¡Qué pereza!
Bienal de Flamenco de Sevilla 2018 | Niño de Elche Antología del cante heterodoxo | Crítica
La ficha
** 'Antología del cante heterodoxo'. Cante: Niño de Elche. Guitarra y percusión: Raúl Cantizano. Teclado, sintetizadores y electrónica: Susana Hernández. Baile: Israel Galván. Palmas: David Bastidas, Alicia Acuña. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Martes 25 de septiembre. Aforo: Casi lleno.
Es una de las discusiones más aburridas de la historia. La dialéctica o el antagonismo entre los ortodoxos y los heterodoxos es una discusión, a estas alturas del siglo XXI, más bien graciosa. Es un chiste. Sobre todo si tenemos en cuenta que en muchos ámbitos, entre ellos en la mayoría de las artes escénicas actuales y en las plásticas en general, es precisamente la estética supuestamente heterodoxa la dominante.
De hecho la versión grabada de este espectáculo está publicada por una multinacional de la comunicación como Sony. Si contraponemos esta marca comercial a la raquítica industria cultural flamenca nos encontramos con el chiste. Ya que los supuestos guardianes de la ortodoxia no pasan de ser, en este contexto, unos memos con escasa presencia mediática y con unos recursos extremadamente pobres, tan predecibles como un trayecto en autobús que, lógicamente, forman parte del juego: sin ellos no existiría.
Por eso la posición heterodoxa, en lo jondo, no deja de ser un ejercicio de cinismo. O no, si pensamos en un caso como el del Premio Cervantes Juan Goytisolo, que murió sintiéndose un marginal pese a que su obra está en el canon hispánico desde que era un jovencito. Es decir que la heterodoxia aquí y ahora, cuando no es un ejercicio de cinismo o de mercadotecnia, es una cuestión de mero narcisimo adolescente.
Antología del cante heterodoxo acumula diversas capas de lectura en un ejercicio culterano, de erudición flamenca y extraflamenca al alcance de pocos. Es una obra fría, seca, cerebral. Con mucha cabeza, algo de músculo hueco y poco corazón. Es una obra juvenil sólo apta para los inteligentes. Y que sólo a ellos interesa. La única emoción que apareció por la escena es la rabia contra todo lo que parezca una forma de autoridad, aunque la ejerza un señor encima de la tarima y con un micrófono en la mano. Anoche hubo tanto discurso como música y la música también fue un discurso. Dejemos pues a heterodoxos y ortodoxos con sus juegos y vayamos a otra cosa que provoque menos aburrimiento.
Porque si los ortodoxos son tan predecibles como un viaje en el autobús circular urbano, los heterodoxos no son menos estancos que aquellos. ¡Qué pereza!
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