Prendidos con alfileres
La soledad compartida | Crítica
La ficha.
***** 'La soledad compartida'
Cante: Lole Montoya. Piano: José Miguel Évora. Percusión: Paco Vega. Lugar: Teatro Alameda. Fecha: sábado 8 de septiembre. Aforo: Lleno.
Grandes clásicos del flamenco contemporáneo en una relectura impresionista, en lo que al acompañamiento armónico se refiere. Son las melodías de siempre, las que firmara Manuel Molina. Las letras eternas de Juan Manuel Flores. Nuevo día, Todo es de color, Un cuento para mi niño. También alguna cala en el repertorio posterior del mítico dúo, con poemas de Pedro Rivera (Al calor de la manta) o Lorca (El balcón). Estas melodías, estas letras, están impresas en el ADN de la cantaora. Por eso se puede permitir el lujo de este salto al vacío. Porque el acompañamiento armónico que ha ideado José Miguel Évora deja desnuda a la voz. Se trata del repertorio de siempre pero con una nueva luz, que surge, precisamente, de este piano impresionista. En ocasiones las melodías se alargan, se estilizan hasta romperse en fragmentos independientes. Pero a todo resiste esta voz poderosa, esta fuerza de la naturaleza que es la garganta intacta de Lole Montoya. Tan sólo la percusión de Paco Vega le aporta un soporte rítmico. Pero se trata, como decimos, de ritmos y melodías interiorizados. Por ella y por un auditorio rendido, fiel, entusiasta. En el espacio íntimo, casi privado, que ha ideado la Bienal para este ciclo del Café Alameda. También el repertorio posterior de la bailaora en solitario: Cantaba el mar y las tremendas Nanas de la cebolla de Hernández con música de Manuel Molina, aunque erróneamente el programa de mano la atribuye a Serrat. Y algunos clásicos de la canción de autor hispana: La maza como tremenda bulería y Ojalá que te vaya bonito, José Alfredo Jiménez por guajiras.
El acompañamiento de Évora es sutil, rotundo, ensimismado, brutal, sentimental, lúcido y huye por instinto de las soluciones comunes, del camino trillado. Hay que aplaudir sin duda el riesgo asumido en la propuesta. Porque el resultado es brillante. Algunas cosas están prendidas con alfileres, es cierto. Pero eso les aporta más vida, más verdad, más fragilidad, más deseo. Como estamos aferrados nosotros a la vida, con alfileres.
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