La rabia legítima de Mercedes de Córdoba
Olvidadas | Crítica de flamenco
La ficha
*** ‘Olvidadas’ (A las sin sombrero). Idea original, dirección artística/escénica y coreografía: Mercedes de Córdoba. Dirección musical: Mercedes de Córdoba y Juan Campallo. Baile: Mercedes de Córdoba, Alejandra Creo, Marta Cañizares, Polina Sofía. Música: Juan Campallo (guitarra), Gal Maestro (Contrabajo), Jonathan Reyes (cante), Paco Vega (percusión). Cante - colaboración especial y asesoramiento letras: Jesús 𝐂orbacho), Jose Manuel Ramos `Oruco’ (compás). Colaboración coreográfica (Bulería): Miguel Ángel Heredia. Iluminación: Antonio Valiente. Vestuario: Carmelilla. Textos y audios: Concha Méndez, María Zambrano, Marga Gil. Nana ‘La luz De Dios’: Consuelo Gil (letra) José María Franco (música). Lugar: Teatro Central. Fecha: Sábado 28 de septiembre. Aforo: Lleno
Saboreando aún el éxito de su anterior obra, Sí, quiero, una casualidad propició el encuentro entre Mercedes de Córdoba y Marga Gil Roësset, sobrina de la escultora, ilustradora y poeta del mismo nombre.
Gil Roëset fue una de esas grandes mujeres pertenecientes a la Generación del 27 que nunca aparecían en las fotos, junto a Cernuda o a Aleixandre, ni tampoco en los libros de texto. Ellas se quitaron los sombreros, contraviniendo las convenciones de la época, para ser reconocidas, pero solo hace unos años que historiadores y artistas de la escena, como Mercedes de Córdoba, las intentan salvar del injusto olvido al que fueron relegadas.
En Olvidadas queda poco o nada del primer work in progress que la bailaora presentó en el pasado Festival de Jerez, dedicado únicamente a Gil Roësset. Aquí su mirada se amplía a Maruja Mallo, a Rosa Chacel, a María Zambrano, a Ernestina de Champourcín y a todas esas creadoras que ella no conocía.
Olvidadas es un espectáculo oscuro y denso en el que la bailaora desarrolla su faceta más dramática y teatral, amén de sus magníficas dotes para la coreografía, componiendo, junto al movimiento escénico de los músicos -salvo la guitarra de Campallo, fija sobre una tarima hecha con carras, y el contrabajo de Gal Maestro en una torre- hermosas escenas corales para las tres intérpretes que representan al grupo.
Tanto la coreografía como el baile de las tres son una delicia de frescura, de potencial y de esperanza en un futuro que, en el caso de las sin sombrero se revelaría absolutamente cruel. De ellos podría destacarse la poética escena de los mantones y la alegre guajira de una estupenda Polina Sofia, que nació en 2002 en Novossibirsk porque, como decía nuestro añorado Manolo Herrera, “las flamencas nacen donde les da la gana”.
Bailes que se alternan con escenas de su vida íntima, como la del aseo personal, al ritmo del celebérrimo vals n.º 2 de Sostakovich, y que completan el perfil de las jóvenes, aunque algunas se alargan demasiado y otras pasan desapercibidas, como el guiño a Marga Gil, que se suicidó por amor a los 24 años.
Las ilusiones de estas mujeres, que florecieron durante la República, se vieron truncadas por una guerra que las condenó al exilio y al ostracismo; una guerra bien contada escénicamente con el movimiento y la iluminación.
Frente a ellas, la actitud de la cordobesa, de negro riguroso -salvo un momento, en los tangos- es de duelo y de rabia. Rabia por ella misma, por no haberlas conocido antes, y por la injusticia del mundo. Así su baile, con menor presencia que en trabajos anteriores, es añejo, flamenquísimo, como siempre, pero rabioso, con una energía oscura que le cuesta contener.
Como todo estreno, Olvidadas tendrá que redondearse, abreviar los oscuros y resolver las escenas finales ya que, tras la escena de la guerra, la seguiriya final, aunque coherente, está traída un poco por los pelos.
Lo mejor es la capacidad de la bailaora para mantener durante toda la obra una atmósfera melancólica, íntima. En ella, disfrutamos muchísimo los fandangos a media voz de Corbacho, la guitarra increíblemente dulce de Campallo, el contrabajo de Maestro, la nana de Mercedes o las emocionantes voces grabadas de las ya desaparecidas Concha Méndez y María Zambrano, quien nos emociona desde el exilio con sus palabras sobre España: “Fuera de mí no ha estado nunca; yo dentro de ella no he podido estar”.
También te puede interesar