María Moreno y su happening bajo la luna

Verso libre | La crónica

La bailaora a su paso por el patio de las Pérgolas del CAAC. / Juan Carlos Muñoz

La ficha

‘Verso libre’. Happening flamenco de María Moreno. Baile: María Moreno. Música: Raúl Cantizano (guitarra y samplers) y Manuel Masaedo (percusión). Lugar: Monasterio de la Cartuja. Fecha: Martes, 17 de septiembre. Aforo: Lleno.

En los últimos años, para la gaditana María Moreno la Bienal de Flamenco era sinónimo de nervios, de ‘que no llego’, de que ‘me tienen que terminar el traje’, de que ‘necesito una residencia técnica’…

De nervios fue el estreno en 2018 de su obra De la Concepción y de nervios (aunque consiguió ganar con ella su segundo Giraldillo) el de More(No)More en 2020 y el de o../o../.o/o./o. (soleá), estrenada en la pasada Bienal. 

Tal ver por eso, este año María ha decidido disfrutar sencillamente, mostrar tan solo su compás, sus ganas, su gusto por bailarlo todo en cualquier parte, en cualquier rincón, como un verso libre que puede añadirse a cualquier poema.  

Así nació este happenig flamenco, una performance que la bailaora lleva mucho tiempo experimentando y que ya ofreció, entre otros, en el mercado de su Cádiz el pasado mes de noviembre, con ocasión del Festival Iberoamericano.

Ahora la Bienal la acoge en uno de los espacios más hermosos y emblemáticos de Sevilla, el del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo en el Monasterio de la Cartuja, el mismo en el que Andrés Marín nos ofreciera La vigilia perfecta hace dos años. 

En la puerta, los espectadores (90 en cada uno de los dos pases) recibimos unos cascos por los que iremos recibiendo la banda sonora de un privilegiado itinerario en el que María va a ser la protagonista, la ninfa, la intemporal bailarina de Gades. 

Bajando desde el piso superior del primer patio, ella será también la que nos guíe de un lugar a otro, deteniéndose aquí y allá, a veces en pequeños escenarios, a veces en el suelo, e improvisando, regalando sus pequeñas piezas de danza según le inspire la noche y la mirada del público. Eso y la guitarra siempre brillante y exploradora de Raúl Cantizano

Con ellos también aparece el percusionista Manuel Masaedo, capaz de sacarle compases a cualquier objeto, incluso a la gran puerta metálica del sugestivo patio de las Pérgolas, con sus maravillosas bignonias enredando a María y cayéndonos a todos en la cabeza como cascadas de color lila. 

Así, siguiendo su humor y su cuerpo flamenco, la vamos siguiendo hasta el patio de la chimenea más alta donde nos recibe un escenario y una luna llena y redonda. Allí, con Masaedo a la batería y Cantizano a la guitarra eléctrica (que luego cambiará por la flamenca) María le dio caña a la caña para entregarse luego a un ejercicio de compás que silabeó y bailó hasta el agotamiento. Hasta que no tuvieron más remedio que marcharse, rapeando y dejándonos solos bajo la luna y con muchísimas ganas de seguir flamenqueando.  

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