Bienal de flamenco | Balance
Balance de la Bienal 2024: La ilusión viaja en tranvía
Cuenta Sara Baras que coincidir con Paco de Lucía en Tokio facilitó su acercamiento al maestro, una honda y afectuosa relación que se prolongaría a lo largo del tiempo. “Aproveché la ventaja de que era la única que no tenía los ojos rasgados para decir que era su sobrina, para que me dejaran entrar en el teatro. Y la casualidad quiso que, en ese momento, Paco pasara por detrás y me aceptara como sobrina, nunca me dijo si por parte de madre o de padre”, explicó divertida la bailaora en el pregón que ha inaugurado la Bienal de Flamenco y que la intérprete de San Fernando dedicó conmovida al genio de Algeciras, ese virtuoso que cuando tocaba “no tenía manos, tenía varitas mágicas”, al que observó tantas veces “como se miran los rascacielos de Nueva York, rompiéndote el cuello de tanta admiración”.
La Bienal, que arrancará su programación oficial mañana, jueves 12 de septiembre, en el Teatro de la Maestranza con Caudal, un espectáculo que celebrará el legado de Paco de Lucía, se inauguró en la Plaza de América del Parque de María Luisa con una disertación en la que Sara Baras trazó un cálido retrato de su mentor y amigo acompañada del guitarrista Keko Baldomero, que recuperó para la ocasión piezas emblemáticas como Sólo quiero caminar y Zyryab. Un tótem al que Baras recordó con los pies en la tierra, siempre proclive al humor: “En 2013 fue la última vez que vi al maestro, en el Castillo de Santa Catalina de Cádiz, y cuando volvíamos andando Paco vino a atropellarnos a Keko y a mí. La primera y la última vez que estuve con Paco fueron de broma, porque la vida en serio quizás sea para otros”.
En su intervención, la gaditana defendió que el flamenco es un hechizo, un misterio, que no se puede expresar con palabras ni plegarse a los dictados anodinos de la razón. En su baile, Baras invocó a los dioses y se meció en un rumor secreto. “Hay veces que no se pueden explicar”, señaló al auditorio congregado ante el Museo de Artes y Costumbres Populares. “Porque esto, queridos”, dijo, “no va de entender, va de sentir. Y, a veces, lo más bonito es sentir sin entender. Porque la magia, muchas veces, está en no conocer los trucos”.
El pregón de Baras fue también un viaje en el tiempo, en el que su protagonista recordó, quizás porque el personaje pertenece al imaginario de Sevilla, el deslumbramiento que le supuso conocer la Carmen “de Saura, de Bizet y de Cristina Hoyos” y en el que se remontó a las primeras Bienales, cuando ella todavía era una niña, las de 1980, 1982 y 1984. También evocó el linaje de grandes maestros que actuaron en aquellos años, como Fosforito, Calixto Sánchez, El Lebrijano, Mario Maya, Matilde Coral, Manolo Sanlúcar o Manolo Franco, “quien justo esta semana presenta El color de mi sonido”... “Y Paco, Paco también estuvo”, rememoró Baras. La coreógrafa, que en la cita sevillana ha presentado sus obras Cádiz- la Isla, Mariana Pineda, Juana La Loca y La Pepa, describió la Bienal con la ambivalencia de un encuentro querido, siempre feliz, y a la vez temido por su exigencia. “Qué bonito nombre tienes con todo lo que encierras. Todo lo que alumbras cuando despliegas las alas. Eres el escaparate más luminoso de la calle y también el profesor más exigente en el examen”, comentó.
Baras, antes de dar paso al flashmob con el que el Ballet Flamenco de Andalucía puso la carne y el movimiento al Río de la miel de Paco de Lucía, contó también su historia, la historia “de una niña que bailando llegó donde no soñaba y soñando está esta tarde con poder contarte hoy desnuda, sin mis tacones, tres o cuatro historias que nos ayuden a entender eso que no entiende nadie. Es la historia de una niña que creció rodeada de este arte, que algunos llaman flamenco y otros llamamos lo nuestro”.
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