Las nuevas voces que debutan esta Bienal
Jóvenes como Manuel de la Tomasa, Lela Soto, ‘El Perrete’ y Manuel Monje se preparan “con ilusión y responsabilidad” para su estreno en la prestigiosa cita jonda
Sevilla/Como “un regalo” definen Manuel de la Tomasa, Lela Soto, Francisco Escudero El Perrete y Manuel Monje su debut en la próxima Bienal de Flamenco de Sevilla donde, junto a Alonso Núñez El Purili y Antonio El Turry serán de los pocos cantaores afortunados que podrán estrenarse con un lugar destacado en la prestigiosa cita sevillana.
Conscientes, por tanto, de la importancia que tiene esta oportunidad para la carrera de un artista joven, confiesan a este diario vivir estas semanas previas con “nervios, responsabilidad y muchas ganas”, tratando “de estudiar mucho para estar a la altura”, como reconoce Manuel Monje, el más benjamín de la edición, que con sólo 12 años llega a esta cita de la mano de Miguel Poveda y Manuel Valencia. “Para mí es un sueño hecho realidad. Mi objetivo es pasármelo bien, salir contento del escenario y hacer que la gente disfrute, no me da miedo”, relata.
Como admite Manuel de la Tomasa, “actuar en la Bienal es una fuente de motivación porque por aquí han pasado los mejores artistas del flamenco y, además, en mi caso es especialmente ilusionante porque canto en mi tierra y en un año en el que mi abuelo, al que he escuchado tantas veces en esta cita, también estará presente”, cuenta el nieto de José de la Tomasa, recientemente galardonado con el II Giraldillo Internacional de Flamenco Ciudad de Sevilla.
Junto a él llega De los buenos manantiales el 25 de septiembre al Teatro Alameda, Lela Soto, quien se estrena en solitario en la Bienal tras participar en 2016 junto a su familia, los Sordera de Jerez. “Tenía muchas ganas de dejar un cachito de mi corazón en Sevilla en un festival tan importante para el flamenco”, confiesa la cantaora.
Paradójicamente, en el encuentro de veteranos que reúne el 17 de septiembre en el Real Alcázar a José de la Tomasa, Calixto Sánchez, Juan Villar, Romerito de Jerez y Nano de Jerez, estará también Marcelo Sousa que, a sus 75 años y tras décadas compartiendo escenarios por festivales, peñas y circuitos flamencos, forma parte por primera vez de la programación oficial de la cita con Por los siglos del cante, del que ya se han agotado las localidades. En su caso, asume el momento con “agradecimiento” y “sorpresa” porque casi ya había descartado esta oportunidad que pretende disfrutar “mostrando mi manera de entender el cante, como lo he estado haciendo durante 55 años por todo el mundo”, promete. “Un cante que está fuera del circuito de espectáculos y de los proyectos”, aclara.
Independientemente de la diferencia de edad y de las distintas motivaciones, en lo que coinciden es en que lo verdaderamente emocionante de cantar en la Bienal es hacerlo “frente a un público que ama y conoce al flamenco profundamente”. Algo que, como mantiene El Perrete, una de las voces extremeñas más destacadas del flamenco actual que compartirá recital con El Turry el 23 de septiembre en el Alameda, es necesario cuidar “manteniendo el respeto al público y a la crítica y siendo conscientes de lo que traemos entre manos”.
Ajenos a las tendencias musicales y estéticas que imperan en el mercado actual, estos jóvenes practican la transgresión defendiendo un cante ortodoxo, puede que atemporal, que en la mayoría de los casos han heredado como un legado familiar y han alimentado a base de formación y referencias de ayer y hoy. En este sentido, para el cante flamenco consideran imprescindible una formación sólida y un conocimiento exhaustivo de los cantes, entre otras cosas, “porque el buen aficionado lo nota”. Al respecto, El Perrete recuerda las palabras de Valderrama para referirse a la necesidad del artista de contar algo “como él decía, arriba tiene que vivir alguien”.
Sobre los que piensan que el cante flamenco ha muerto responden con un no rotundo. No sólo porque el debate forma parte de este arte desde los orígenes sino porque perciben que se está viviendo un momento “especialmente bonito donde muchos jóvenes compartimos la afición y el amor al flamenco”. De hecho, aunque suene anacrónico, ellos han hecho del flamenco su forma de vida: “con lo que me levanto y con lo que me acuesto”, “lo que más me gusta en esta vida”, “lo que me hace más feliz”, “lo que me sana y me hace estar vivo”, coinciden. Y, de alguna forma, han logrado contagiar esta ilusión entre un público también más joven. Es decir, la renovación de la cantera del cante jondo que representan está permitiendo sumar nuevos públicos y llevar el cante jondo a nuevos espacios.
Por tanto, al cante jondo le auguran un futuro prometedor y “diverso”, destaca la jerezana Lela Soto para la que el flamenco ha estado presente en casa de manera tan natural que le es imposible recordar cuándo empezó a cantar: “ya de niña jugaba cantando delante de un espejo y grabándome en un casette”, sonríe. Tampoco sabe la primera vez que cantó Manuel Monje cuyo vídeo de su debut en un escenario cantando por bulerías en la Peña Fernando Terremoto se hizo viral con miles de visualizaciones y le sirvió para que pusieran el foco en él artistas como Pepe de Lucía, Niña Pastori o el propio Alejandro Sanz. “He nacido el Día Internacional del flamenco, mucha casualidad”, bromea al otro lado del teléfono.
Es evidente, admiten, que los tiempos son otros y se ha perdido gran parte de esa “vivencia” que se respiraba antes en las fiestas o en las reuniones improvisadas. Pero a ellos les queda el eco de las historias que les relatan sus mayores de quienes dicen aprender cada día. “Los flamencos nos moldeamos siempre a los tiempos. Además, siento que la generación actual viene muy concienciada por saber de dónde vienen las cosas”, apunta El Perrete, cuya afición le llega de su tierra extremeña y de sus abuelos.
Así, entre las influencias, estos jóvenes nombran a maestros a los que ya pueden escuchar por Spotify (Pastora Pavón, Caracol, Camarón, Manuel Torre, El Torta, la Paquera…) y a otros coetáneos de los que dicen tratar de absorber, no tanto cómo cantan, sino lo que los hace artistas. “Es importante conocer el tesoro que nos han dejado nuestros maestros para luego tratar de poner nuestra impronta”, señala el de la Tomasa quien, a pesar de tener el cante en casa, empezó su formación con la guitarra hasta que en la Fundación Cristina Heeren, rodeado de compañeros de su edad, dejó a un lado la vergüenza y se atrevió a probarse con la voz.
Precisamente es esa búsqueda del “sello personal” lo que todos ansían. “Que el público reciba mi manera de sentir”, resume Lela Soto. “Más que la épica, la ética del cante. Hacer las cosas bien arriba y abajo del escenario, que es donde se fragua todo”, añade El Perrete.
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