¿Es tan nuevo David Broncano? ¿No es más nuevo Marc Giró?
Paganinis y vivaldis
Síndromes expresivo 81
El estudio de la lengua española está de moda entre los millones de guiris que visitan nuestra tierra cada año. Rubios pertrechados de chanclas con calcetines coloridos o asiáticos ataviados con el último superzoom; bebedores de sangría a granel o degustadores del patrimonio artístico ibérico. Todos anhelan esbozar algunas frases breves en la lengua de Cervantes para disfrutar al máximo de lo que los más cultos del lugar denominan interculturalidad.
Con un par de copitas de manzanilla y una media ración de pescaíto frito variado todo fluye de manera natural. Los músculos faciales se relajan, el rostro comienza a mudar hacia una tonalidad rojiza producto del mollate y, como consecuencia lógica, la fonética española inunda el espacio festivo. En principio, el objetivo de una comunicación eficaz entre los nativos y visitantes no precisa de mucho rigor morfológico o sintáctico. Una sucesión de frases simples, adornadas con algún término coloquial, es suficiente para sentir en carne propia aquella célebre máxima de que Spain is different.
Diferente y eterna, querido lector, donde el encuentro entre el extranjero y el nativo suele ajustarse a unas pautas de comportamiento clásicas. El español sonríe mientras ametralla sin piedad el plato de langostinos de Sanlúcar. El guiri vocea a troche y moche los oles y los viva España en un estado de total desinhibición tras el vaciado de copas colmadas de blanco. El edén hasta que llega la hora fatídica de los paganinis y los vivaldis: el foráneo paga la cuenta como un auténtico primavera, mientras el alimentado en el patio de Monipodio se aferra a su crianza y se da un voltio por el salón un busca de un lugar seguro donde refugiarse. A la hora de la dolorosa, el ibérico lo tiene clarinete: el my friend que endiñe con un bin laden que a mí me da la risa.
Como habrás advertido, eximio y docto lector, la creatividad del español para mantener sellada la cartera no conoce límites. De este modo, habilidades hispánicas como la astucia y la picaresca se combinan no solo para que el vecino afloje la guita, sino también para la innovación semántica y la aparición de palabras que aportan expresividad a nuestra lengua. En estos contextos familiares, el hablante demuestra su ingenio y, como de forma impecable analiza Diego Varela Villafranca, reemplaza unas palabras por otras de fonética parecida con el objetivo de aportar espontaneidad al juego comunicativo.
Este curioso mecanismo de creación de palabras se conoce con el nombre de homonimia parasitaria. En los contextos coloquiales, el emisor juega con el ingenio y adapta las palabras a su antojo para provocar la sorpresa y la admiración en el receptor. En la mayoría de los casos, la conversación se enriquece con la lucidez de estos neologismos brillantes, pero no siempre los destinatarios están a la altura de la genialidad lingüística del prójimo. A estos pobres, sin el menor sentido del humor, se les pone la cara de Vladimir en pleno sueño nuclear, es decir, se nota que están un poco moscovitas.
¿Se puede superar?
La homonimia parasitaria es un fenómeno lingüístico que marca la frontera entre unos hablantes creativos y vitalistas, y otros aferrados a la monotonía del significante normativo. La lengua se vive y se ríe, querido amigo. Y, si es entre buenos amigos, ni te cuento. Cuando reflexiono sobre esta curiosidad léxica, siempre me acuerdo del gran Tapi. Este genio es tan bético que, cuando acaba una intensa jornada laboral en el santuario gastronómico El Colmao de Gascón Rubio, está mortimer y, si se toma dos copas de más, acaba un poco griguol (merecido homenaje a John Mortimer y Carlos Timoteo Griguol, dos célebres inquilinos del banquillo verdiblanco). El Real Betis Balompié, el Tapi y la homonimia parasitaria. ¡Santísima Trinidad!
Consejo final
De vez en cuando, querido lector, es saludable cerrar los libros (si es que los abres con cierta frecuencia). Aplica esta máxima: sal a la calle, analiza con atención la forma de hablar de tus vecinos y aprende de los usos lingüísticos del pueblo. Los filólogos sabemos que el genio de un país está en las conversaciones desinhibidas de unos hablantes acodados en la barra del bar, en los diálogos infinitos en la cola del mercado o en la reunión improvisada en el patio a la caída de la tarde. Déjate sorprender por las asociaciones fonéticas y semánticas. Disfruta de tu sistema de comunicación. Vale.
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