Nirvana por bulerías

Elementos | Crítica

Gautama del Campo al saxo
Gautama del Campo al saxo / La Bienal de Flamenco / ©Laura León

La Ficha

*** 'Elementos' Saxo: Gautama del Campo Bajo eléctrico: Pepe Bao Batería: Tino di Geraldo Guitarra flamenca y voz: Ezequiel Reina Voz: José Caraoscura, David el Galli

Lugar: Teatro Alameda Fecha: Domingo, 15 de septiembre Aforo: Lleno

Hace unos días un buen amigo me comentaba que había descubierto una aplicación de Inteligencia Artificial que era capaz de crear canciones a la carta sobre cualquier temática que se nos antoje en todos los géneros conocidos, excepto...el flamenco. Esa opción no está en el desplegable junto al indie, el rap o la cumbia. Sentí un extraño orgullo: mientras el algoritmo aprende los secretos más arcanos de la seguiriya de El Marrurro, nuestra raza obstenta el monopolio de decir las cosas con jondura.

Eso es justo lo que hicieron anoche Gautama del Campo y su gente, esta vez con el saxo, la batería, el bajo y la guitarra, pero podría haber sido con la marimba que vimos el viernes tocar a Antonio Moreno o cualquier otro instrumento. Porque esta música no entiende de formalidades, se impone a todo, incluso, como decíamos, a la voracidad de la IA. En realidad, subrayar la condición flamenca de los músicos de este Elementos es innecesario, pues instrumentistas -más allá de la guitarra- hay desde que se inventó esto del duende, y anoche eran todos maestros en lo suyo: Tino di Geraldo a la batería, Pepe Bao al bajo, Ezequiel Reina a la guitarra y José Caraoscura a la rapsodia con soniquete. No obstante, sigue sorprendiendo cómo suena el flamenco en otros formatos, y con ello confirmamos que los caminos del pellizco son inescrutables.

A pesar del pedigrí de la banda, en buena medida el concierto se trató de un recital de Gautama del Campo, lo que se notó especialmente en la primera mitad de la noche. En la soleá de arranque quedó planteado el esquema: la guitarra de Ezequiel Reina ofrece un toque de acompañamiento sobre el que Gautama aplica el saxo a modo de cantaor, con fraseos reconocibles para cualquier aficionado, o con falsetas que se superponen a las que interpreta Reina; eso sí, espoleado por su virtuosismo al saxo, un instrumento que el sevillano exprime hasta sacarle el quejío. Para enfatizar las diferentes texturas de los cantes, Gautama se valió de tres saxos distintos: alto, tenor y barítono, empleando este último para los palos más dramáticos, como la seguiriya, en la que sin embargo cambió al alto para emular la cabal.

De esta primera parte destacamos la zambra de tintes morunos, que a la par evocaba los melismas de Manolo Caracol, ilustre vecino de la Alameda. No obstante, no fue hasta la versión de un tema de los hermanos Amador, un funk canalla que se entreveraba con la rumba, cuando sentimos esa sensación de viaje que ofrece el jazz, con los músicos embarcados en la creación de una música que parece recién nacida. Se desencorsetó el ambiente y Onde bass supuso un punto y aparte, con Bao jugueteando con el mástil de su bajo como el que hace compás con los nudillos en la barra de un bar. En la punta de la lengua es una versión del Smells Like Teen Spirit de Nirvana, lo que puso a cabezear al público, que consiguió olvidarse del sudor que le encharcaba el ombligo en otra velada en la que el aire acondicionado del Teatro Alameda no funcionó. Unas bulerías de Diego del Gastor con el cante de El Galli cerraron una actuación que supone de lo más underground de esta Bienal.

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