [...], un estremecimiento, un arrebato [...], una restricción del uso del azúcar, una vibración especial que conecta lo no-real con lo real, tender en la música a una línea clara, a la no predictibilidad...". Y Almodóvar no duda en afirmar que la música de Iglesias "se ajusta con mi propio latido cuando ruedo cada película, él nunca ha intentado ilustrar lo evidente sino fundirse con mi intimidad como una segunda piel".
A pesar de todos los cambios y pliegues, de esa constante exigencia de no repetir lo anterior, Iglesias ha creado película a película una auténtica y reconocible música almodovariana cuyo primer objetivo consiste a veces en traducir e interpretar las numerosas y variadas filiaciones sonoras del cineasta, de las canciones de origen popular al jazz, de la propia música de cine a la composición contemporánea, para reconducirlas hacia un terreno compartido, apasionado y elocuente, más directo, expresivo e instantáneo que intelectualizado, que repite motivos, trazos melódicos, timbres instrumentales o modos compositivos que podemos identificar desde La flor de mi secreto (1995) hasta Dolor y gloria (2019).
Así, por ejemplo, en aquel primer filme conjunto, aparece la Soleá de Gil Evans, con la inconfundible trompeta solista de Miles Davis, los aires españolizantes y los ritmos andantes de la orquestación jazzística, que no sólo va a servir de soporte para una escena de danza de la película, sino que va a actuar como motivo rítmico y color recurrente para otros pasajes musicales de Todo sobre mi madre (1999), Los abrazos rotos (2009) o Julieta Julieta(2013).
La música de Iglesias tiene a veces el doble y difícil reto de encontrar su espacio y su personalidad almodovariana conviviendo con músicas preexistentes, con canciones, temas instrumentales o referencias de las que en ocasiones debe nutrirse para generar músicas incidentales nuevas con distintos propósitos y significados. Sucede así en La mala educación (2004), en la que el punto de partida es la música melodramática e hipertrofiada del cine clásico y los aires impresionistas de la música coral sacra; o en Los amantes pasajeros, en la que los sonidos y ritmos latinos y las texturas del jazz orquestal han de colorear un liviano abrigo musical que funciona como apunte paródico de la acción y sustento de algunas secuencias de tensión dramática entre la abundancia de diálogos de comedia.
Iglesias ha tenido incluso que reinterpretarse y adaptarse a sí mismo como parte de su proceso creativo junto a Almodóvar. Cautiva (1992), su memorable pieza original utilizada para un ballet de la Compañía Nacional de Danza, es la base implícita y explícita de La piel que habito (2011), donde adquiere un auténtico y enérgico protagonismo, sin olvidar que su esencia camerística y su carácter obsesivo están también en la base de La flor de mi secreto o el corto mudo El amante menguante incluido en Hable con ella.
La música popular (su preeminencia tonal y melódica, sus diferentes formas como la copla, el tango, el pasodoble, el vals o los palos del flamenco) y la música culta; los patrones rítmicos simples y los contrapuntos y fugas más complejos; las orquestaciones intimistas y la escritura para gran formación sinfónica; los guiños al cine de género o la libertad asociativa plena; los timbres y texturas tradicionales, instrumentos procedentes del pop-rock y el jazz o la electrónica; los modos de la tradición europea y española clásica y los de la tradición contemporánea (de Reich a Adams pasando por Debussy, Stravinski o Takemitsu); lo castizo y lo moderno conviven, a veces en sorprendente armonía o relevo, en las partituras de Iglesias para Almodóvar.
Son muchos los instantes y momentos de intensa emoción y singular significación músico-cinematográfica que nos han regalado en estas once películas, muchas las transiciones brillantes y los enlaces insospechados; muchos los secretos de los personajes revelados por la música, los tiempos estrechados o dilatados, los espacios y lugares distantes comunicados; muchas las voces interiores visibilizadas; muchos los recuerdos evocados, los rostros, gestos, miradas, luces, sombras, figuras y colores esculpidos con detalle en el pentagrama, nota a nota, motivo a motivo, melodía a melodía, instrumento a instrumento. Estos once discos los rememoran y los dan a ver una vez más en la escucha.
Las canciones 'almodovarianas': Chavela, Caetano, Ismael, Mina
Además de los scores originales de Iglesias, estos 11 discos incluyen también las canciones utilizadas por Almodóvar en sus películas, igualmente esenciales para delimitar el tono, dar voz a las emociones o diálogos callados y, de paso, homenajear a los artistas y cantantes más queridos por el director manchego: de la gran Chavela Vargas (En el último trago, Si no te vas) a Caetano Veloso (cuyas versiones de Tonada de la luna llena y Cucurrucucú Paloma suenan en La flor de mi secreto y Hable con ella), de los Volver y A Ciegas aflamencados de Estrella Morente y Miguel Poveda al Come Sinfonía de Pino Donaggio interpretado por Mina que preside e irradia toda la banda sonora de Dolor y gloria, sin olvidar el hermoso tema Tajabone de Ismael Lö que nos adentra en Barcelona en Todo sobre mi madre. Pero no sólo canciones populares latinoamericanas, africanas o italianas, también temas pop, de baile o electrónicos como Werewolf, de Cat Power, que suena en Los abrazos rotos, o el popular himno disco I'm so excited de The Pointers Sisters que baila la tripulación de Los amantes pasajeros.
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