Perlas coreográficas del universo lorquiano

Comedia sin título | Crítica de flamenco

Úrsula López puso la nota de color en su espectáculo bailando una saeta.
Úrsula López puso la nota de color en su espectáculo bailando una saeta. / Archivo Fotográfico de la Bienal de Flamenco / ©Laura León

La ficha

**** ‘Comedia sin título’. Cía. Úrsula López. Coreografía: Úrsula López. Dirección de escena: Luz Arcas. Idea original y guion: Pedro G. romero. Baile: Úrsula López, Julia Acosta, Aitana Rousseau, Miranda Alfonso, María Gómez, Manuel Jiménez, Federico Núñez, Iván Orellana y Jesús Hinojosa. Música: Alfredo Lagos y Juan Jiménez. Músicos: Tomás de Perrate y Sebastián Cruz (cante), Pau Vallet y Juanma Torres (guitarra), Luis González (saxo) y Antonio Moreno (percusión). Vestuario: Belén de la Quintana. Espacio escénico e iluminación: María Cámara (Cube). Lugar: Teatro Central. Fecha: Miércoles, 18 de septiembre. Aforo: Lleno. 

 

Es increíble cómo cada año, Federico, ya sea con sus textos ya como inspiración, sigue siendo la ubre jugosa de la que maman flamencos y flamencas de todas las latitudes. 

Este año, mientras el Ballet Flamenco de Andalucía se decantaba por uno de los primeros textos del poeta granadino, Mariana Pineda, Úrsula López, a la hora de retomar su propia compañía tras su etapa como directora del citado Ballet, lo ha hecho con la última obra del poeta. Esa que no pudo terminar antes de que sus asesinos se lo llevaran al barranco.

En cualquier caso, lo de Comedia sin título no es más que una excusa, un punto de inspiración para afrontar, o mejor dicho, para cerrar un proyecto que Úrsula López había iniciado en el BFA con El maleficio de la mariposa

Su Comedia tiene poco de comedia, aunque parte de esa frase –“arcángeles vestidos de faralaes ascienden al cielo”- que el poeta, según contaba a sus amigos, había pensado incluir en el tercer y último acto de su obra. 

Desde esa imagen, con Pedro G. Romero como guionista y asesor, López nos conduce a través de algunas de las coreografías realizadas sobre las obras de Lorca, tanto en España como fuera de ella, en un periodo histórico que va desde 1936, año de la muerte del poeta, hasta el fin de la dictadura de Franco en la década de los setenta. 

Un periodo oscuro, que se refleja en el escenario con una estética tenebrista en ocasiones y un uso prolijo del color negro en el vestuario, pero que en plano creativo fue una verdadera época dorada para el flamenco. 

La bailaora ha tenido la valentía de reunir un elenco de nueve intérpretes (cuatro bailarines, cuatro bailarinas y ella misma) y seis músicos, y de elegir un programa seguramente muy desconocido para las nuevas generaciones, por lo que, una vez más, tenemos que insistir en que hubiera sido fundamental que el público tuviera un programa de mano

Con una factura cuidadísima, se van sucediendo, sin fractura alguna y sin pretender emularlos, pequeños homenajes a creadores españoles como Vicente Escudero, Antonio o José de la Vega. Inspirado en este último, la misma Úrsula baila una hermosa saeta con una bata de cola roja, magníficamente acompañada por el cante de Sebastián Cruz y de Perrate quien, como buen todoterreno, fue el encargado de recitar algunos textos del poeta. 

Al contrario que en El maleficio, aquí el protagonismo es de los hombres, aunque Úrsula bailó mucho y muy bien, al igual que las cuatro mujeres del elenco. La cordobesa no solo mostró una estupenda forma sino una gran capacidad de expresión dramática -en la Yerma especialmente- y buenas dotes para la danza moderna. 

Sin embargo, el mayor lucimiento lo tuvieron Iván Orellana, seguro y brillante en su petenera, Federico Núñez en su homenaje al Güito y a su soleá, y posteriormente en el fragmento del final a ralentí de Bodas de Sangre del genio Gades, y Manuel Jiménez haciéndonos recordar al maestro Farruco. 

Otra historia fueron las piezas no flamencas. Porque no olvidemos que la dictadura franquista provocó un éxodo masivo a países como Estados Unidos, y el universo lorquiano caló también en la danza moderna americana. De ella, tanto la propia Úrsula como el elenco al completo, recordaron a dos grandes coreógrafos, José Limón (con El llanto) y Lester Horton (con Yerma), sin olvidar tampoco la coreografía Bernarda Hus, del sueco Mats EK (Cullberg Ballet), que baila toda la compañía. 

El final fue para el maestro Mario Maya y sus inolvidables obras de reivindicación social Camelamos Naquerar y Ay Jondo. 

Coreografías muy diferentes -algunas sin duda difíciles de digerir para los menos conocedores de la historia de la danza- pero perfectamente interpretadas y ensambladas por las luces, el vestuario y una magnífica música original, compuesta por Alfredo Lagos y Juan Jiménez, e interpretada por las guitarras de Pau Vallet Juanma Torres, el saxo de Luis González y la poderosa percusión de Antonio Moreno. 

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